¿QUE
ES EL PURGATORIO? ¿ES ENSEÑANZA DE LA BIBLIA SU EXISTENCIA O SOLO LO ENSEÑA LA
IGLESIA?
I.
¿QUE ES EL PURGATORIO?

II. FUNDAMENTOS BIBLICOS DEL PURGATORIO
A) EN
EL ANTIGUO TESTAMENTO.
«Y habiendo recogido dos mil dracmas por una colecta, los envió (Judas Macabeo) a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy bien y pensando noblemente de la resurrección, porque esperaba que resucitarían los caídos, considerando que a los que habían muerto piadosamente está reservada una magnífica recompensa; por eso oraba por los difuntos, para que fueran librados de su pecado». (2 Mac 12,43ss)
Al
día siguiente de su victoria sobre Gorgias, Judas Macabeo descubrió bajo las
túnicas de sus soldaos caídos en el campo de batalla algunos objetos
idolátricos procedentes del pillaje de Jamnia, ciudad que habían destruido y
saqueado poco antes. Estos objetos, según la ley judía, eran esencialmente
impuros, por haber sido consagrados a los ídolos. Los soldados caídos habían
cometido, por consiguiente, un pecado por haberlos retenido consigo. Todos
vieron en la muerte de aquellos soldados judíos un castigo de Dios por tal
pecado.
Sin
duda alguna, Judas Macabeo vio ante todo la futura resurrección de los
soldados caídos; pero para que en la futura resurrección puedan tener parte
entre el pueblo de Dios es preciso que se purifiquen antes del pecado cometido,
pues es la enseñanza de la Palabra de Dios:
Yo haré pasar ese tercio por el fuego,
y los purificaré como se purifica la plata, los probaré como se prueba el oro.
El invocará mi Nombre, y yo lo escucharé; yo diré: «¡Este es mi Pueblo!» y él
dirá: «¡El Señor es mi Dios!». (Zac 13,9)
En
este texto sagrado del libro del Profeta Zacarías encontramos la enseñanza
judía de la purificación final que el hombre sufrirá y que será semejante a
como el oro y la plata pasan por el calor y los estragos del fuego para
convertirse en metales preciosos. Tal es la finalidad de la colecta que envió Judas
Macabeo a Jerusalén para ofrecer sacrificios por aquel pecado de los soldados. Los
soldados caídos no estaban, por consiguiente en algún lugar de condenación (el
infierno en nuestra mentalidad), donde no hay remisión posible, sino en un
lugar y estado intermedio entre la salvación y la condenación, hay que recordar
que para la mentalidad judía no existe en ese momento claridad en cuanto al
cielo y el infierno, doctrina que será esclarecida por Cristo en los tiempos
mesiánicos, sino que todos los que morían iban a parar a un lugar, el Sheol hebreo o lugar de los muertos. Sin
embargo, no hay que olvidar que en aquella época se solían distinguir diversos
estados dentro del Sheol. Cristo
mismo desciende al Sheol por los
justos que se encontraban en el seno de Abraham esperando que se abrieran los
cielos ya que hasta entonces su acceso estaba prohibido. Lo importante para la
interpretación del pasaje no es el «sitio» donde Judas pensaba que estaban
estos difuntos, sino lo que piensa sobre el estado en que se encontraban, es
decir; cómo concebía su situación.
Estos
soldados habían cometido una culpa que necesitaba el perdón de Dios; pero ese
perdón podía ser obtenido en la otra vida a base de expiaciones ofrecidas acá
en la tierra. No se trataba, pues, de un pecado grave -que les
hubiera acarreado la condenación eterna-, sino de un pecado leve (por
ignorancia de la ley o por conciencia errónea) o, al menos, de un pecado
grave del que se arrepintieron antes de morir, como ocurrió con muchos de los
que murieron ahogados por las aguas del diluvio. He ahí con toda claridez
y nitidez la doctrina católica sobre el Purgatorio, aunque no se emplee
materialmente esa palabra. La situación en que se encontraban las almas de los soldados
caídos es precisamente la que nosotros designamos con la palabra Purgatorio: un
lugar o estado donde se purifican las almas buenas, pero no exentas de toda
mancha, antes de entrar en el cielo, y las cuales podemos ayudar con nuestras
oraciones y sufragios.
Para
la exégesis de la perícopa conviene advertir los siguientes elementos:
1)
El autor inspirado alaba no sólo la acción, sino la persuasión de judas
(«obrando muy bien y pensando noblemente de la resurrección»), lo que no podría
hacer si el modo de pensar de judas fuera falso.
2) Los
elementos esenciales de ese modo de pensar son:
A)
Que aquellos difuntos no han muerto en estado de condenación o enemistad con
Dios («considerando que a los que habían muerto piadosamente está
reservada una magnífica recompensa»);
B)
Sin embargo, algo les falta todavía, de lo cual deben ser librados («para que
fueran librados de su pecado»);
C)
Todo ello se hace en orden a la resurrección para que en ella reciban la misma
suerte que los demás judíos piadosos.
De
este estudio entendemos que para el pueblo judío del Antiguo Testamento no
había duda de que existiera un purgatorio, aunque quizá no le llamaran con ese
nombre cristiano, pero si creían en su existencia, tal es la consigna profética
del profeta Daniel:
“…porque estas palabras están
ocultas y selladas hasta el tiempo final. Muchos serán purificados,
blanqueados y acrisolados; los malvados harán el mal, y ningún malvado podrá
comprender, pero los prudentes comprenderán.” (Dan 12, 9-10)
Esta profecía se cumple hoy ya que esta doctrina
revelada por Dios de una purificación, blanqueamiento y acrisolamiento de los
justos que mueren con una deuda al final de los tiempos, ningún malvado la
comprende, solo los prudentes que inspeccionan la Palabra divina y la creen con
corazón abierto. Ahora bien, si
no hubiera purgatorio la acción de Judas Macabeo no tendría sentido, pero la
Sagrada Escritura llama a esta práctica santa y saludable o como dice en la
traducción que utilizamos al citar el texto una obra buena y noble, es decir;
que sería inútil la acción de Judas porque ni las almas del cielo necesitan
oraciones o sacrificios, ni las del infierno pueden aprovecharlas ya que se
encuentran condenadas eternamente y sin posibilidad de cambiar su condena. Por
lo tanto el purgatorio existe.
B) EN EL NUEVO
TESTAMENTO
«El fundamento ya está puesto y nadie
puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo. Sobre él se puede
edificar con oro, plata, piedras preciosas, madera, pasto o paja: la obra de
cada uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por
medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el fuego probará la calidad de la
obra de cada uno. Si la obra construida sobre el fundamento resiste la prueba,
el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra es consumida, se perderá. Sin
embargo, su autor se salvará, como quien se libra del fuego». (1 Cor 3,11‑15)
Será
necesario advertir que no se trata de buscar en este texto al igual que en el
anterior la idea desarrollada de purgatorio, sino su núcleo esencial. El texto
trata del caso concreto de los obreros apostólicos, pero a propósito de ellos
expone una doctrina de sumo interés:
El
texto habla de hombres que han edificado sobre el fundamento, que es Cristo,
cosas de mayor o menor valor (v. 12), no de hombres que hayan rechazado ese
fundamento de la vida como punto de partida de su construcción y trabajo. Luego
entonces se trata de hombres conversos al camino que Cristo ha instituido en
este mundo y que caminan hacia su salvación en consecuencia.
El
día del juicio se pondrá de manifiesto el valor de la obra que cada uno de
ellos ha edificado (v. 13); el «fuego» de que se habla dos veces en este v. 13
no es el fuego del purgatorio, sino una imagen del juicio divino (adviértase
que se ejercita no sólo sobre las materias débiles, que no lo resisten y se
incendian, sino también sobre las sólidas que lo resisten). Pero ¿en qué
consiste ese fuego?, creo que la clave se encuentra en el contexto posterior
que nos dan los dos versiculos siguientes el 16 y el 17 cuando dice el texto: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de
Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes
son ese templo.” Aquí sorprende que de inmediato el apóstol Pablo pase de
hablar de aquel fuego del juicio al Espíritu de Dios que habita en el corazón
del hombre como en un templo, como si estuviera hablando aun del mismo tema.
Curiosamente la escritura en el libro del profeta Malaquías también nos habla
de ese fuego y del templo de Dios:
“…Y en seguida entrará en
su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Ángel de la Alianza que ustedes
desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el Día
de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el
fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. El se sentará para fundir
y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la
plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la
justicia.” (Mal
3,1-3)
En
este texto de la Sagrada Escritura se habla del final de los tiempos, es decir;
del día del juicio. Empieza diciendo que el Señor entrara en su templo
refiriéndose el texto no a un templo de piedra o físico hecho por hombres sino
al templo del que habla 1 Cor 3,16-17, es decir; al corazón del hombre. Después
menciona al Ángel de la Alianza, es decir, Aquel que viene a realizar de una
vez y para siempre la Alianza eterna del hombre con Dios, a partir de su
llegada no se necesitara mas alianzas, ni ofrendas, ni sacrificios, porque Él
se entregara como sacrificio vivo ante su Padre para nuestra salvación. Y
menciona que su venida será insoportable para la mayoría, y que será difícil mantenerse
de pie delante de Él, pues viene con su gloria y su poder a juzgar lleno de
verdad y justicia. Inmediatamente después menciona que este Angel de la Alianza
es como “Fuego del Fundidor”, es decir; todo lo que pase por Él, será puesto a
prueba en su resistencia, será probado como los distintos materiales que se
ponen al fuego. Los metales resisten en fuego pero los materiales corruptibles
no, se refiere a la vida que hemos construido con nuestras obras, si nuestra
justicia no fue más grande que la de los fariseos, difícilmente podremos
mantenernos de pie frente al que es la verdad absoluta (Jn 14,6); si llegado
ese día nuestras obras son hermosas como plata, oro o piedras preciosas
resistiremos el fuego, pero ¿a que se refiere con esto?.
Significa
que en el juicio el Espíritu Santo entrara en el corazón del hombre como si se
tratara de un templo y tomara posesión de ese corazón para prepararlo para el
juicio. El Espíritu Santo como maestro y guía interior del hombre a lo largo de
su vida disipara las dudas que el hombre tiene en lo profundo de su ser con
respecto a lo que es bueno y lo que es malo, a si ha pecado o no, a si vive
como hijo de Dios en la verdad o si es esclavo de la oscuridad y la mentira, a
si conoce y practica la justicia, si vive de acuerdo a esa justicia verdadera
que Cristo nos ha enseñado, si ha caminado en su vida preparándose para el
juicio o si ha vivido como si no existiera el juicio, por eso dice Jesús en la
Palabra:
“Y cuando él venga (El
Paráclito), probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y
cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que
yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de
este mundo ya ha sido condenado” (Jn 16,8-11).
Ahí
están amados hermanos las tres cosas en que el Espíritu Santo convencerá al
hombre. Después de que el Espiritu Santo haya entrado en nosotros para preparar
nuestro corazón para el juicio, vendrá el turno de ser probados por Cristo que
vendrá como fuego de verdad y de justicia que consume lo enviciado por el
pecado y mantiene lo que es libre y santo. Es decir, una vez que el Espíritu
Santo nos ha hecho consientes del estado en el que estamos y de que merecemos
la condenación o la vida, vendrá el que es la verdad desde el principio para
que delante de Él que es el parámetro de la verdad veamos si podemos
mantenernos de pie por nuestra conducta, nuestros pensamientos y sentimientos a
lo largo de nuestra vida. Por eso dice el texto del Profeta Malaquias “Se
sentara a fundir y purificar”.
Por
eso cuando el texto sagrado de primera de Corintios habla del fuego hay que saber
entenderlo como una metáfora pero que se refiere a una realidad muy
profunda. Este fuego que Malaquías identifica con la persona de
Cristo, puede entenderse como la fuerza santificadora y purificadora de la
santidad y de la misericordia de Dios. O sea que es el fuego del amor divino el
que purifica y santifica a aquellas benditas ánimas y la potencia salvadora de
Cristo, a la cual no hay fuerza que pueda resistir.
Al
respecto es de mencionarse las meditaciones del Papa Emérito Benedicto XVI en
Carta Encíclica Spe Salvi:
“46.
[…] En gran parte de los hombres –eso podemos suponer– queda en lo más profundo
de su ser una última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios. Pero en
las opciones concretas de la vida, esta apertura se ha empañado con nuevos
compromisos con el mal; hay mucha suciedad que recubre la pureza, de la
que, sin embargo, queda la sed y que, a pesar de todo, rebrota una vez más
desde el fondo de la inmundicia y está presente en el alma. ¿Qué sucede
con estas personas cuando comparecen ante el Juez? Toda la suciedad que ha
acumulado en su vida, ¿se hará de repente irrelevante? […][Cita a S. Pablo en 1
Corintios:] ‘Encima de este cimiento [Jesucristo] edifican con oro, plata y
piedras preciosas, o con madera, heno o paja. Lo que ha hecho cada uno saldrá a
la luz; el día del juicio lo manifestará, porque ese día despuntará con fuego
y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquel,
cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa,
mientras que aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. No obstante,
él quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego’ (3,12-15).
“En todo caso, en este texto se muestra con nitidez que la salvación de los
hombres puede tener diversas formas; que algunas de las cosas construidas
pueden consumirse totalmente; que para salvarse es necesario atravesar el
«fuego» en primera persona para llegar a ser definitivamente capaces de Dios y
poder tomar parte en la mesa del banquete nupcial eterno.”
“47.
Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde, y que a la vez salva,
es Cristo mismo, el Juez y Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo
del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con
Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser
verdaderamente nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido
durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y
derrumbarse. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano
de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada,
el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente
dolorosa, «como a través del fuego». Pero es un dolor bienaventurado, en
el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos ser
por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios.”
Ya
en este mundo podemos comenzar a expiar nuestros pecados con la penitencia, en
preparación de nuestro gran encuentro con el Señor. “Fijemos con atención
nuestra mirada en la sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a
los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó
la gracia de la penitencia para todo el mundo. No significa esto que estemos
libres de toda responsabilidad gracias a la Pasión del Señor, sino que debemos
imitarle. Debemos ser como Jesucristo
siguiendo el camino del sacrificio.
“La
encarnación de Dios en Cristo ha unido uno con otra –juicio y gracia– de
tal modo que la justicia se establece con firmeza: todos nosotros esperamos
nuestra salvación «con temor y temblor» (Fil 2,12). No obstante, la gracia nos
permite a todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro
con el Juez, que conocemos como nuestro
«abogado», parakletos (cf. 1 Jn 2,1).” (“Spe Salvi”, 47)
Ahora
bien para llegar a ese momento de juicio no es necesario esperar hasta el final
de los tiempos, recordemos que cada cual tendrá dos juicios por parte de Dios,
el juicio particular por lo que hicimos de manera personal y que se da en el
momento de nuestra muerte física y el juicio universal en que después de
resucitar, seremos juzgados como parte del género humano pues también como tal
tenemos parte en los pecados del mundo,
por lo que permitimos y aceptamos como hombres y que fuera injusto, este
juicio universal se dara al final de los tiempos.
Volvamos
pues al texto de primera de Corintios para hablar del purgatorio: «Si la obra
de uno, que él sobreedificó, subsistiere, recibirá [el que edificó tal obra]
recompensa»; se trata, por tanto, de la hipótesis de premio inmediato, porque
la obra era sólida y ha resistido el juicio divino. «Si la obra de uno quedare
abrasada, sufrirá detrimento»; el sujeto de «sufrirá detrimento» no es la obra
que se abrasa, sino el que la edificó; la expresión «sufrirá detrimento» (v.15)
se opone al «recibirá recompensa» del versículo anterior, y añade algo nuevo a
la frase que le precede inmediatamente, «si la obra de uno quedare abrasada»;
en otras palabras, el «sufrirá detrimento» no se reduce a que el operario
apostólico ve cómo su obra se destruye, sino que implica una pena (en oposición
a la recompensa).
Todo
ello es más claro si se atiende a la metáfora final: «él sí sé salvará, aunque
así como a través del fuego» (v.15); el detrimento que sufrirá no es tal que
implique no salvarse; se salvará, pero con dificultad y angustia (de nuevo el
fuego no es aquí el fuego del purgatorio, sino una imagen de situación
angustiosa): «ellos serán salvados, pero no sin dolor y sin angustia, como se
salvan a través de las llamas las gentes sorprendidas por un incendio
repentino».
Algo
muy importante de mencionar es que en las catacumbas de los primeros cristianos
se encuentran dibujos e inscripciones en donde se ofrecen sacrificios, obras de
caridad y oraciones por sus muertos. Por esto entendemos que para el
Cristianismo del Nuevo Testamento y nuestros primeros hermanos en la fe, no
había duda de que existiera un purgatorio.
C) EL PRINCIPIO DE
NECESIDAD DEL PURGATORIO.
En
el libro del Apocalipsis el Apóstol San Juan contempla el mundo después de este
mundo totalmente renovado por la presencia de Cristo y el juicio escatológico: “Después vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya
no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo
y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre
los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios
estará con ellos” (Ap 21 1-3). En este texto sagrado más adelante describe el
apóstol como será esa nueva creación en donde Dios quitara el dolor, la pena,
la muerte, la queja y todo mal que haya tenido el mundo anterior corrompido por
el pecado, incluso menciona que no se necesita el Sol pues Cristo que habita en
ella la hace brillar por su gloria como una lámpara que no se extingue. Termina
el capitulo 21 con el versículo final diciendo que “nada impuro entrara en ella” (Ap 21,27), refiriéndose a que en la
nueva Jerusalén no puede ingresar alguien que no se encuentre completamente
puro, completamente limpio, purificado.
Significa
que hay una necesidad de una Santidad Absoluta, Plena y Completa para entrar en
el Cielo. Nada manchado entrara en el cielo dice la Palabra, ya que en el cielo
solo estarán los que han escuchado la Palabra de Dios y la han practicado, los
que han vivido en la libertad del hijo de Dios, conducidos por el Espíritu
Santo que da la vida. Por lo tanto el purgatorio es una necesidad total de la
voluntad y la misericordia de Dios pues:
“Esto es bueno y agradable
a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,3-4).
D) POSIBILIDAD DEL
PURGATORIO.
Muchas
personas dudan que exista el purgatorio, principalmente influidas por las
ideologías protestantes que niegan su existencia. Pero, el Purgatorio es
posible ya que la Sagrada Escritura enseña:
“Aunque toda maldad es
pecado, no todo pecado lleva a la muerte” (1 Jn 5,17). Es
decir; que existen pecados que no necesariamente nos hacen reos de muerte
eterna que es el salario del pecado (Rom 6,23).
Así,
debemos entender que la existencia del purgatorio es una consecuencia lógica de
la Santidad de Dios, pues si Él es el tres veces santo (Is 6,3) o sea la
plenitud de la santidad y perfección, entonces quienes estén junto a Él también
deben de serlo con razón dice la escritura: “Por
lo tanto, sean perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en el cielo”
(Mt 5,48), por eso, quien es fiel a Dios, pero no se encuentra en un estado de
gracia plena a la hora de morir, no puede disfrutar del cielo porque la misma
Biblia dice que en la ciudad celestial: "No entrará nada manchado (impuro)".
Entonces,
si un cristiano no puede entrar al cielo por tener alguna mancha o impureza, ni
tampoco sufrir el castigo eterno, es claro que tendrá que “pagar” en esta vida
o en la otra. Esto está escrito en la Biblia:
“Al que diga una palabra
contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el
Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el futuro” (Mt 12,32).
Aquí
Nuestro Señor Jesucristo habla de que hay pecados que no son perdonados en la
otra vida; por lo tanto, hay otros que sí son perdonados después de este mundo,
en la otra vida, en la existencia eterna del alma que al haber conocido la
verdad por medio del Espíritu Santo, recibe con gusto el sufrimiento pues este
no es nada comparado con el saber que después de ese sufrimiento temporal
tendrán acceso a Dios que es la fuente del Amor y la Santidad, de la plenitud y
el gozo eternos, ese es el sentido de la purificación o sufrimiento en el
purgatorio y del porqué nosotros podemos orar (pedir) y ofrecer la Misa por
ellos para que Dios tenga misericordia de esos hermanos difuntos que la
necesiten, como el caso de Oniséforo mencionado en la Biblia (2 Tim
1,16-18).
Es
decir, que el purgatorio lejos de ser un estado de sufrimiento y condenación es
un estado de pena temporal, producto de la infinita misericordia de Dios que a
pesar de que el hombre que no está totalmente purificado pero ha creído en Dios
y aceptado a Cristo como su salvador pero sin embargo tiene pecados que no lo
hacen reo de muerte eterna y por eso no se encuentra totalmente limpio; aunque
en la justicia divina no puede ingresar en la gloria del reino de Dios, El
Señor acude a su misericordia que es como un abismo insondable y que le mueve a
dirigir al alma imperfecta a un estado de alejamiento temporal de su presencia
en donde vendrá la purificación y será limpiada de toda mancha para así poder
entrar libre de todo mal en el reino de los cielos y no empañar con nuestra
suciedad la santidad que ahí existe.
III. ENSEÑANZA DEL
MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE EL PURGATORIO
A
continuación se citara la enseñanza que el magisterio de la Iglesia ya sea a
través de los concilios, de las declaraciones de los sumos pontífices a lo
largo de la historia o bien de los compendios de la enseñanza llamados
catecismos da al hombre acerca del purgatorio.
A) EL II CONCILIO DE LYON
(1274):
“Dz
456 23. Finalmente, afirmando la Verdad en el Evangelio que si alguno dijere
blasfemia contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni el
futuro (+Mt 12, 32), por lo que se da a entender que unas culpas se perdonan en
el siglo presente y otras en el futuro, y como quiera que también dice el
Apóstol que el fuego probará cómo sea la obra de cada uno; y: Aquel cuya obra
ardiere sufrirá daño; él, empero, se salvará; pero como quien pasa por el fuego
(1Co 3, 13 3,15); y como los mismos griegos se dice que creen y afirman
verdadera e indubitablemente que las almas de aquellos que mueren, recibida la
penitencia, pero sin cumplirla; o sin pecado mortal, pero sí veniales y
menudos, son purificados después de la muerte y pueden ser ayudados por los
sufragios de la Iglesia; puesto que dicen que el lugar de esta purgación no les
ha sido indicado por sus doctores con nombre cierto y propio, nosotros que, de
acuerdo con las tradiciones y autoridades de los Santos Padres lo llamamos
purgatorio, queremos que en adelante se llame con este nombre también entre
ellos. Porque con aquel fuego transitorio se purgan ciertamente los pecados, no
los criminales o capitales, que no hubieren antes sido perdonados por la
penitencia, sino los pequeños y menudos, que aun después de la muerte pesan, si
bien fueron perdonados en vida (Denzinger 838).
Y
si verdaderamente arrepentidos murieren en caridad antes de haber satisfecho
con frutos dignos de penitencia por sus comisiones y omisiones, sus almas son
purificadas después de la muerte con penas purgatorias o catarterias, como nos
lo ha explicado Fray Juan; y para alivio de esas penas les aprovechan los
sufragios, de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de las misas, las
oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que, según las instituciones
de la Iglesia, unos fieles acostumbran hacer en favor de otros (Denzinger
856).”
B) EL CONCILIO DE FLORENCIA
(1438-1442):
“Dz
693 [Sobre los novísimos] Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de
este mundo antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo
cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificatorias después de
la muerte, y para ser aliviadas de esas penas, les aprovechan los sufragios de
los fieles vivos, tales como el sacrificio de la misa, oraciones y limosnas, y
otros oficios de piedad, que los fieles acostumbran practicar por los otros
fieles, según las instituciones de la Iglesia.(Denzinger 1304)”
C) EL CONCILIO DE TRENTO
(1545-1563):
“Habiendo
la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, según la doctrina de la Sagrada
Escritura y de la antigua Tradición de los Padres, enseñado en los sagrados
concilios, y últimamente en este general de Trento, que hay Purgatorio; y que
las almas detenidas en él reciben alivio con los sufragios de los fieles, y en
especial con el aceptable sacrificio de la misa; manda el santo Concilio a los
Obispos que cuiden con suma diligencia que la sana doctrina del Purgatorio,
recibida de los santos Padres y sagrados concilios, se enseñe y predique en
todas partes, y se crea y conserve por los fieles cristianos.
Exclúyanse
empero de los sermones, predicados en lengua vulgar a la ruda plebe, las cuestiones
muy difíciles y sutiles que nada conducen a la edificación, y con las que rara
vez se aumenta la piedad. Tampoco permitan que se divulguen, y traten cosas
inciertas, o que tienen vislumbres o indicios de falsedad. Prohíban como
escandalosas y que sirven de tropiezo a los fieles las que tocan en cierta
curiosidad, o superstición, o tienen resabios de interés o sórdida ganancia.
Mas
cuiden los Obispos que los sufragios de los fieles, es a saber, los sacrificios
de las misas, las oraciones, las limosnas y otras obras de piedad, que se
acostumbran hacer por otros fieles difuntos, se ejecuten piadosa y devotamente
según lo establecido por la Iglesia; y que se satisfaga con diligencia y
exactitud cuánto se debe hacer por los difuntos, según exijan las fundaciones
de los testadores, u otras razones, no superficialmente, sino por sacerdotes y
ministros de la Iglesia y otros que tienen esta obligación (Trento –
Decreto sobre el purgatorio. Denzinger 838).
Dz
840 Can. 30. Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la
justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato de
la pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno de
pena temporal que haya de pagarse o en este mundo o en el otro en el
purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el reino de los cielos,
sea anatema [cf. 807] (Denzinger 1580; Cf. Dz 1820).”
D) EL CONCILIO
VATICANO II (1962-1965):
Amén
de ratificarse en la doctrina de Florencia y Trento, se refiere al
purgatorio en la Constitución Lumen Gentium (Luz de las Gentes) con
estas palabras:
“Algunos
de sus discípulos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican,
mientras otros son glorificados. [...] Santo y saludable es el
pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados”.
E) CATECISMO ROMANO:
“Existe,
además, el fuego del purgatorio, donde, sufriendo por cierto tiempo, se
purifican las almas de los justos antes de serles franqueadas las puertas del
cielo, en el que no puede entrar cosa impura (Ap 21,27), (Catecismo Romano ES
1050).
Para
entender mejor la fuerza de este misterio, conviene recordar que Cristo con su
pasión, no sólo rescató a los justos que nacieron después de su venida, sino
también a cuantos habían preexistido desde Adán y a cuantos habían de nacer
hasta el fin de los tiempos. Antes de su muerte y resurrección, las puertas del
cielo estuvieron cerradas para todos; las almas de los justos o entraban en el seno
de Abraham o (como ahora también sucede) iban al fuego del purgatorio, si
tenían algo que satisfacer y expiar.
Por
lo que a los difuntos se refiere, es cierto que el Romano Pontífice cuando
concede una indulgencia plenaria aplica del tesoro de la Iglesia todo lo que es
necesario para una plena remisión de la pena temporal; de parte de Dios no es
cierto en qué grado aplica al alma del difunto esta remisión. Pero, teniendo en
cuenta la doctrina de la Iglesia, que ha condenado como falsa, temeraria, perniciosa
y ofensiva para la misma Iglesia la opinión contraria, hay que afirmar que los
sufragios que se aplican por las almas del purgatorio aprovechan primaria y
principalmente a aquellos por quienes se ofrecen, y aun se podría decir que
siempre e infaliblemente, sin excepción.”
F) PAPA PIO X:
¿Para
qué fines se ofrece, pues, la Santa Misa? - El sacrificio de la Santa Misa se
ofrece a Dios para cuatro fines: 1º., para honrarle como conviene, y por esto
se llama latréutico; 2º., para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama
eucarístico; 3º., para aplacarle, para darle alguna satisfacción de nuestros
pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se
llama propiciatorio; 4º., para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias,
y por esto se llama impetratorio. (Catecismo S. Pio X, 660)
¿Por
qué después dé la fiesta de Todos los Santos hace la Iglesia conmemoración de
todos los fieles difuntos? - Después de la fiesta de Todos los Santos hace la Iglesia
conmemoración de todos los fieles difuntos que están en el purgatorio, porque
conviene que la Iglesia militante, después de haber honrado e invocado con una
fiesta general y solemne el patrocinio de la Iglesia triunfante, acuda al
alivio de la Iglesia purgante con un general y solemne sufragio (Catecismo
S. Pio X, 2214).”
G) PAPA PIO XII:
“…
Esta común plegaria no olvide, pues, a ningún miembro de este venerable Cuerpo,
pero recuerde principalmente a quienes están agobiados por los dolores y las
angustias de esta vida terrenal, o a los que, ya fallecidos, se purifican en el
fuego del purgatorio. Tampoco olvide a quienes se instruyen en la doctrina
cristiana para que cuanto antes puedan ser purificados con las aguas del
Bautismo (Carta pastoral de Pio XII, 44.).”
H) PAPA JUAN PABLO II:
“Según
la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios
debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es
particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en
el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lev
22,22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del
culto (cf. Lev 21,17-23). A esta integridad física debe corresponder una
entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1Re 8,61), al
Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf.
Dt 6,5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con
el testimonio de las obras (cf. Dt 10,12 s) (J.P. II Audiencias, 1999. 47).”
I) PAPA BENEDICTO XVI:
“Esta
visión del antiguo judaísmo de la condición intermedia incluye la idea de que
las almas no se encuentran simplemente en una especie de recinto provisional,
sino que padecen ya un castigo, como demuestra la parábola del rico epulón, o
que por el contrario gozan ya de formas provisionales de bienaventuranza. Y, en
fin, tampoco falta la idea de que en este estado se puedan dar también
purificaciones y curaciones, con las que el alma madura para la comunión con
Dios. La Iglesia primitiva ha asumido estas concepciones, de las que después se
ha desarrollado paulatinamente en la Iglesia occidental la doctrina del purgatorio.
No
necesitamos examinar aquí el complicado proceso histórico de este desarrollo;
nos preguntamos solamente de qué se trata realmente. La opción de vida del
hombre se hace en definitiva con la muerte; esta vida suya está ante el Juez.
Su opción, que se ha fraguado en el transcurso de toda la vida, puede tener
distintas formas. Puede haber personas que han destruido totalmente en sí
mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las
que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y
que han pisoteado en ellas mismas el amor.
Ésta
es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia
podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no
habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es
lo que se indica con la palabra infierno. Por otro lado, puede haber personas
purísimas, que se han dejado impregnar completamente de Dios y, por
consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas cuya comunión con
Dios orienta ya desde ahora todo su ser y cuyo caminar hacia Dios les lleva sólo
a culminar lo que ya son.
Sobre
este punto hay que mencionar aún un aspecto, porque es importante para la
praxis de la esperanza cristiana. El judaísmo antiguo piensa también que se
puede ayudar a los difuntos en su condición intermedia por medio de la oración
(cf. por ejemplo 2 Mac 12,38-45: siglo I a. C.). La respectiva praxis ha sido
adoptada por los cristianos con mucha naturalidad y es común tanto en la
Iglesia oriental como en la occidental. El Oriente no conoce un sufrimiento
purificador y expiatorio de las almas en el « más allá », pero conoce
ciertamente diversos grados de bienaventuranza, como también de padecimiento en
la condición intermedia.
Sin
embargo, se puede dar a las almas de los difuntos « consuelo y alivio » por
medio de la Eucaristía, la oración y la limosna. Que el amor pueda llegar hasta
el más allá, que sea posible un recíproco dar y recibir, en el que estamos
unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte,
ha sido una convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos y sigue
siendo también hoy una experiencia consoladora. ¿Quién no siente la necesidad
de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de
bondad, de gratitud o también de petición de perdón? Ahora nos podríamos hacer
una pregunta más: si el « purgatorio » es simplemente el ser purificado
mediante el fuego en el encuentro con el Señor, Juez y Salvador, ¿cómo puede
intervenir una tercera persona, por más que sea cercana a la otra? Cuando
planteamos una cuestión similar, deberíamos darnos cuenta que ningún ser humano
es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en profunda comunión
entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones.
Nadie vive solo. Ninguno peca solo.
Nadie
se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que
pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los
demás, tanto en el bien como en el mal. Así, mi intercesión en modo alguno es
algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte. En el
entramado del ser, mi gratitud para con él, mi oración por él, puede significar
una pequeña etapa de su purificación. Y con esto no es necesario convertir el
tiempo terrenal en el tiempo de Dios: en la comunión de las almas queda
superado el simple tiempo terrenal.
Nunca
es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es inútil. Así se
aclara aún más un elemento importante del concepto cristiano de esperanza.
Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros;
sólo así es realmente esperanza también para mí. Como cristianos, nunca
deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos
preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que
surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el
máximo también por mi salvación personal (Spe Salvi, ES 45,48).
J) CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA:
“1030 Los
que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente
purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su
muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en
la alegría del cielo.
1031 La
Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos
que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha
formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los
Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La
tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura
(por ejemplo 1 Cor 3, 15; 1 Pe 1,7) habla de un fuego
purificador:
«Respecto
a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un
fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si
alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será
perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase
podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero
otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).”
Para
cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo
imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación,
que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf.
Catecismo de la Iglesia católica CEC 1030-1032).”
IV. MODOS DE ENTRAR EN EL PURGATORIO
“Por lo tanto, si al
presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna
queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu
hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en
seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea
que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.”
(Mt 5,23-26)
En
este texto la Sagrada Escritura habla sobre la sinceridad e integridad de la
celebración litúrgica y en general de toda ofrenda hacia Dios incluyendo las
oraciones. Insiste a que es necesario llegar a un acuerdo con “nuestro
adversario” mientras vamos “caminando con él”, este adversario puede significar
una enemistad con otro hermano, que es ilícita porque debo amar a mi prójimo
como a mí mismo, en ese caso debemos ponernos de acuerdo amando y perdonando a
nuestros hermanos como Cristo nos enseño. También este adversario nos puede
significar al Adversario de Dios y de las almas, al mentiroso o Diablo, llegar
a un acuerdo con el no se refiere a hacer un trato en este caso, sino a que el
maligno entienda que no tiene ya nada que ver con nosotros ya que hemos entregado
nuestra vida a Dios y somos conducidos por el Espíritu Santo. La expresión
“caminando con el” denota el estado temporal de transito en este mundo y por lo
tanto significa el tiempo que estemos en esta prueba terrenal. La advertencia
consiste en la posibilidad de que ese enemistad con algún hermano o la
permanencia de algún pecado venial en nosotros haga que el Adversario de la
vida nos acuse en el juicio y seamos entregados al Juez que es Dios y entremos
a una prisión de donde no saldremos “hasta que hayamos pagado hasta el último
centavo”, entendiendo la purificación en el sentido de saldar una deuda
comparada con una económica que en justicia tendremos que pagar hasta las
últimas consecuencias de nuestros actos.
De
estos actos cometidos a lo largo de nuestra vida, surgen las dos causas o modos
de ingresar en el purgatorio:
A) MORIR EN PECADO VENIAL
La
primera causa de ingreso al purgatorio es morir teniendo un pecado venial sin
perdonar. “«Se ha de tener en cuenta -escribe S. Tomás- que, por parte de los
buenos, puede haber algún impedimento para que sus almas reciban, una vez
salidas del cuerpo, el último premio consistente en la visión de Dios. Efectivamente,
la criatura racional no puede ser elevada a dicha visión, si no está totalmente
purificada... Pero a veces acontece que tal purificación no se realiza
totalmente en esta vida, permaneciendo el hombre deudor de la pena, ya por
alguna negligencia... o también porque es sorprendido por la muerte. Mas no por
eso merece ser excluido totalmente del premio, porque pueden darse tales cosas
sin pecado mortal, que es el único que quita la caridad, a la cual se debe el
premio de la vida eterna... Luego es preciso que sean purgadas después de esta
vida antes de alcanzar el premio final» (Summa
contra gentes, lib. IV, cap. 91). El purgatorio es expresión de la
misericordia divina que quiere limpiar al hombre de toda mancha con el fin de
que pueda presentarse ante Él sin la más leve sombra de imperfección.
“Hay
penas del mismo género, aun para las faltas veniales. Sucede también que
algunos fallecen sin pecado mortal, pero con pecados veniales que no alejan del
último fin, aun cuando haya habido faltas en adherirse de una manera poco
conveniente a las cosas que se refieren a este fin. ¡Estos pecados son borrados
en ciertas almas por el fervor de la caridad; pero es necesario que en otras
sean purificados por ciertas penas, porque no obtendrá la vida eterna sino el
que estuviese exento de todo pecado o imperfección. Necesario es, por
consiguiente, admitir después de esta vida las penas del purgatorio. Estas
penas tienen la virtud de purificar en razón de las disposiciones de los que
las sufren en aquellos en quienes se encuentra la caridad, por medio de la cual
conforman su voluntad a Dios, y por eso sucede que, en virtud de esta caridad,
las penas que sufren sirven para purificarlos de sus faltas, en tanto que con
respecto a los que no tienen la caridad, como los condenados, estas penas no
tienen la virtud de purificar, y por eso la mancha del pecado es permanente, y
permanente también la pena” (Compendio de Teología # 437).
B) MORIR CONFESADO PERO CON LA PENA
TEMPORAL
La Segunda causa de ingreso en el purgatorio
es morir ya confesado pero teniendo aun como deuda la pena temporal. Explico
esto, cuando nosotros cometemos un pecado mortal hemos ocasionado dos tipos de
ofensa, una en contra de Dios y otra en contra de la Autoridad de Dios y la
Justicia Universal. Sobra decir que aquí no estamos hablando de pecados
veniales de los que trata el inciso “a)”. Baste un ejemplo para entender mejor:
Un automovilista ha chocado su coche en
contra de la casa de Don Ernesto, al haber hecho esto ha cometido dos faltas,
una en contra de Don Ernesto pues choco contra su casa y para pagarla basta con
pedir perdón al afectado, así obtendría el automovilista, el perdón de Don
Ernesto como persona ofendida. Pero esto no es lo único, también ha cometido
una falta contra la autoridad y la justicia humanas que sancionan penalmente
esta conducta a través de la figura legal de “daños en propiedad privada”, por
lo tanto aunque este automovilista fuera perdonado por la ofensa a la persona
de Don Ernesto debe responder también ante la autoridad judicial por el delito
que ha cometido. Este le ocasionara un rato en la cárcel o bien el pago de una
fianza que garantizara la reparación del daño.
Como en el caso anterior cuando nosotros
cometemos un pecado mortal, este ocasiona una falta muy grave que nos lleva a
la muerte y que consiste en haber ofendido a Dios que es bondad absoluta y
santidad plena, por esto obtenemos una pena específica llamada pena eterna. Si
morimos siendo culpables de esta pena merecemos el infierno y la eterna
condenación porque la pena que acarreamos por nuestros actos era eterna. La
pena eterna Dios nos la perdona con el sacramento de la confesión, sacramento
instituido por Cristo mismo y encargado a sus apóstoles exclusivamente, después
de haber resucitado (Jn 20,22-23). Con esto Dios nos ha librado de la eterna
condenación, pero nuestro pecado mortal también nos conduce a una pena temporal
por haber atentado contra la autoridad de Dios como juez de todo lo que existe
y haber quebrantado la justicia del universo al que pertenecemos. Esta pena
temporal no se borra con el sacramento de la confesión sino que requiere como
en el ejemplo la reparación del daño causado, por lo que ese daño lo tenemos
que pagar en esta vida a través de nuestras obras o bien en la otra en el
purgatorio. A esto se refiere la indulgencia plenaria que concede la Santa
Madre Iglesia cuando perdona del hombre la pena temporal en nombre de Cristo
que es cabeza de la Iglesia y le ha otorgado el poder de perdonar pecados tal y
como lo mencionamos en el evangelio de Juan.
V. LAS PENAS DEL PURGATORIO
A) INTENSIDAD.
Respecto
a la intensidad, sabemos que las penas en el purgatorio son proporcionales al
número y gravedad de los pecados pendientes de purificación; también entendemos
que son mucho mas intensas que cualquiera de los sufrimientos de esta vida;
pero que las benditas almas del purgatorio las sufren con resignación y
agradecimiento a Dios pues a través de ellas serán liberadas de la eterna
condenación. Existe pues una profunda alegría en medio del sufrimiento por la
certidumbre de su salvación.
B) DURACION.
Respecto
a la duración de las penas, no tenemos un dato cierto que nos ilustre sobre
este aspecto, principalmente en el entendimiento que el tiempo también es una
creatura de Dios y que después de esta existencia terrenal llegaremos a un
estado en el que el tiempo desaparezca, por lo menos el concepto humano del
tiempo, ya que el tiempo de Dios no es igual al tiempo del hombre. Con todo no
nos compliquemos en entender este aspecto tan difícil ya que recordemos que el
purgatorio es un misterio de fe y estos misterios son inaccesibles a la razón y
lógica humanas y solo entendibles plenamente a través de adherirnos a esa
verdad por medio de la fe.
C) TIPOS DE PENAS SUFRIDAS.
La
Teología Dogmatica nos enseña que las penas que experimentan los que ingresan
en el purgatorio son de dos tipos:
· PENA DE DAÑO. (PRIVACION DE LA VISTA DE
DIOS):
Hay una sustancial
diferencia entre Infierno y Purgatorio, ya que el primero es eterno y el
segundo temporal. Queda claro en las Escrituras y por los escritos de los
Padres de la Iglesia que las almas de aquellos que van al Purgatorio quedan
temporalmente impedidas de la visión de Dios. Esta es la postura católica
proclamada por León X en la Bula Pontificia Exurge Domine (Levántate, oh Señor), la cual condena los
errores de Lutero. Esta pena consiste en el aplazamiento del Cielo o dilación
de la Gloria, en la que el alma queda privada de la visión beatífica de Dios
mientras purga sus pecados. Esta pena implica que la presencia en el Purgatorio
no puede prolongarse en el tiempo más allá del Juicio Final.
· PENA DE SENTIDO. (EL FUEGO PURIFICADOR
Y OTROS PADECIMIENTOS):
San Agustín nos habla del
dolor que ese fuego produce, más severo que cualquier otro sufrimiento pudiera
soportar el hombre en esta vida (Patrología Griega -P.G.- col. 37,3). San
Gregorio Magno habla de aquellos que, después de esta vida "expiarán
sus faltas con flamas del Purgatorio y el dolor será más intolerable que
ninguno en esta vida" (Patrología Griega -P.G.- Poenit n. 1). Siguiendo
los pasos de San Gregorio, Santo Tomás de Aquino enseña que aparte de la
separación del alma de la contemplación de Dios, hay otro castigo: el del
fuego. Y San Buenaventura no sólo confirma las palabras de Santo Tomás, sino
que además agrega que ese castigo con fuego es más severo que ningún otro
castigo que le llegue al hombre en esta vida.
Ninguno de los Padres y
Doctores de la Iglesia puede decirnos cómo afecta ese fuego a las almas que
están en el Purgatorio, pero de todas formas ya el Concilio de Trento
(1545-1563) como hemos visto, advirtió a los Obispos "excluir de sus
sermones cuestiones difíciles y perspicaces que no tienden a la edificación, y
de cuya discusión no aumenta ni la piedad ni la devoción" (Del
Purgatorio, Sesión XXV). De esta tradición unánime de los Padres de la Iglesia
en cuanto al fuego del Purgatorio y su semejanza al del Infierno, no ha sido necesario
aún una declaración dogmática al respecto, pero ya Santo Tomás de Aquino
explicaba que Dios no se vale de los demonios para la
administración de las penas del Purgatorio (Del Purgatorio, Sup. A.5).
VI. DEBER DEL CRISTIANO DE OFRECER
SUFRAGIOS POR ESTAS ALMAS BENDITAS
A) LA RESPONSABILIDAD DE ORAR POR ESTAS
ANIMAS PURGANTES:
“El que ve a su hermano cometer un
pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los
que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva
a la muerte; por este no les pido que oren.” (1 Jn 5,16)
En
el texto Sagrado el Apóstol San Juan ordena a la comunidad cristiana orar para
dar vida a un hermano del que le consta que ha cometido un pecado venial.
Insiste en que estas oraciones únicamente son para los que no han cometido
pecados que les conduzcan a la muerte. Por lo tanto está hablando de “dar vida”
en el sentido de conducir hacia la vida eterna a la que todos en Cristo estamos
destinados por voluntad del Padre. De igual forma está hablando el Apóstol de
la posibilidad de librar a un hermano de la “muerte”, entendida esta como la
muerte eterna reservada para los condenados. Y enfatiza que no se ore por los
que cometieron un pecado que lleva a la muerte, excluyendo lógicamente de los
condenados a aquellos por los que pide que se ore, ya que no tiene sentido.
Luego entonces San Juan se refiere al purgatorio y enseña el deber de orar
insistentemente por aquellos que desafortunadamente han abandonado este mundo
sin la debida preparación.
B) EL RESCATE DE LOS PRIMEROS
CAUTIVOS DEL PURGATORIO:
“Cristo murió una vez por nuestros
pecados –siendo justo, padeció por la injusticia– para llevarnos a Dios.
Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces
fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se
resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente…” (1 Pe 3,18-20)
En
este hermoso pasaje el Apóstol San Pedro como primer Papa de nuestra Iglesia da
una enseñanza a sus hijos espirituales, a toda la comunidad cristiana,
hablándonos de cómo Cristo muere por nuestros pecados y es justificado por
haber muerto por una causa injusta siendo el totalmente justo; por eso aunque
su cuerpo muere en la cruz es reanimado por el Espíritu Santo que le devuelve
la vida ofrendada por nuestra salvación. Después de esto menciona un aspecto
importante de mencionar con respecto al purgatorio “fue a hacer su anuncio a
los espíritus que estaban prisioneros” esta expresión nos da luz sobre lo que
Cristo hizo durante los tres días previos a su resurrección gloriosa, en
efecto, el texto sagrado menciona que Cristo visita el lugar de los muertos que
para los judíos era el Sheol, pero al entrar en esta morada de los muertos no
fue abandonado en este lugar:
“vio a lo lejos y habló de la
resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne
experimentó la corrupción.” (Hch 2,31)
Vemos
como el texto habla de que Jesús no fue abandonado en el “Hades” que es el
lugar de los muertos en la mentalidad Griega (recordemos que Lucas el autor del
libro de los Hechos de los Apóstoles escribe en Griego), es equivalente al
Sheol en la cultura judía aunque tienen diferencias considerables de acuerdo a
la mentalidad de cada cultura, sin embargo; son utilizados como sinónimos por
los escritores del nuevo testamento.
Ahora
bien Jesús desciende a este lugar de los muertos que de acuerdo a la mentalidad
judía tenía diferentes niveles, pero en especifico tenemos que preguntarnos ¿a
cuál de esos niveles fue Jesús?, para resolver esta duda entendamos que el
pueblo de Dios no entendía el concepto de cielo e infierno revelado por Cristo,
es por eso que en su cultura se cree en el Sheol. Este lugar de los muertos
tenía en su interior dos lugares claramente identificados, el lugar de los
tormentos y otro lugar en que esperaban los justos la llegada del Hijo de Dios,
para ilustrar esta doctrina veamos el episodio de Lázaro el pobre y el hombre
rico:
“«Era un hombre rico que vestía de
púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre,
llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba
hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y
le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los
ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en
el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a
Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y
envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque
estoy atormentado en esta llama.” Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros,
no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.” (Lc 16,19-26)
En
este episodio encontramos dos personajes que tienen condiciones muy diferentes a
lo largo de su vida en este mundo y que por consiguiente llegan a lugares distintos
dentro del sheol. Por un lado está el Rico que tras haber disfrutado placeres y
abundancia económica en este mundo, cuando termina su tiempo llega a un sitio
de castigo en el sheol. Por el otro lado se encuentra Lazaro el pobre, que al
haber tenido un paso por este mundo miserable y lastimoso y haber sufrido las
peculiaridades de la pobreza humana, adquiere como resultado de la Justicia
divina en el mundo futuro un lugar en el “Seno de Abraham”. Ahora bien ¿Que es
este lugar del que nos habla la Biblia?
Según
las concepciones judías de ese tiempo, en el Sheol iban a parar todos
los que morían, pero existía entre ellos una separación local, según sus actos
durante su vida mortal. En el mundo invisible de los muertos las almas de los
justos ocupaban una morada o compartimiento propio que estaba (como menciona el
texto citado) claramente separado por un muro o un abismo de la morada o
compartimento al que eran enviadas las almas de los réprobos.
La Gehenna:
Las almas de estos réprobos que en su vida y con sus acciones negaron a Dios
eran llevados a un lugar de tormentos habitualmente llamado Gehenna (cf. Mt
5,29-30; 18,9; Mc 9,42-48).
El Seno de Abraham:
Este era un lugar en que iban a parar los justos y se encontraba para los
judíos a la entrada del Sheol, en este lugar Abraham como padre de la fe
sostenía a todos aquellos que eran enviados por Dios hacia él para que no se
precipitasen al abismo, a “los infiernos”, que significa los lugares
inferiores. Los que aquí se encontraban no estaban condenados sino que
esperaban la manifestación del Hijo de Dios, del Salvador, que los rescatara
también a ellos de ese lugar de sombras. En efecto, además de estos dos lugares
a donde van a parar los que han muerto, Jesús revelara otro que el mismo
inaugurara con su Santo Sacrificio, un lugar de felicidad y seguridad conocido
bajo los nombres de “Paraíso” (cf. Lucas, 23,43), este es el “cielo”, el lugar
de gloria destinado para los que son de Dios. Pero los que estaban en el Sheol
a pesar de ser justos no podían aun ingresar al cielo ya que este no se
encontraba abierto, es hasta que llega Jesús a este mundo cuando los cielos se
empiezan a abrir pues Él ya está cumpliendo la voluntad del Padre, y esta es
que todos los hombres se salven:
“Apenas fue bautizado, Jesús salió del
agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios
descender como una paloma y dirigirse hacia él.” (Mt 3,16)
A
través del cumplimiento del mandato del Padre Cristo ha abierto los cielos para
que todos los justos ingresen, también a esto se refiere Mc 1,10 cuando dice
que se rasgaron los cielos, y también Mt 27,51 cuando menciona que se rasgo en
dos el velo del templo de Jerusalen, este velo estaba puesto en el templo como
separación entre la presencia del Señor y los hombres que ingresaban en el
templo, nada impuro podía ingresar en la presencia de Dios por eso traspasando los
dos pórticos (El de Salomon y el Real) del templo, se encontraba el agua para
las purificaciones rituales. Una vez limpios de pecado se podía ingresar al
atrio de Israel por medio de la “Puerta Hermosa”. Mas adentro aun, estaba el
atrio de los sacerdotes, ahí ni los levitas podían pasar. En el fondo del
templo se encontraba el santuario, pasando el vestíbulo del santuario se
encontraba el “Santo de los Santos” el lugar de la presencia de Dios, pero
nadie podía acceder a el, solo el Sumo Sacerdote y solo una vez al año durante
la fiesta del “Yom Kippur” o Gran
expiación. El acceso a la presencia de Dios estaba restringido, pero cuando
Cristo muere por nosotros nos abre el canal de acceso al Padre en el Hijo
amado, por eso se rasga el templo porque Dios enseña que ya no existe la
separación entre Dios y el hombre que el pecado causo. Pero si el cielo estaba
cerrado luego entonces el “Seno de Abraham” no es el cielo sino que se refiere
a un lugar intermedio entre el cielo y el infierno. Por eso es imagen de lo que
hoy conocemos como purgatorio y en donde existe un gran abismo entre los que
están allí y los que están en el infierno, de modo que no se pueda cruzar de un
lugar a otro.
C) POSIBILIDAD DEL RESCATE
DE LOS CAUTIVOS EN EL PURGATORIO POR LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS:
El
Catecismo de la Iglesia Católica enseña en sus números 947 y 948 el misterio de
la comunión de los Santos:
"Como
todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a
los otros. Es, pues, necesario creer que existe una comunión de bienes en la
Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza. Así,
el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros... "Como esta Iglesia
está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha
recibido forman necesariamente un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10,
24)”. La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos
significados estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]"
y "comunión entre las personas santas [sancti]".
La Comunión entre las Personas
de la Iglesia
Como
hemos estudiado existe comunión es decir, una “común unión” entre las personas
que son santas por pertenecer a Cristo, en virtud de lo que enseñan los números
954 y 955 del Catecismo de la Iglesia Católica, existen tres grados de
pertenencia a la Iglesia de Cristo pues hasta que el Señor venga en su esplendor
con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus
discípulos, unos peregrinan en la tierra (Iglesia militante); otros, ya
difuntos, se purifican en el purgatorio (Iglesia purgante); mientras otros
están glorificados en el cielo (Iglesia Triunfante), contemplando
"claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"»: «Todos, sin
embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios
y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto,
todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y
están unidos entre sí en Él» (LG 49).
"La
unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en
la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante
fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes
espirituales" (LG 49).
Por
eso decía el Papa Pio X: “¿Se extiende también al cielo y al purgatorio la
comunión de los santos? - Si, señor; la comunión de los santos se extiende
también al cielo y al purgatorio, porque la caridad une las tres Iglesias:
triunfante, purgante y militante; los santos ruegan a Dios por nosotros y por
las almas del purgatorio, y nosotros damos honor y gloria a los santos, y
podemos aliviar a las almas del purgatorio aplicándoles en sufragio misas,
limosnas, indulgencias y otras buenas obras” (Catecismo S. Pio X, 224).
VII. EXPERIENCIAS Y TESTIMONIOS SOBRE
EL PURGATORIO
Santa
Catalina de Génova (1447-1510), llamada "la doctora del
Purgatorio" por su obra "Tratado del Purgatorio", dijo
que hay en las almas del Purgatorio un gozo inmenso, parecido al del cielo, y
un dolor inmenso, semejante al del Infierno, que ni el lenguaje puede
expresar ni se entiende su dimensión, y el uno no quita el otro. Y San Juan de
la Cruz (1542-1591) dijo que "por más que el alma se ayude, no puede
ella activamente purificarse de manera que esté dispuesta en la menos parte
para la divina unión de perfección de amor, si Dios no la toma de la mano y la
purifica en aquel fuego oscuro para ella" (1 Noche 3, 3).
Pero
no existe nada más impactante como el relato propio de las experiencias de
quienes han estado en el Purgatorio y, de una forma u otra, lo han comunicado a
personas que se encontraban aún en esta vida, por lo general a santos de la
Iglesia, y que detallaremos a continuación, ya que ello reafirmará nuestra fe
en el Purgatorio sin duda alguna.
1.-
Tertuliano, en su libro "Actas del martirio de Santa Felicidad y
Perpetua", cuenta lo que le sucedió a Santa Perpetua en el año 202. Una
noche, mientras ella estaba en la cárcel, vio a su hermano Dinocrates, quien había
muerto a los siete años de edad a causa de un tumor en el rostro. Santa
Perpetua lo cuenta así: "Vi salir a Dinocrates de un lugar tenebroso,
donde estaban encerrados muchos otros que eran atormentados por
el calor y la sed. Estaba muy pálido. En el lugar donde estaba mi
hermano había una piscina llena de agua, pero tenía una altura superior a
la de un niño, y mi hermano no podía beber. Comprendí lo que mi hermano sufría
y por eso, orando con fervor día y noche, pedía que fuera aliviado. Una tarde
vi de nuevo a Dinocrates, muy limpio y bien vestido y totalmente restablecido,
con su herida del rostro totalmente cicatrizada. Ahora sí podía beber del agua
de la piscina, y lo hacía con alegría. Cuando se sació comenzó a jugar
con el agua. Me desperté y comprendí que había sido sacado de aquel lugar
de sufrimientos" (VII, 3 – VIII, 4).
2.-
San Nicolás de Tolentino (siglo XIII) tuvo una experiencia mística que le
convirtió en patrono de las almas del Purgatorio. Un sábado en la noche,
después de una prolongada oración, escuchó una voz lastimera que le
decía: "Nicolás, Nicolás, mírame a ver si todavía me reconoces. Soy
tu hermano y compañero Fray Peregrino. Hace tiempo que sufro grandes penas en
el Purgatorio y por esto te pido que ofrezcas mañana por mí la Santa Misa para
poder irme por fin libre al Cielo. Ven conmigo y mira". Nicolás le siguió
y vio una llanura inmensa cubierta de innumerables almas entre torbellinos de
purificadoras llamas, mientras le tendían sus manos llamándole por su nombre y
pidiéndole ayuda. Conmocionado por esta visión, Nicolás la refirió al Superior
del Monasterio donde se encontraba, quien le dio permiso para dedicar la Misa
durante varios días por las almas del Purgatorio y, especialmente por Fray
Peregrino. A los siete días se le apareció de nuevo Fray Peregrino, ahora
resplandeciente y glorioso junto con otras almas, para agradecerle y
demostrarle la eficacia de sus súplicas.
3.-
Cuenta el Papa y Doctor de la Iglesia, San Gregorio Magno (540-604) que, siendo
aún Abad de un Monasterio antes de ser nombrado Papa, había en el mismo un
monje llamado Justo, quien ejercía la medicina con el permiso del
Abad. En una ocasión Justo aceptó sin la autorización de sus superiores una
moneda de tres escudos de oro, faltando así gravemente al voto
de pobreza. Después se arrepintió y le dolió tanto su acto que se enfermó
y murió al poco tiempo, pero en paz con Dios. Sin embargo San Gregorio, con el
fin de inculcar en sus religiosos una gran aversión por ese pecado, hizo
sepultar a Justo en un basural que se encontraba fuera de los muros del
cementerio del Monasterio, donde también echó la moneda de oro, haciendo
repetir a los monjes las palabras de San Pedro a Simón Mago: "Que
tu dinero perezca contigo". A los pocos días San Gregorio sintió
que quizás había sido demasiado estricto con su castigo, y encargó al ecónomo
celebrar treinta Misas seguidas, sin dejar ningún día, por el alma del difunto.
El
ecónomo obedeció, y el mismo día que terminaron de celebrarse las treinta
Misas, se le apareció Justo a otro monje llamado Copioso, diciéndole que subía
al Cielo, libre ya de las penas del Purgatorio, gracias a las treinta Misas
celebradas por su alma. Estas Misas de intercesión son las
llamadas gregorianas, en honor de San Gregorio.
4.-
En el año 1070 ocurrió un suceso extraordinario en la vida de San Estanislao,
Obispo de Cracovia, en Polonia. Una persona de nombre Pedro Miles le
había regalado para la Iglesia antes de morir algunas tierras de
su propiedad. Sus herederos, conscientes de que tenían el apoyo del Rey,
sobornaron a algunos testigos y consiguieron que San Estanislao fuera
sentenciado a devolver dichos terrenos.
Entonces
Estanislao les dijo que acudiría al difunto, muerto tres años antes, para que
diera testimonio de la autenticidad de su donación. Después de treinta días de
ayuno y oración, Estanislao se dirigió con el clero y gran cantidad de fieles
hacia la tumba donde yacía Pedro Miles, y ordenó que fuera abierta. Sólo
encontraron en su interior los huesos del fallecido y poco más.
Entonces
San Estanislao pidió al difunto Pedro que diera testimonio en nombre de Dios, y
éste, por milagro de Dios, se levantó de la tumba y dio testimonio ante el
Príncipe Boleslao, que estaba ahí presente junto con los demás asistentes,
de la veracidad de su donación. El difunto solamente pidió a cambio a
Estanislao y a todos los presentes que hicieran muchas oraciones por él para
así poder liberarse de los sufrimientos que estaba padeciendo en el Purgatorio.
Esta hecho, absolutamente histórico, fue atestiguado por muchas personas que lo
presenciaron.
5.-
San Pedro Damiano (1007-1072), Cardenal y Doctor de la Iglesia, cuenta que en
su tiempo era costumbre que los habitantes de Roma visitaran las
Iglesias con velas encendidas durante la noche de la Vigilia de la Asunción. Un
año sucedió que una noble señora estaba orando en la Basílica María in Aracoeli
cuando vio delante suyo a una dama a la cual ella conocía bien, y que había
muerto hacía un año; se llamaba Marozia y era su madrina de bautismo. Ella le
dijo que estaba sumergida en el Purgatorio por los pecados de vanidad de
su juventud, y que al día siguiente iba a ser liberada con muchos miles de
almas más en la fiesta de la Asunción.
Marozia
dijo que cada año la Virgen María renueva este milagro de
misericordia y libera a un número tan grande de almas como
la población de Roma, que en aquella época rondaba los doscientos mil
habitantes. Siguió diciéndole: "Nosotras, las almas purgantes, nos
acercamos en esta noche a los Santuarios dedicados a ella. Si pudieras verías a
una gran multitud que está aquí conmigo. En prueba de la verdad de cuanto te
digo, te anuncio que tú morirás de aquí a un año, en esta misma fiesta".
San pedro Damiano refiere que, ciertamente, esta piadosa mujer murió
al año siguiente, y que se había preparado bien para ir al Cielo el día de la
fiesta de la Virgen María.
6.-
La Beata Sor Ana de los Ángeles y Monteagudo, religiosa dominica
peruana del siglo XVI, cuenta que un día las monjas pasaban hambre porque no
había en el Convento ningún alimento. Sor Ana pidió que le trajeran el
Breviario para rezar juntamente con las demás monjas a las almas del Purgatorio
para que les enviaran alimentos. Y ocurrió que antes de terminar de rezar
el Oficio de difuntos, la mandaron llamar a la portería del Convento y Sor Ana
le dijo a Sor Juana, otra monja: "¿No te he dicho que las almas del
Purgatorio mandarían de comer? Ve tú misma a la portería y recibe lo que
traen". Allí estaba un joven de buen aspecto que les traía panes, quesos,
harina y mantequilla.
7.-
Santa Teresa de Jesús (1515-1582), hablando de la fundación del Convento de
Valladolid, dice así: "Tratando conmigo un caballero principal, me
dijo que si quería hacer un Convento en Valladolid, que él daría una casa que
tenía con una huerta muy buena. A los dos meses, poco más o menos, le dio un
mal tan acelerado que le quitó el habla y no se pudo bien confesar, aunque tuvo
muchas señales para pedir perdón al Señor. Muy en breve murió y
díjome el Señor que había estado su salvación en harta aventura y que había
tenido misericordia de él por aquel servicio que había hecho a su
Madre en aquella casa que había dado para hacer un Convento de su Orden, y que
no saldría del Purgatorio hasta la primera Misa que allí se dijese, que
entonces saldría.
Estando
un día en oración en Medina del Campo me dijo el Señor que me diese prisa, que
padecía mucho aquella alma. No se puede hacer tan presto, pero nos dieron la
licencia para decir la Misa adonde teníamos para Iglesia, y así nos lo dijeron.
Viniendo el sacerdote adonde habíamos de comulgar, llegando a recibirle, junto
al sacerdote se me presentó el caballero que he dicho, con el rostro
resplandeciente y alegre. Me agradeció lo que había hecho por él para que
saliese del Purgatorio y fuese su alma al Cielo" (Fundaciones, 10).
8.-
Otra experiencia de Santa Teresa de Jesús fue por la muerte de un provincial de
su Orden, y ella lo que explicó así: "Estando pidiendo por él al
Señor lo mejor que podía, me pareció salía del profundo de la tierra a mi lado
derecho, y vile subir al Cielo con grandísima alegría. Él era ya bien viejo,
mas vile de edad de treinta años y aún menos me pareció, y con resplandor en el
rostro" (Vida 38, 26).
9.-
También Santa Teresa de Jesús contaba que "habíase muerto una monja
en casa, hacía poco más de día y medio. Estando diciendo una lección de
difuntos, la vi que se iba al Cielo. Otra monja también se murió en mi misma
casa; ella, de hasta 18 o 20 años, siempre había sido enferma y muy sierva de
Dios. Estando en las Horas, antes de que la enterrasen, harían cuatro horas que
era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al Cielo"(Vida, 38, 29).
10.-
En vida de Santa Catalina de Ricci (1522-1590) se dice que el 19 de octubre de
1587 murió asesinado Francisco I, Gran Duque de Toscana y gran bienhechor de la
santa y de su Convento. Ella le pidió a Dios tomar sobre sí misma todas
las pruebas que él debería sufrir en el Purgatorio y durante cuarenta
días ocurrió un fenómeno inexplicable para los médicos. El cuerpo de Catalina
parecía como de fuego y no podían tocarla sin quemarse, hasta el punto que su
celda parecía que estuviera en llamas. Era un sufrimiento verla padecer sin
poder ayudarla. Cuando pasaron los cuarenta días y todas las penas le fueron
descontadas al Duque, Catalina volvió a ser la persona normal de siempre. Y el
Duque se le apareció, glorioso y resplandeciente, porque ya iba al cielo.
11.-
La Venerable María de Jesús Agreda (1602-1665) fue transportada varias veces al
Purgatorio a visitar las almas. En una ocasión oyó que le decían: "María
de Jesús, acuérdate de mí". Era una mujer de la villa de Agreda, que se
llamaba María Lapiedra y que había muerto en Murcia.
12.-
En los documentos del proceso de beatificación del Padre carmelita
Domingo de Jesús y María, muerto en 1630, se cuenta que cuando lo manaron sus
superiores a Roma, en su habitación del Convento encontró el cráneo de una
calavera que, según la costumbre de entonces, le ayudaría a pensar en la
muerte. Uno noche oyó una voz que salía de dicho cráneo que decía: "Nadie
se acuerda de mí". El sacerdote se puso a orar, echó agua bendita y
escuchó: "Agua, agua, misericordia, misericordia". La voz del
difunto le dijo que era un alemán que había muerto en Roma mientras visitaba
los santos lugares. Le dijo además que estaba en el Purgatorio y que nadie se
acordaba de él. El Padre Domingo oró mucho por él y a los pocos días se le
apareció el difunto lleno de belleza esplendorosa para agradecerle su
liberación.
13.-
Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) escribió a la Madre Sanmaise
explicándole lo siguiente: "Nuestra madre me permitió a favor del las
almas del Purgatorio pasar la noche del Jueves Santo (15 de abril de 1683)
delante del Santísimo Sacramento, y allí estuve una parte del tiempo toda como
rodeada por estas pobres almas con las que he contraído una estrecha amistad.
Me dijo el Señor que Él me ponía a disposición de ellas durante este año para
que les hiciera todo el bien que pudiese. Están frecuentemente conmigo y las
llamo mis amigas pacientes" (Carta 22).
14.-
Susana María de Riants (1639-1724), religiosa visitandina del Convento de
L"Antiquaille de Lyon, Francia, tenía el carisma de ser visitada
frecuentemente por las almas del Purgatorio. Ella cuenta que "un día,
durante la Misa, tuve la fuerte inspiración de pedir por el alma de uno de mis
amigos y bienhechores del Convento, quien había muerto hacía poco más de diez
años. Cuando el sacerdote elevaba la Hostia, vi a Jesús que oraba por él al
Padre. El difunto estaba presente en la Misa, prosternado y con un profundo
agradecimiento ante el Salvador. Por la tarde vino a decirme que iba a la
gloria del Cielo y me daba las gracias por mis oraciones.
15.-
En la ida de Santa Crescencia de Hoss (1682-1794) se cuenta que cuando murió su
director espiritual, el Padre jesuita Ignacio Vagener, el 18 de octubre de
1716, ella lo vio en el Coro junto a ella como un fantasma blanco. Ella rezó
por él sin saber aún quién era, aunque sí dándose cuenta de que era un alma
purgante. El día 21 se le apareció de nuevo y entonces lo reconoció. Crescencia
oró mucho por él y el día 23 se le apareció otra vez, pero ya lleno de
esplendor, para agradecerle sus oraciones.
16.-
La Venerable Ana Catalina Emmerick (1774-1824) tuvo muchas experiencias con las
almas del Purgatorio y explicaba que todo lo que hacemos por ellas les causa
una inmensa alegría. Dice también que ha visto protestantes que han vivido
piadosamente en su ignorancia, pero están abandonados porque carecen de
oraciones. Ana Catalina dijo una vez que el 13 de julio de 1821 vio "un
jabalí muy grande y espantoso que salía asomando de un lugar profundo y
maloliente. Yo temblaba y me estremecía. Era el alma de una dama de París y me
dijo que yo no podía rogar por ella puesto que debía permanecer en el
Purgatorio hasta el fin del mundo, pero que debí rogar por su hija para
que se convirtiese y no cometiera pecados como ella".
17.-
La Beata Isabel Canon Mora (1774-1825) escribió en su Diario: "El 17
de junio de 1814 se me presentó el Papa Pío VI, muerto en 1799, y me pidió que
rogara por él porque todavía estaba en el Purgatorio. Me dijo que fuera a ver a
mi padre espiritual y que él me manifestaría lo que debía hacer para obtener
esa gracia para el Papa. A cambio me prometió no abandonarme nunca y ser mi
protector desde el Cielo. Mi padre espiritual me dijo que fuera cinco veces a
la Iglesia de Santa María la Mayor a visitar el altar de San Pío V y rezarle
por la liberación de su sucesor. Al día siguiente, a la hora de Vísperas, me
fue asegurado que el Papa Pío VI entraba en el Paraíso. El 19 de junio, durante
la Comunión, vi a este Sumo Pontífice delante del trono de Dios".
18.-
Santa Gema Galgani (1878-1903) tenía hecho el voto de ánimas a favor de las
almas del Purgatorio, y todos los días pedía especialmente por ellas. Cuando
murió la religiosa pasionista Madre María Teresa el 16 de julio del 1900, Santa
Gema oró mucho por su alma y decía: "Hoy el Ángel de la Guarda me ha
dicho que Jesús quería que sufriera esta noche unas dos horas por un alma del
Purgatorio. Sufrí, de hecho, dos horas como me había pedido Jesús por la Madre
María Teresa, y el día de la Asunción de María me pareció que me tocaban en la
espalda. Me di media vuelta y vi a mi lado a una persona vestida de blanco.
Esta persona me preguntó: "¿Me conoces? Soy la Madre Teresa y he venido
para darte gracias por lo mucho que me has ayudado. Prosigue aún unos días más
y estaré eternamente feliz". Finalmente ayer por la mañana después de la
santa Comunión, Jesús me dijo que hoy, después de medianoche, iría al Cielo la
Madre Teresa. Y efectivamente, así fue" (Carta a Monseñor Volpi, 10
de agosto del 1900).
19.-
Sor Lucía dos Santos (1907-2005), dice en sus Memorias que en la
primera aparición en de la Virgen en Fátima el 13 de mayo de 1917 Lucía le
preguntó: "Está María Nieves en el Cielo? Si está, repuso la Virgen.
¿Y Amelia? Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo, dijo la Virgen
María". ¿Qué pecado podría haber cometido Amelia para estar en el
Purgatorio hasta el fin de los tiempos? Se preguntó Lucía, ¿El aborto?
20.-
Santa Faustina Kowalska (1905-1938) dice en sus escritos
autobiográficos: "Un día vi a mi ángel custodio, que me ordenó
seguirle. En un momento me encontré en un lugar nebuloso lleno de fuego y en él
una multitud de almas sufrientes que rezaban con fervor, pero sin eficacia
alguna para ellas mismas ya que solamente nosotros podemos ayudarlas. Y les
pregunté a aquellas almas cuál era su mayor sufrimiento. Me contestaron
unánimemente que su mayor sufrimiento era la añoranza de Dios y el gran deseo
de amarle. Entonces oí una voz que me dijo: Mi misericordia no quieres esto,
pero lo exige mi justicia" (Cuaderno 1, número 7).
21.-
A Teresa Neumann (1898-1962), la estigmatizada alemana, se le aparecían almas
del Purgatorio para pedirle ayuda. Un día se le apareció el sacerdote que la
bautizó y dio su Primera Comunión, quien le pidió que orara por él para poder
salir del Purgatorio. Igualmente la noche de Corpus Christi de 1931 se le
apareció su madrina Forster, muerta recientemente; Teresa oró por ella y la vio
brillantes subiendo al Cielo.
22.-
Un día de otoño de 1917, el Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968) estando solo
rezando el Rosario vio junto a sí a un anciano envuelto en un capote. Al
preguntarle qué hacía allí y quién era, le respondió que había muerto quemado
en ese Convento en 1908 y quería descontar ahí su Purgatorio. El Padre Pío le
prometió rezar por él. Un día le contó este suceso al Padre Paolino y éste fue
al Municipio para ver los registros y encontró que, efectivamente,
constaba el nombre de un anciano, de nombre Mauro Pietro (1831-1908) quien
había muerto quemado en aquel Convento.
23.-
Eduvigis Carboni (1880-1952), la estigmatizada con fama de santidad de
Cerdeña, Italia, contó que un día de octubre de 1943 se le presentó
un hombre vestido de oficial de ejército que le dijo: "He
muerto en la guerra y quisiera que celebren por mí Misas, y que tú y
tu hermana ofrezcan por mí las comuniones". Después de varios días se
presentó de nuevo el oficial, resplandeciente, diciéndole: Soy ruso y me
llamo Pablo Vischin. Ahora voy al Paraíso y rezaré por vosotras".
24.-
Teresa Musco (1943-1976), la estigmatizada de Caserta, Italia, contó que el 2
de noviembre de 1962, no pudiendo ir al cementerio a pesar de ser Día de
Difuntos, oró desde su casa con todo fervor por las almas del Purgatorio. En
las primeras horas de la tarde, mientras seguía orando, vio en su habitación
muchas personas, y les preguntó: "¿Qué queréis?". Ellas la
saludaron con mucha alegría y le dijeron: "Nos han liberado del
Purgatorio con tus oraciones y venimos a darte las gracias". Después
desaparecieron, resplandecientes de alegría y amor.
Victor Hugo Mena Hernández
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