domingo, 17 de febrero de 2013




PREGUNTA: 

¿QUE ES UNA VISITA PASTORAL?

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I. Ubicación de este acontecimiento.

En la Visita Pastoral, el Buen Pastor (Jn 10,10) visita a las ovejas de una comunidad parroquial a través del Obispo, su representante en la Diócesis. De este modo, Jesús, enviado por el Padre, sigue conociendo, amando, alimentando y defendiendo a las ovejas del rebaño de su Padre, por las cuales ha dado la vida.

La Visita Pastoral está integrada dentro del proceso diocesano de pastoral, y para la parroquia es momento fuerte de evangelización, dentro de la Misión permanente, con el proceso sinodal y la elaboración del Plan diocesano de pastoral y el Sínodo de los Obispos para América sobre la Nueva Evangelización..

En general, la ejecución de la visita se hace en un espíritu de flexibilidad y libertad. Es importante, porque en la parroquia aterriza todo lo proyectado: es su nivel de ejecución. Por «comunidad parroquial» entendemos una parroquia o una cuasiparroquia.

La Visita Pastoral quiere resaltar como su nombre lo indica sobre todo lo pastoral, por encima de lo meramente canónico. Se pretende que sea momento de salvación, no de preocupación. Su estructura es más informal, sin sobrecargar de trabajo.

El Obispo se acompaña de los organismos diocesanos para una vinculación a la parroquia, y la presencia de encargados decanales. Buscan ayudar a la comunidad a integrar sus equipos y redondear unos programas realistas y posibles. Detectan el funcionamiento de los Equipos o Comisiones parroquiales y ver cuáles acciones se deben impulsar.

II. Objetivos de la Visita Pastoral.

La Visita Pastoral el Obispo Diocesano a las Parroquias persigue los siguientes objetivos:
1. Entablar un contacto más directo con la realidad parroquial. Determinar las urgencias prioritarias a atender. Concretar y complementar una Encuesta socio pastoral. Preparar el Plan diocesano de Pastoral.

2. Tener cercanía a los agentes de pastoral, para motivarlos, escucharlos, consolarlos y orientarlos. Renovar su espíritu misionero, reanimar sus energías, uniéndolos en una mística de comunión y participación.

3. Renovar y revitalizar la vida cristiana y el apostolado en la comunidad, asegurando continuidad en los procesos.

4. Revisar la eficacia de las estructuras e instrumentos de evangelización. Afianzar el proceso de pastoral, la sectorización y los equipos de servicio.

5. Establecer vinculación entre los organismos diocesanos y la parroquia. Asesorar los equipos de servicio o comisiones pastorales de la parroquia, por parte de las Comisiones diocesanas y demás organismos de servicio pastoral diocesano.

III. El Significado de la Visita Pastoral

El Obispo diocesano debe ejercer su oficio de pastor y testigo de Cristo sobre los sacerdotes, religiosos y fieles laicos a él confiados. Por eso realiza visitas pastorales en su diócesis, con toda la autoridad que le confiere la plenitud del Orden, para conocer a la comunidad diocesana y para dirigir y coordinar todo el trabajo pastoral (Christus Dominus 11-19).

La Visita Pastoral en nuestra Diócesis pretende ser un tiempo fuerte de Evangelización; un especial encuentro del Pastor con la comunidad en su pluralidad territorial y sectorial; una ocasión para impulsar, revisar y motivar el trabajo pastoral de la comunidad de acuerdo al proceso pastoral diocesano; además, un signo de la comunión dentro de la pluralidad de la Iglesia.

a) Un tiempo fuerte de Evangelización.

La Iglesia «nace de la acción evangelizadora de Jesús y de sus Doce (EN 15). Jesús cumple este envío a través de su ministerio. El ministerio es continuado por los Apóstoles (Hch 2,41ss) y sus sucesores. Hasta el día de hoy y hasta la consumación de los siglos, la Iglesia ha tenido esta sublime tarea. La Iglesia es enviada a ser presencia de Cristo, pero no de otra manera, sino continuando su misión y su condición de evangelizador (Evangelii Nuntiandi 15).

Hay que contemplar en la vida y crecimiento de las comunidades primitivas en la Iglesia, el gran valor del ministerio de los Apóstoles. San Pablo los pone siempre en primer lugar en la lista de las funciones al servicio de la comunidad (1 Cor 12, 28-31). El nombre de «Apóstoles» es funcional, deriva del verbo «Apostellein» = Enviar. Las comunidades deben recibirlos como al Señor  (Ga 4,14). Dios reúne a su pueblo y lo alimenta con su Palabra, que destina a todos los hombres. Por eso el servicio de la Palabra es el primer objetivo de la misión del ministerio del Señor (1 Cor 1,17). Para su ministro la responsabilidad primera y fundamental es la doctrinal (Ef 4, 11; 1 Tim 3,2; 4,6- 13; Hch 20,28-32). Entre la gran riqueza de servicios que van floreciendo en las primitivas comunidades, el servicio de la Palabra ocupa el primer lugar (1 Cor 12,8; 1 Pe 4, 11; Heb 13, 7).

Visto esto, la Visita Pastoral es una gran oportunidad que tiene el Obispo, en unión con otras personas, para estimular el cumplimiento de este deber de evangelizar. Evangelizar de manera intensiva, pero no aislada del Plan Diocesano, sobre la Iglesia -en general- y más en particular, sobre el Obispo y la Visita Pastoral.

La realidad ya descubierta dentro del caminar de la Pastoral diocesana, hay que iluminarla con un anuncio claro sobre la Iglesia como Pueblo de Dios, que ayudará a que la mayoría de los miembros de la parroquia sean conscientes de su pertenencia a la comunidad como cristianos. Un pueblo con diversas funciones y con orden, sin anarquía, dando condiciones para que todos puedan crecer como hijos de Dios.

La realidad también habría que iluminarla con un anuncio sobre la Iglesia como Comunión de personas. Una invitación a sentirse una sola cosa en la parroquia y en la Diócesis, recalcando la obra del Espíritu Santo, que es el que realiza esta comunión entre nosotros. Convencerse cada vez más de que el único Evangelio de Jesucristo sólo puede ser acogido en la unidad (Documento Puebla 638).

Cristo no puede estar dividido (1 Cor 1,13). Es imposible que el mundo crea en Jesucristo si entre los discípulos no existe la comunión fraterna (Jn 17,23). La Iglesia como Sacramento de Comunión, está abierta para servir comunitariamente al mundo; una Iglesia que se hace corresponsable con diversos servicios, estructuras y funciones.

La Visita Pastoral es una oportunidad de presentar la figura del Obispo como fuente y centro de unidad diocesana y de la edificación de la Iglesia en la Diócesis.

El Obispo, como ministro de Cristo y sucesor de los Apóstoles, en comunión con los demás Obispos y el Papa, con la participación responsable y ordenada de todo el Pueblo de Dios, debe guiar a la
Iglesia Diócesana como pastor, maestro y pontífice.

Con la Visita Pastoral se presenta el Obispo en modo concreto como principio y fundamento de unidad en su Iglesia Particular (Lumen Gentium 23; Documento Puebla 687-689).

b) Encuentro del Pastor con la Comunidad.

"... La Visita Pastoral, auténtico tiempo de gracia y momento especial, más aún, único, para el encuentro y diálogo del Obispo con sus fieles" (Pastores Gregis, 46).

La Visita Pastoral del Obispo es un tiempo de gracia para una comunidad cristiana porque es como una visita de Cristo, Buen Pastor, enviado por el Padre, a través de su representante pleno en la Diócesis a todas las ovejas de su rebaño, Jesús, Buen Pastor
(Jn 10,10) que conoce, ama, alimenta y defiende a las ovejas del rebaño de su Padre, dando por ellas la vida.

El Obispo es sucesor directo de los Apóstoles, recibió la plenitud del ministerio sacerdotal, enlaza la Iglesia particular con la Iglesia apostólica y la Iglesia universal, y tiene una misión en su Iglesia particular y en la Iglesia universal. «El Orden de los Obispos sucede en el magisterio y en el régimen pastoral al Colegio de los Apóstoles; más aún, en él perdura sin interrupción el cuerpo apostólico. Pues los Obispos, como sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor, a quien se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el Bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación; el Colegio Episcopal, reunido bajo una sola Cabeza, el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, expresa la unidad, variedad y universalidad de la grey de Cristo» (Ritual de Ordenación, n. 12).

«A su vez, cada uno de los Obispos, puestos al frente de las Iglesias particulares, ejercen su gobierno pastoral sobre la porción del pueblo de Dios que se les ha confiado, son el principio y fundamento visible de la unidad en esas Iglesias particulares, conformadas a imagen de la Iglesia universal, pues en ella y por ellas existe la Iglesia católica» (Ritual de Ordenacion, n.13).

El Obispo es «profeta, testigo y servidor de la esperanza (1 Pe 3,15), sobre todo donde es más fuerte la presión de una cultura inmanentista que margina toda apertura a la trascendencia. Donde falta la esperanza, la fe misma es cuestionada. Incluso el amor se debilita cuando la esperanza se apaga. Esta, en efecto, es un poderoso sustento para la fe y un incentivo eficaz para la caridad, especialmente en tiempos de creciente incredulidad e indiferencia. La esperanza toma su fuerza de la certeza de la voluntad salvadora universal de Dios (1 Tim 2,3) y de la presencia constante del Señor Jesús, el Emmanuel, siempre con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20)… « (Cfr. Pastores Gregis n. 3). Proclamamos la esperanza que no defrauda, y elevamos a Dios una oración para que nuestro Obispo, en su Visita Pastoral sea en verdad «centinela atento, profeta audaz, testigo creíble y fiel servidor de Cristo “esperanza de la gloria” (Col 1,27)» (Pastores Gregis 3).

La Visita del Obispo a las parroquias es, sobre todo, el encuentro del Obispo con las personas, es decir: con el clero y los laicos. Y tomando en cuenta que los laicos son mayoría, el Obispo se esforzará por tener contacto con ellos, aunque no sean cristianos practicantes, para poder extender a todos su solicitud de pastor del modo más justo y eficaz.

La frecuencia y duración de la visita debe ser de acuerdo con las necesidades pastorales de cada lugar. Pero siempre se ha de luchar para que sean visitas profundas, con toda calma, con las personas que han participado en el estudio de la realidad. Igualmente se ha de ofrecer el tiempo necesario para conversar con aquellos laicos que lo pidan, sobre asuntos que tocan a la vida espiritual de los mismos y al bien de la parroquia. Los laicos tienen el derecho de recibir con abundancia, de los sagrados pastores, los auxilios de los bienes espirituales de la Iglesia, en particular la Palabra de Dios y los Sacramentos.

En la Visita Pastoral los laicos pueden manifestar sus necesidades y deseos con aquella libertad y confianza que convienen a los hijos de Dios y hermanos en Cristo. Conforme a la ciencia, la competencia y al prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecido acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia (Lumen Gentium 37).

La Visita Pastoral se manifiesta como una «búsqueda de la almas necesitadas de saberse amadas con generosidad y guiadas con seguridad» (Pablo VI, Discurso en el Laterano, al iniciar la Visita Pastoral de la Diócesis en Roma, 9 abril 1967). Los pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse al servicio los unos de los otros y de los restantes fieles; éstos a su vez asocien gozosamente su trabajo al de los pastores y maestros (Lumen Gentium 32).

c) Revisión y motivación de trabajos pastorales.

El Obispo considera deber suyo no solo estimular, alentar y aumentar las fuerzas que trabajan en la Diócesis, sino también coordinarlas entre sí, salvados siempre la libertad y los derechos legítimos de los fieles; así se evitan dispersiones dañosas, multiplicaciones inútiles, discordias deletéreas (Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 27).

La Visita Pastoral ofrece al Obispo una ocasión feliz para estimular a todos los agentes de pastoral; para darse cuenta personalmente de las dificultades de la evangelización y de los trabajos apostólicos dentro del Plan Pastoral de la Diócesis; para revisar y revalorizar el programa de pastoral parroquial y diocesana; para reavivar las energías tal vez disminuidas.

La Visita Pastoral ofrece al Obispo una ayuda muy valiosa para que cumpla cada día mejor su «responsabilidad de discernir los carismas y fomentar los ministerios indispensables para que la Iglesia Diocesana crezca hacia la madurez como comunidad evangelizadora, de tal manera que sea luz y fermento de unidad y liberación integral, apta para el intercambio con las demás Iglesias Particulares... (Documento Puebla, 647).

Servirá mucho también que los clérigos y demás agentes de pastoral de la parroquia tomen conciencia que la Visita Pastoral no debe tomarse como una «auditoría» o como una «fiscalización», sino que es un medio importantísimo para su formación como pastores. Por eso se ha de procurar que en cada Decanato y parroquia haya participación directa y activa tanto en la preparación remota y próxima, como en la realización de la visita.

Puede suceder que la Visita Pastoral sea un medio que ayude a algunos sacerdotes a superar el aislamiento y la frustración, porque en un plan de conjunto su labor les permite experimentar que su tarea les incorpora a toda la Diócesis. Que su ministerio individual es parte importante dentro del ministerio comunitario diocesano.

d) Un signo de la comunión eclesial

Cada parroquia forma parte de esa red de comunidades eclesiales que constituyen la Iglesia de Cristo en todo el mundo, organizado en Iglesias particulares. Podríamos hacer cierta analogía con el significado de la Visita «ad limina apostolorum». Dice la Constitución apostólica «Pastor Bonus» de Juan Pablo II en el Anexo I: «Son realización visible de ese movimiento o circulación entre Iglesia universal e Iglesias particulares, que teológicamente se puede definir como una cierta “pericóresis”, o bien se puede comparar con el movimiento de diástole-sístole, por el que la sangre fluye del corazón hacia las extremidades del cuerpo y de estas vuelve al corazón» (n 2). «Se encuentran dos personas, cada uno con su responsabilidad inderogable, pero no como personas aisladas, pues cada uno representa a su modo el “nosotros” de la Iglesia, el “nosotros” de los fieles, el “nosotros” de los obispos, que en cierto sentido constituye en único “nosotros” del Cuerpo de Cristo. En su comunión se comunican los fieles entre sí, y del mismo modo se comunican a la Iglesia universal y a la Iglesias particulares» (n. 3).

«Se realiza un particular y maravilloso “intercambio” entre lo que en la Iglesia es particular, o sea, local, y lo que es universal, según el principio de catolicidad; pues en virtud de esta, “cada una de las partes colabora con sus dones propios a las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad (Lumen Gentium 13)… Tienen como finalidad no sólo una información mutua, sino también el crecimiento y la consolidación de una estructura colegial del cuerpo-organismo de la Iglesia, que constituye una particular unidad en la diversidad.

El movimiento de esta comunicación eclesial es doble. Por una parte está la convergencia hacia el centro y fundamento visible de la unidad que, en el compromiso y en la responsabilidad personal de cada obispo y con el afecto de espíritu colegial, se expresa en sus agrupaciones y conferencias. Por otra parte está el oficio “concedido personalmente a Pedro” (Lumen Gentium, 20) en servicio de la comunión eclesial y de la expansión misionera, con el fin de que no se deje de probar nada con la intención de promover y guardar la unidad de la fe y la disciplina común con toda la Iglesia, y se reavive la conciencia de que la preocupación por anunciar el Evangelio en todas partes pertenece principalmente al cuerpo de los Pastores» (n 5).

En el caso de la Visita Pastoral, se trata del encuentro entre el Obispo, enlace de esa comunidad con los Apóstoles y con la Iglesia universal, y el párroco y equipo de sacerdotes responsables de una porción de esa Iglesia particular.

La Exhortación apostólica «Pastores gregis» en el n. 57 repite y precisa los mismos datos, con muchas referencias patrísticas. Añade la comparación de la visita con la «savia vital que viene de Cristo y une todas las partes como la savia de la vid llega a todos los sarmientos (Jn 15,5). Esto se pone de manifiesto sobre todo en la Celebración Eucarística: cada Eucaristía se celebra en comunión con el propio Obispo, con el Romano Pontífice, y con el Colegio episcopal y, a través de ellos, con los fieles de cada Iglesia particular y de toda la Iglesia, de modo que la Iglesia universal está presente en la particular y ésta se inserta, junto con las demás Iglesias particulares, en la comunión de la Iglesia universal».

IV. Fundamento de la Visita Pastoral en la Revelación Escriturística: El Señor nos ha visitado primero.

Es necesario para comprender el fundamento escriturístico de la Visita Pastoral traer a la mente aquellas palabras de la oración del Benedictus pronunciada por Zacarías padre de Juan el Bautista en el Evangelio cuando estaba lleno del Espíritu Santo: "Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo" (Lc. 1,68). He aquí el gran acontecimiento: Dios no nos ha abandonado, sino que nos ha dado a su Hijo Jesucristo que, con su Muerte y Resurrección, nos ha librado de la muerte y del pecado. Esta es la radical y original visita desde donde arranca el significado de toda visita pastoral como tarea apostólica y evento de gracia para las comunidades e instituciones que la reciben. Así, el Obispo con su grey pone su mirada en el "supremo Pastor" (1 Pe 5,4) y guardián de nuestras almas (1 Pe 2,25), Cristo el Señor que ha visitado a su pueblo con la paz. Por eso, la visita pastoral es el momento en el que se patentiza de manera más evidente la comunión eclesial, y el Obispo "ejerce más cerca de su pueblo el ministerio de la palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto directo con las angustias y las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de exhortar a todos a la esperanza".

Es el momento oportuno de dar prioridad a las personas, comenzando por los sacerdotes y teniendo contacto directo con los más necesitados de cada feligresía.

Somos conscientes de que en la visita pastoral los aspectos pastorales y espirituales tienen que primar sobre las cuestiones meramente administrativas, pero no olvidemos lo que nos dice el Señor Jesús, que "aquel que es fiel en lo poco también lo será en lo mucho" (Lc 16,10). De aquí que el Obispo, como "vigilante de la fe", no es un burócrata o alto funcionario de una macro empresa, sino que ha de ser reconocido por los fieles como "el que viene en nombre del Señor" para pregonar el Evangelio. Sin embargo, eso no invalida que "la visita le permita, además, examinar la eficacia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica"

V. Naturaleza de la Visita Pastoral.

La visita pastoral no es una inspección como las que tienen lugar en algunos ámbitos de la vida social y laboral, aunque uno de los significados etimológicos de la palabra griega "epíscopos" sea precisamente el de vigilante, inspector o superintendente, entendiendo esta potestad en ámbitos de la fe.

No obstante, a lo largo de los siglos de la Iglesia esta palabra se ha visto enriquecida en su estilo y ejecución. Después del Vaticano II hay todo un replanteamiento que mira más a los orígenes del ministerio apostólico, siguiendo el modelo de las primitivas iglesias cuando eran visitadas por los apóstoles y sus sucesores (cf. Hech. 8,14-15; 11,22-24; 18,23, etc.).

Teniendo en cuenta estos orígenes, la visita pastoral contribuye así a proyectar sobre las parroquias y los grupos eclesiales los rasgos propios de aquellas comunidades, cuyo distintivo era la perseverancia en la doctrina de los apóstoles, en la fracción del pan, en la comunión y en la oración (cf. Hech. 2,42; 4,33-35). Por lo tanto, la visita pastoral, siendo una acción apostólica, debe estar animada  por la caridad pastoral, y expresa la misión episcopal como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular.

De aquí que el Código de Derecho Canónico recuerde que: "el Obispo tiene la obligación de visitar la diócesis cada año total o parcialmente, de modo que al menos cada cinco años visite la diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario General o episcopal, o de otro sacerdote" (canon 396,1); y que "Están sujetos a la visita episcopal ordinaria las personas, instituciones católicas, cosas y lugares sagrados que se encuentran dentro de la diócesis" (c. 397,1; 199,7; 259,2; 305,61; 396-398; 535 ,4; 628,2 y 3;1301,2).

VI.  Actitudes que requiere la Visita Pastoral.

La visita pastoral requiere una adecuada preparación por parte de los sacerdotes y fieles. El mismo Obispo deberá disponerse adecuadamente preparándose con anticipación sobre la situación socio-religiosa de las comunidades a visitar. Para todo ello, búsquense los medios más necesarios para animar pastoral y espiritualmente a nuestras comunidades.

Es muy importante que tanto la preparación como la celebración de la misma se muevan dentro de la espiritualidad de comunión que el Papa Juan Pablo II de feliz memoria ha propuesto para toda la Iglesia en la Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte (nº. 43 al 45):

"antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades" (nº 43).

Pensamos que la visita pastoral debe desarrollarse dentro de un clima de sencillez y cercanía, de bondad y afabilidad, de prudencia y caridad.  Todos hemos de guiarnos por las actitudes de Cristo, Buen Pastor, que no vino a ser servido sino a servir (Mt 20, 28). La Visita Pastoral debe verse como un servicio de ayuda por parte del Obispo a todos los que trabajan apostólicamente en cada uno de los lugares de la diócesis. En su realización, se tendrá presente lo que marca el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos (Roma 2004, nº 221) y las posibilidades de tiempo y lugar. Para ello, será muy importante que se prepare la visita por parte del párroco y la comunidad parroquial, sirviéndose de la guía que para este momento se ha confeccionado. Resalto la importancia del encuentro personal del obispo con el párroco.

La visita pastoral debe ser expresión también de la fraternidad sacramental que une al Obispo con los presbíteros y diáconos, y a todos éstos entre sí, dentro del ámbito de nuestra Iglesia diocesana. En la visita pastoral se nos ofrece una buena ocasión para intensificar nuestras relaciones en base "a una confianza sincera,  una amistad cordial, un verdadero esfuerzo de armonía y una convergencia ideal y programática que no quita nada a una inteligente capacidad de iniciativa personal y empuje pastoral" (Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma 1994, nº 24). Por este motivo, la evaluación de la marcha pastoral de cada parroquia debe hacerse dentro de este espíritu de comunión y de corresponsabilidad, y con la mirada puesta en el mejor servicio a la diócesis.

El momento más importante de la visita pastoral y el que define las actitudes básicas con las que se ha de desarrollar, lo constituye la celebración de la Eucaristía, "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG, 11; SC 10), y centro y principal manifestación de la Iglesia local (cf. LG 26; SC 41-42; PO 5).

Ese momento cumbre de la visita pastoral expresa la unidad del cuerpo de Cristo. Por eso nos recuerda Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia:

"mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser en Cristo como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano...La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres" (n. 24).

Actitudes del Obispo durante la visita. (Congregación para los Obispos,  Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, Vaticano 2004, n. 223)

Durante la visita, como en cada uno de los actos del ejercicio de su ministerio, el Obispo se comportará con sencillez y amabilidad, dando ejemplo de piedad, caridad y pobreza: virtudes que, junto a la prudencia, distinguen al Pastor de la Iglesia. El Obispo considere la visita pastoral como quasi anima episcopalis regiminis, una expansión de su presencia espiritual entre sus fieles. (n. 686).

Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, El obispo debe presentarse a los fieles no “con ostentación de elocuencia” (1 Cor 2,1), ni con demostraciones de eficientismo, sino revestido de humildad, bondad, interés por las personas, capaz de escuchar y hacerse entender.

Durante la visita, el Obispo debe preocuparse de no gravar la parroquia o los parroquianos con gastos superfluos.(n. 687) Esto no impide, sin embargo, las sencillas manifestaciones festivas, que son la natural consecuencia de la alegría cristiana y expresiones de afecto y veneración por el Pastor.

VII.  La Visita Pastoral en los Documentos de la Iglesia.

La «Visita Pastoral» engloba en sí lo pastoral, lo administrativo y lo económico. Presento por lo tanto, lo que dice el Código de Derecho canónico (1983), ley que nos rige en la Iglesia. Luego, extractos de las indicaciones del Ceremonial de los Obispos (1984). Un párrafo de la Exhortación apostólica post sinodal de Juan Pablo II «Pastores Gregis» sobre el ministerio y la vida de los Obispos (2004). Y el desarrollo de la Visita Pastoral tal como es descrito en el Directorio para el ministerio de los Obispos «Apostolorum Sucessores» (2006).

a) Código de Derecho Canónico:

«El Obispo tiene la obligación de visitar la Diócesis cada año total o parcialmente de modo que al menos cada cinco años visite la Diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo Coadjutor, o del Auxiliar, o del Vicario General o Episcopal, o de otro Presbítero» (CIC 396,1).

«Puede elegir el Obispo a los clérigos que desee, para que lo acompañen y ayuden a la visita, quedando reprobado cualquier privilegio o costumbre en contra» (CIC 396,2)

El c. 397 indica lo que está sometido a la Visita Pastoral: las personas, instituciones católicas, objetos y lugares, en la medida que caen bajo la potestad de régimen. En el comentario se enumeran las asociaciones de fieles (c 305); las escuelas católicas (c 803-805); iglesias, oratorios y otras obras de piedad o de caridad, aunque están dirigidas por religiosos (c 693).

Por lo que se refiere a casas de religiosos: «El Obispo diocesano tiene el derecho y el deber de visitar, también por lo que se refiere a la vida religiosa:

1º Los monasterios autónomos de los que se trata en el c. 615.

2º Todas las casas de un instituto de derecho diocesano que se encuentren dentro de su territorio». «Sólo en los casos determinados por el derecho puede el Obispo hacer la visita a los miembros de los institutos religiosos de derecho pontificio y sus casas» (c. 397,2).

«Procure el Obispo realizar la visita canónica con la debida diligencia; y cuide de no ser molesto y oneroso para nadie con gastos innecesarios» (c. 398).

b) Ceremonial de los Obispos:

«Al cumplir el Obispo su ministerio de visitar las parroquias o comunidades locales de su diócesis, no aparezca como quien ejecuta una tarea puramente administrativa, sino que sea reconocido con claridad por los fieles como el pregonero del Evangelio, maestro, pastor y gran sacerdote de su grey» (Ceremonial de los Obispos, 1177).

«Para que esto se obtenga más eficazmente, en cuanto sea posible, hágase la visita del Obispo en aquellos días en que los fieles puedan asistir en mayor número. Los fieles, además deben ser preparados por los presbíteros con la debida anticipación mediante una adecuada catequesis.

La visita debe ser suficientemente prolongada para que el Obispo pueda discernir, promover, fomentar y dirigir una acción mancomunada del apostolado de los presbíteros, de los laicos y las obras de caridad, y también pueda presidir las celebraciones litúrgicas» (Ceremonial de los Obispos, 1178).

Y señala el ceremonial litúrgico a observar en la recepción y durante la Visita» Exhortación apostólica post-sinodal «Pastores Gregis»: «Precisamente en esta perspectiva resalta la importancia de la visita pastoral, auténtico tiempo de gracia y momento especial, más aún, único, para el encuentro y diálogo del Obispo con sus fieles. El beato obispo Bartolomeu dos Mártires, en su obra clásica Stimulus Pastorum, muy estimada también por san Carlos Borromeo, define la visita pastoral como “casi el alma del gobierno episcopal”, (Nótese la importancia) y la describe elocuentemente como una expansión de la presencia espiritual del Obispo entre sus fieles.

«En su visita pastoral a la parroquia, dejando a otros delegados el examen de las cuestiones de tipo administrativo, el Obispo ha de dar prioridad al encuentro con las personas, empezando por el párroco y los demás sacerdotes. Es el momento en que ejerce más cerca de su pueblo el ministerio de la Palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto más directo con las angustias y las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de exhortar a todos a la esperanza. En esta ocasión, el Obispo tiene sobre todo un contacto directo con las personas más pobres, los ancianos y los enfermos. Realizada así, la visita pastoral muestra lo que es: un signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo en la paz» (n. 46).

c) Directorio para el ministerio y vida de los Obispos «Apostolorum Sucesores»:

Después de tratar la identidad, colegialidad y espiritualidad del Obispo, y los deberes del triple ministerio, comienza a hablar de su relación con los niveles de Iglesia, y dedica la tercera parte del capítulo VIII a las Visitas Pastorales, detallando su desarrollo:

«La visita pastoral es una de las formas, confirmada por siglos de experiencia, con la que el Obispo mantiene contactos personales con el clero y con los otros miembros del pueblo de Dios. Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa. La visita le permite, además, examinar la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica. La visita pastoral es, por lo tanto, una acción apostólica que el Obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral que lo presenta concretamente como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular,

Para las comunidades y las instituciones que la reciben, la visita es un evento de gracia que refleja en cierta medida aquella especial visita con la que el «supremo pastor» (1 Pe 5,4) y guardián de nuestras almas (cf. 1 P 2, 25), Jesucristo, ha visitado
y redimido a su pueblo (cf. Lc 1, 68)» (Apostolorum Sucesores, 220). «Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, se presente el Obispo a los fieles, no «con ostentación de elocuencia» (1 Co 2, 1), ni con demostraciones de eficientismo, sino revestido de humildad, bondad, interés por las personas, capaz de escuchar y hacerse entender» (Apostolorum Sucesores, 223).

Preparación de la Visita Pastoral (n. 222).

«La visita pastoral, programada con la debida anticipación, requiere una adecuada preparación de los fieles, mediante especiales ciclos de conferencias y predicaciones sobre los temas relacionados con la naturaleza de la Iglesia, la comunión jerárquica y el episcopado, etc. Se pueden también publicar opúsculos y utilizar otros medios de comunicación social. Para resaltar el aspecto espiritual y apostólico, la visita puede estar precedida por una serie de misiones populares, que lleguen a todas las categorías sociales y a todas las personas, inclusive aquellas alejadas de la práctica religiosa.

El Obispo debe prepararse adecuadamente para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre la situación socio religiosa de la parroquia: estos datos pueden serle útiles a él y a las secciones diocesanas interesadas, para tener un cuadro real del estado de la comunidad y tomar las oportunas medidas».

Forma de realización de la Visita Pastoral a las parroquias (n. 221).

«En las visitas a las parroquias, el Obispo tratará de realizar, según las posibilidades de tiempo y de lugar, los siguientes actos:
a) celebrar la Santa Misa y predicar la Palabra de Dios; b) encontrarse con el párroco y con los otros clérigos que ayudan en las parroquias; c) reunirse con el Consejo pastoral, o con los fieles que colaboran en los distintos apostolados y con las asociaciones de fieles;  d) encontrarse con el Consejo para asuntos económicos; e) tener un encuentro con los niños y los jóvenes que realizan el camino de catequesis; f) visitar las escuelas y otras obras e instituciones católicas dependientes de la parroquia; h) visitar, si es posible, algunos enfermos de la parroquia.

«El Obispo puede también escoger otros modos para hacerse presente entre los fieles, considerando las costumbres del lugar y la conveniencia apostólica: con los jóvenes, por ejemplo, con ocasión de iniciativas culturales y deportivas; con los obreros, para compartir juntos, dialogar, etc.

«En la visita no se debe omitir, finalmente, el examen de la administración y conservación de la parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros parroquiales y otros bienes. Sin embargo, algunos aspectos de este examen pueden ser asignados a los vicarios foráneos o a otros clérigos idóneos, para que sean realizados en los días precedentes o sucesivos a la visita, de manera que el Obispo pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los encuentros personales, como corresponde a su oficio de Pastor.

Conclusión de la Visita

«Concluida la Visita Pastoral a las parroquias, es oportuno que el Obispo redacte un documento que testimonie la realización de la visita a cada parroquia, en el que se recuerde el desarrollo de la visita, se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más exigente de la comunidad, sin omitir las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales» (n. 224).

VIII. La Liturgia en las Visitas Pastorales

La parroquia es una célula viva de la Iglesia local, que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia en la educación y crecimiento de su fe. Es centro de coordinación y animación de comunidades, grupos y movimientos; y lugar de encuentro y fraterna comunión de personas, bienes y misión. Tiene en la Eucaristía su mayor densidad y su mejor expresión, y está llamada a testimoniar la novedad del Evangelio en las complejas situaciones que vivimos.

Cuando la visita el obispo diocesano, está presente en ella el signo y factor de la unidad de la parroquia con toda la diócesis y con la Iglesia universal. El obispo es reconocido como el auténtico guía, maestro, pastor y gran sacerdote de su grey. Es Jesucristo que ministerialmente visita a su pueblo, lo reúne, lo enseña, lo sana y libera, le fortalece en la caridad, y refuerza su misión. Por eso, en la Visita Pastoral, se ha de dar unidad a las diversas actividades. Una asamblea eclesial no puede celebrar una serie de actos yuxtapuestos y sin conexión. Cada elemento debe ir orgánicamente armonizado y colocado en el lugar que le corresponde. Y la Eucaristía es el centro, la cumbre y la fuente de toda la vida de la comunidad cristiana.

La Visita Pastoral tiene un sentido fuertemente comunitario, integrando las tareas fundamentales: formar comunidad mediante el anuncio de la fe, la celebración de la esperanza y la vivencia organizada de la caridad. Muy sensibles a las situaciones y necesidades de la comunidad, con una visión de fe, se abren a un futuro intencional, de acuerdo al proyecto de Dios, con la colaboración de todas las fuerzas vivas de la comunidad local.

Es Dios quien suscita el querer y el obrar (Flp 2,13), y quien da crecimiento a lo que sembramos (1 Cor 3,6). Así que la oración debe alimentar y sostener continuamente toda actividad pastoral.

Sirve, además, para sensibilizar, crear un clima de interés común, y puede provocar iniciativas de acción.  El Señor Jesús, que nos mandó orar en su Nombre y con insistencia, no dejará de escuchar nuestras súplicas.

La celebración de la Eucaristía debe poner de manifiesto la unidad de la Iglesia local en torno a su obispo. El obispo es la cabeza de la Iglesia local y sucesor de los apóstoles. Su presencia es un signo expresivo del carácter eclesial de la Eucaristía. Los bautizados, compartiendo la misma Mesa con su Pastor, se unen más profundamente para un compromiso más activo. La concelebración de los demás presbíteros con él expresa la unidad del Sacerdocio, del Sacrificio y del pueblo de Dios, destaca el aspecto jerárquico de la Iglesia, y la corresponsabilidad pastoral con el obispo, centro de unidad y acción apostólica.

Está indicado en el nuevo Ceremonial de Obispos, nn. 1177-1184. Anticipadamente el equipo de liturgia debe preparar las celebraciones, para tener previstos todos los ministros, textos y movimientos. El coro debe preparar los esquemas de cantos y hacer los ensayos al pueblo, sobre todo de las aclamaciones. Y así, una digna celebración litúrgica será signo expresivo de la Iglesia que peregrina en un lugar concreto, con su variedad de ministerios, para la gloria de Dios.

Victor Hugo Mena Hernández

jueves, 14 de febrero de 2013


PREGUNTA:

¿Por qué cada vez más gente abandona la Iglesia Católica?

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Diversas razones hacen que los católicos abandonen el seno de la Iglesia Católica que los vio nacer y acepten ingresar a una secta de las muchas que existen hoy en día y que no son más que derivaciones de la religión que Jesús fundo, pero que ya no conservan ni las enseñanzas, ni la fe del Maestro. Intentare enumerar las principales para dar respuesta a tal pregunta.

PRIMERA RAZON:
LA SECULARIZACION

La secularización es el proceso que experimentan las sociedades a partir del momento en que la religión y sus instituciones pierden influencia sobre ellas, de modo que otras esferas del saber van ocupando su lugar. Con la secularización, lo sagrado cede el paso a lo profano y lo religioso se convierte en secular. La secularización implica una “mundanización” de la religión y la sociedad, pero también implica una pérdida de valor religioso en una sociedad. Hoy en dia en nuestro contexto mundial todas las grandes religiones, no solo la católica experimentan la pérdida de sus integrantes por el fenómeno de la secularización en donde la fe, la religión, las cosas santas, la vida en Cristo, etc; le van pareciendo a las sociedades modernas como anticuado, inadecuado en los nuevos tiempos, fuera de lugar, innecesario o un acoso a su libertad. Lamentablemente en México pasa lo mismo aunque en menor medida comparado con otras culturas como las europeas en donde la gente y especialmente los jóvenes ya no les interesa nada que tenga que ver con la Iglesia católica. Esto es de entenderse porque todos los sistemas políticos democráticos llevan al colapso de las grandes instituciones y al desprestigio de estas, es un proceso seguro en los países con “democracia”.

Aunado a esto se encuentra el fenómeno del relativismo que hace creer a sus partidarios que nada es absoluto sino todo es relativo, por lo tanto para esta ideología, no hay que empeñarnos completamente en algo concreto, no hay que poner nuestra fe y nuestra atención en algo que solo es relativo. El relativismo es una postura absurda debido a que si todo fuera relativo, entonces también esta teoría lo seria y no habría que seguirla por lo que se contrapone a si misma.


SEGUNDA RAZON:
EL ANTITESTIMONIO SACERDOTAL.

Generalmente el antitestimonio sacerdotal es uno de los detonadores para que el creyente diga adiós y se refugie en un movimiento religioso alterno. Esta es la razón más grave y más urgente de atacar. Este antitestimonio ha tomado los siguientes matices:

  a)  PECADOS SEXUALES.- Los últimos años han sido testigos de múltiples casos de escándalos sexuales y pederastia por parte de los sacerdotes católicos que no han respetado su promesa de castidad eterna y han atentado contra su consagración. Casos de sacerdotes que terminan viviendo con una mujer de su feligresía o abusando de los niños que lo ayudan o saliéndose de la Iglesia por sus pecados carnales son un signo de los tiempos que la Jerarquía de la Iglesia debe interpretar como una crisis tremenda en los valores, fe y moral de algunos que ostentan sin merecerlo la institución sacerdotal que es Santa al representar a nuestro Señor Jesús.

Esta condición es muy grave dentro de nuestra Iglesia ya que la Jerarquía no ha hecho lo suficiente para corregir este problema incurriendo en un grave pecado de omisión; casos existen incluso en los que se encubren estos delitos y se cambia de parroquia al sacerdote infractor premiándolo por sus pecados en vez de entregarlo a la justicia ya que como hombre tiene que responder ante la justicia humana si comete algún crimen.

La Iglesia está llamada a ser luz en medio de las tinieblas y no oscuridad que nuble más al mundo y ennegrezca aun más la triste condición del hombre apartado de Dios por voluntad propia. La Jerarquía al ocultar estos crímenes para salvaguardarse del escándalo y preservar la fe, lo único que hace es faltar a la verdad y a aquel que es “El camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), convirtiéndose así en oscuridad para los fieles que por una u otra forma de todos modos se enteran de lo que sucede y se desaniman de la Iglesia pensando que la Iglesia es la Jerarquía, cuando no es así, la Iglesia está formada en un 99% por fieles que no somos sacerdotes ordenados.

La solución de ninguna manera esta en tachar a todos los sacerdotes de pederastas o depravados sexuales, ni siquiera en juzgar a alguno que al ser hombre falle ante los impulsos de su cuerpo y abandone el ministerios sacerdotal para huir con alguna hermana, ya que el problema no está en que sean humanos y tengan errores sino en que han abandonado su oración. Cuando esto pasa el sacerdote ve a su ministerio como a un trabajo por el que le remuneran adecuadamente y olvida lo que es: Un servidor de Dios que está llamado a la santidad de una manera muy especial. Al perder su espiritualidad el sacerdote acoge la vida de pecado y oculta esta vida a los demás, teniendo una doble vida y convirtiéndose en hipócrita como los fariseos del tiempo de Jesús. Este abandonar su espiritualidad en gran parte se debe a que el sacerdote se encuentra solo dirigiendo una parroquia y no tiene un grupo de hermanos que lo ayuden, lo animen, lo corrijan y lo sostengan a través de su oración y su testimonio; hay que entender que nadie debe estar solo, ningún líder es perfecto y mucho menos los que nos hemos consagrado a Dios, tan tentados por el maligno.

Hay que aclarar que también existen sacerdotes santos que aman a Dios sobre todas las cosas y trabajan como verdaderos pastores iluminando y conduciendo a los fieles. De ello soy testigo ya que durante mi ministerio de predicación de la Palabra de Dios por toda la republica me he maravillado en encontrar a estos hombres cuya santidad es evidente y da mucho fruto en la vida de su feligresía.

Contra los pecados sexuales.- Para atacar el antitestimonio de nuestros sacerdotes hay que entender que Dios nos llama en esta particular crisis de la Iglesia a ofrecernos completamente a Dios en cuerpo y alma, ofrecerle nuestra conversión y nuestro testimonio de vida por la purificación y santidad de todos los sacerdotes del mundo, convirtiéndonos en hombres de oración y ayuno que sean congruentes y tengan una vida coherente. Convirtiéndonos en hombres asi, y orando por nuestros sacerdotes ganaremos la batalla contra el maligno que intenta desviar de su santo ministerio a todos los consagrados de Cristo, si lo dejamos solos caerán, si los sostenemos con nuestra fe y obras e intercedemos por ellos en oración, nada podrá el enemigo contra ellos. Por tanto la presente situación es un llamado a los laicos a santificarnos en la verdad para después santificar a los que se han desviado, sacerdote o laicos.

 b)  SOBERBIA.- La soberbia es el peor pecado que podamos encontrar. Afecta al hombre de una manera tan intensa y tan sutil que lo hace caer en las garras del maligno y deformarse, como paso con el demonio cuando por soberbia sintió ser igual a Dios y quiso quitarle su trono, atrayendo a tantos ángeles a la perdición que tiene deparado todo el que ejercite esta soberbia que consume el alma y te priva del bien mas grande que existe: Dios. También muchos sacerdotes ejercitan este tremendo pecado de soberbia y se vuelven orgullosos de sí mismos, de sus logros, de sus estudios e inteligencia, el demonio ya los ha engañado para que crean que son mejores que los demás, mas especiales, más valiosos para Dios, piensan que están en otra posición y otra condición mas privilegiada por encima de los demás fieles, por lo tanto siempre andan queriendo pasar por encima de ellos.

¡Cuántos sacerdotes no hay que su soberbia y orgullo los llevan a alejarse de la gente y rodearse únicamente de los falsos colaboradores que les endulzan el oído, exaltándolos y adulándolos, haciendo que su soberbia crezca hasta las nubes!.

En qué tiempo de la historia estamos que los que tendrían que cuidar al pueblo de Dios lo descuidan y lo entregan a las fieras (ideologías contrarias al evangelio, separatistas protestantes interesados solo en su dinero, magia, superstición, hechicería, esoterismo y demás obras de Satanás) para que los devoren. ¿Qué tipo de pastores tenemos que ofenden al laico y le corren del templo creyendo que la Iglesia es suya y haciendo lo que quieran con sus ovejas? La situación es muy delicada, no es solo una cuestión de errores aislados sino de imitación, porque la soberbia ha proliferado tanto en formadores de los seminarios e incluso la han encontrado en sus propios obispos! Pero… ¿De qué nos extrañamos? ¿No acaso todos somos hombres susceptibles al pecado? ¿Es acaso mágica la consagración al Señor para que al momento de realizarla como por arte de magia quedemos exentos del error y del pecado? Claro que no, todo lo contrario, somos una Iglesia que ha sido llamada la Santa Prostituta. Que no nos duela o nos espante este nombre, la Iglesia es pecadora por nosotros, por sus integrantes, porque nada en nosotros mismos como hombres es puro sino todo lo contrario. Pero la Iglesia también en Santa única y exclusivamente porque Cristo es la Cabeza de la Iglesia, él la guía misteriosamente a través de su Santo Espíritu conduciéndola a la verdad completa.

También hoy hay un panorama de esperanza en la forma de sacerdotes humildes y sencillos que aunque sean la gran minoría resplandecen como oro iluminado por el sol, marcándonos el camino verdadero de la pobreza, el desprendimiento, la humildad y el amor.

Contra la Soberbia.- Debemos empezar a discernir más adecuadamente las vocaciones sacerdotales y a suscitarlas en todas nuestras parroquias. No permitir que los seminaristas decidan ser sacerdotes por las razones equivocadas: porque los dejo su novia, por la pobreza en que viven o que quieren ayudar a su familia, porque no hay una buena opción de estudio y por eso se considera al seminario como la mejor opción, por no encontrar sentido a su vida y querer encontrar en el seminario el camino adecuado. La vocación debe ser por amor a Dios, por haber descubierto en el Señor la más grande razón de nuestra vida, por estar tan enamorados de Dios que optemos por amarlo con un amor especial, tan intenso que no acepta más que entregarse a si mismo consagrándole la vida resultando un corazón indiviso. Recordemos que la más grande arma contra la soberbia es la humildad, ella desarma y desenmascara a la soberbia dejándola derrotada, ejercitemos hermanos esta gran virtud de Cristo, combatamos la soberbia con la humildad, ya que hasta el más soberbio nada puede contra el hombre humilde. Oremos también al dueño de la mies que mande buenos obreros a trabajar en nuestras comunidades, si no oramos, si no trabajamos y también nosotros nos esforzamos es que por eso tenemos los pastores que bien nos merecemos.

  c)  MALTRATO CONTRA LOS FIELES.- Sin duda muy común en nuestras parroquias es tener un padrecito con mal carácter y que termine maltratando a los fieles. Cuantos testimonios me he encontrado a lo largo de mi ministerio de hermanos y hermanas que han sido lastimados en su corazón por el desprecio de varios sacerdotes, el ataque y la persecución que han sufrido por haber estado en contra de una iniciativa de su párroco o haber denunciado algún abuso de este. Muchos casos se dan en que incluso el sacerdote corre a un hermano de la Iglesia. ¡Que tontería! Como te va a correr un hombre si Dios te abre las puertas de los cielos a tu salvación. Lo malo en estos casos es que los laicos somos responsables por estas ofensas al permitir que un sacerdote nos grite, nos humille, nos maltrate o nos haga quedar como tontos enfrente de los demás, y es que no nos damos cuenta que somos imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) y hemos sido creados con esa dignidad, por lo tanto debemos proteger esa dignidad y no dejarnos sobajar o maltratar ni por el sacerdote, ni por nuestra pareja, ni por nuestro jefe del trabajo, ni por nadie. Si yo permito que me ofendan es porque no me quiero ni me valoro, porque no entiendo que la imagen de Dios en mi vida debo custodiarla y preservarla, amarla y vivir de una manera digna, ya que Dios me hizo semejante a Él.

Contra el maltrato a los fieles.- ¡La verdadera causa del maltrato de los sacerdotes es que muchos no conocen a Dios!. Recuerdo el testimonio de un sacerdote del que no diré su nombre por prudencia el cual ya era párroco hacía muchos años y un día enfermo de cáncer y tras tratamientos y esfuerzos médicos, finalmente quedo desahuciado y preparándose para su muerte. Humanamente ya no había nada que hacer, se creyó perdido. Pero Dios tenía otro plan para él, el Señor permitió que experimentara tanto sufrimiento para quebrantar su corazón alejado de Dios.

Luego Dios lo sano y el contaba su testimonio diciendo que el realmente ¡NO CONOCIA A DIOS!, contaba que vivió tantos años en el seminario estudiando a Jesús, que creía que había existido y que fue un hombre ejemplar pero que de ninguna manera creía que estaba vivo o que tenía el poder de sanar y hacer milagros como hace dos mil años. Su opinión cambiaria al ser sujeto de ese amor misericordioso que lo sano y le mostro que Cristo está vivo y que él era importante para Dios.

Nunca volvería a ser igual con sus fieles, al haber experimentado ese amor ahora se atrevería a amar. Dice la Palabra de Dios que “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1 Jn 4,8). Por eso aquellos pastores que no aman a sus ovejas, aquellos que en vez de amarlos los maltratan, los ofenden, los explotan, los utilizan y los desprecian, es que en verdad no han conocido a Dios que es amor, necesitamos presentarles a Dios a todos ellos. Pero el sacerdote que ama se gana de tal forma el agrado de sus feligreses que lo tienen como un padre, no solamente de nombre sino de hecho, lo buscan todo el tiempo, lo acompañan y ayudan, lo valoran y quieren, lo siguen como un líder y lo consideran de su familia. Enseñemos a amar a aquellos que no han conocido el amor de Dios.

  d)  INDIFERENCIA Y FALTA DE FE.- Quizá el antitestimonio mas común es la indiferencia de los sacerdotes para con los fieles y su falta de fe que debería ser rasgo inequívoco de su vocación. Muchos sacerdotes son indiferentes a los problemas de las personas que los mantienen con sus limosnas y cuando alguno tiene un problema y acude a ellos a buscar consejo simplemente les dicen que vayan a sacar una cita con su secretaria, cita que nunca llegara por estar sobrecargados de trabajo. La indiferencia de nuestros sacerdotes es casi siempre ocasionada por la falta de visión en la dirección de la parroquia, la visión me permite descubrir que yo solo no puedo con todo y que tengo que constituir un equipo de coordinación parroquial o bien el consejo pastoral parroquial, en el cual cada integrante toma una labor en especial delegada por el sacerdote y se convierte en corresponsable en la vida y misión de la Iglesia. El documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida Brasil, ha determinado que debemos pasar de una pastoral de conservación a una decididamente misionera, pasar de solo celebrar misas a preocuparse porque los laicos la comprendan y la celebren dignamente, preocuparse por la formación, por la oración en común, por el compartir la vida, por enseñar a vivir de acuerdo al evangelio no es cosa fácil.

Muchos católicos sufren problemas muy graves económicos, familiares, espirituales, etc. Y en medio de ellos ante la indiferencia sacerdotal y la falta de cura sus fieles (por querer hacer todo ellos mismos) son visitados por sectas protestantes quienes los escuchan, consuelan, apoya, oran por ellos y hasta en ocasiones les consiguen trabajo. Esa preocupación por ellos y atención personalizada los lleva a ganarles a los sacerdotes muchísimas almas para su secta.

La falta de fe es otra cuestión, todos los sacerdotes deberían tener más fe que los laicos pero en la práctica muy pocos la tienen. La mayoría la ha perdido por tanto estudio, el centrarte tanto en los conocimientos, en la ciencia humana, en los conceptos únicamente racionales y creer tanto en ellos hacen que perdamos la fe en Dios. Lo digo por experiencia, estudie muchos años la Sagrada Escritura, otros mas de Teología y otros tantos de cursos tan variados que al final me encontraba con muy buena formación doctrinal pero con nada de espiritualidad, con cero fe y escéptico en todo. Eso me dejo el estudio, gracias a Dios el ministerio de la Predicación de la Palabra de Dios me fue llevando por el camino de descubrir que Dios tiene el mismo poder de hace dos mil años, que sigue sanando enfermos, liberando almas, dando vista a los ciegos y haciendo caminar a los paralíticos. Encontré la fe en el contacto con la Palabra de Dios y la oración sincera y entregada. Encontré que Dios sigue obrando de maneras misteriosas pero que requiere de nuestra fe para actuar con poder en nuestra vida.

Contra la falta de fe.- Un día visite una comunidad de Veracruz, México para predicar en un evento para jóvenes, en donde un sacerdote me recibió diciéndome que me hincara para darme su bendición y que así pudiera predicar bien, al principio lo tome como presunción por la forma y en tono en que lo dijo, pero después descubrí que toda la comunidad lo amaba, lo respetaba y le tenían mucha admiración. Uno tras otro fui descubriendo testimonios de sanación física obrada por Dios a través de este sacerdote de enfermedades inclusive mortales o sanaciones al borde de la muerte. Me resulto increíble, ya había visto obrar al Espíritu Santo pero nunca tanto, jamás había encontrado tanta gente sanada, tanta liberada y tantos milagros extraordinarios como los que ahí encontré. Luego vino la hora santa (que fue mas de una hora) y me enoje porque hizo que los jóvenes la vivieran hincados en el intenso sol de unos 40 grados en que estábamos, muchos se desmayaron. Me tranquilice durante la hora santa, pues fue muy hermosa y dedicada completamente a la misericordia de Dios. Me sorprendí al escuchar de sus propios labios que él no solo creía en la misericordia y el amor de Dios, sino que él vivía por la misericordia y para la misericordia divina ofreciéndose a sí mismo en sacrificio vivo por ella. Todo lo que hacía tenía que ver con ella, en la misa, oraciones, liturgia, en todo confiaba en el amor de Dios que -lo digo textual- “siempre actúa en nosotros, no solo a veces, ni cuando menos lo esperemos sino siempre, pero nuestra falta de fe nos impide experimentar sus dones”. ¡Guau!, que enseñanza, ¡con razón tantos milagros!, ¡con razón tantos testimonios!, un sacerdote con una fe tan intensa que lo llevaba a renunciar a todo por el amor de Cristo y el Señor respondía eficazmente a esa fe. Hermanos sacerdotes Dios les invita a entregarse a su amor misericordioso, a echarse un clavado a ese abismo de amor que nunca termina y restaurar su fe en un amor tan intenso como el sol.


TERCERA RAZON:

LA FALTA DE COMUNION ENTRE SUS MIEMBROS.

Otros manifiestan que la Iglesia es un lugar donde no hay acompañamiento, es despersonalizado, frío, nadie se conoce; asistir los domingos a misa es cumplir con una obligación que salda una deuda que deberá repetirse semana a semana, no hay sentido de comunidad, fraternidad y solidaridad. Los participantes en los diversos grupos y movimientos eclesiales se sienten dueños de los templos haciéndoles malas caras a los demás y teniendo actitudes de falta de caridad para con sus hermanos. Para empeorarlo se pelean entre sí, hablan pestes unos de otros y la separación entre ellos es la gran característica en casi todas las parroquias.

La falta de comunión y por lo tanto las peleas, divisiones y falta de amor entre las parroquias de la Iglesia católica se da porque ni siquiera somos comunidades cristianas, la sagrada escritura menciona cuatro requisitos, no para que una comunidad sea buena, sino solo para que esta exista, son las cuatro características sin las cuales una comunidad no existe:

“Perseveraban en la enseñanza de los Apóstoles, la comunión, la fracción del pan y la oración.” (Hch 2,42).

  a)  La enseñanza de los Apóstoles.- Toda comunidad cristiana ha de ofrecer formación a todos y cada uno de sus miembros, esta formación ha de ser integral abarcando un área doctrinal, una espiritual, una humana, una formación pastoral y en general todas aquellas necesarias para que el hombre viva su fe. Pero en especial esta formación se refiere a compartir el evangelio y aplicarlo a nuestra vida para recorrer el camino de Jesús y compartir con él, el gozo de la vida. ¿En nuestra parroquia, todos los parroquianos se forman con la Palabra de Dios y la ayuda del Magisterio de la Iglesia? ¿O la formación está reservada para algunos líderes? ¿O quizá no hay formación porque nadie se ha preocupado en ella y al sacerdote no le gusta que los laicos estén bien formados para que no lo cuestionen? Como no hay formación en nuestras parroquias los católicos nos volvemos completamente ignorantes de nuestra fe y por ello la despreciamos. Bien dice el dicho: ¡Católico ignorante, seguro protestante! Al contrario, si algo me interesa lo investigo, leo acerca de eso, me preocupo por aprender y busco conocer más. Decía el sabio Pascal que fue un eminente científico pero también un gran hombre de fe: ¡Si algo no sé, lo investigare pero no me quedare en la ignorancia!

   b)  La Oración.- Sin que en las parroquias se reúnan a hacer oración en común no puede haber comunión, encontramos que la Iglesia Apostólica se reunía para orar muy frecuentemente y compartían no solo el nombre de cristianos sino la fe del cristiano pues su espiritualidad como comunidad se basaba en las asambleas o reuniones de oración que tenían de manera fija, en un lugar en particular y a determinada hora. En la actualidad en ninguna parroquia se reúnen todos los feligreses para orar juntos, difícilmente los movimientos hacen un esfuerzo de oración en común entre ellos pero sin salir de su “grupo selecto de integrantes”, admirables son los esfuerzos que rompen ese molde (hay que mencionarlo) como las asambleas de oración de la Renovación Carismática cuyas reuniones de oración son abiertas a todo el que quiera ir y participar en esa oración general, que a mi gusto debería instituirse como obligatoria para todos los fieles, principalmente a falta de una reunión de oración que congregue a todos los integrantes de la parroquia.

Por eso como no hay vida de oración en común en las parroquias, los parroquianos andan en búsqueda de su propia vida de oración y cuando encuentran en el protestantismo un espacio para orar junto con todos sus hermanos se sienten nacer a una vida espiritual, todo por la falta de este gran medio en nuestra Iglesia. Esta reunión no puede ser responsabilidad exclusiva del párroco sino de los laicos comprometidos.

   c)  La Fracción del Pan.- Conocida actualmente como la Eucaristia o Misa, es el único de los cuatro elementos presentes en las parroquias, pero solo de hecho, sin embargo; aunque hay asistencia por parte de los fieles, es raro aquel que celebra la eucaristía dignamente, o se prepara para esta celebración, o la vive plenamente. Dice el Concilio Vaticano II, en su Constitución Lumen Gentium N° 11 que a)  “La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana". Pero la Eucaristía no puede ser centro y culmen de nada si no hemos trabajado por suscitar la vida en el Espíritu entre los católicos a través de la meditación y lectura de la Palabra de Dios, así como la oración cristiana que hemos visto en los incisos a y b. Por lo tanto aunque existe esta celebración en realidad no la vivimos, no celebramos el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús que se ha quedado entre nosotros como el pan eucarístico que nos fortalezca para la vida en medio del mundo con tantas tentaciones. La mayoría de católicos solo van a misa de “cuerpo presente”, el cuerpo está ahí pero la mente y el espíritu andan lejos, muy lejos.

  d)  La Comunión.- La comunión en griego se dice “Koinonia” y se entiende como la común unión de sus miembros como fruto de la acción del Espíritu Santo en sus corazones. Pero sin oración en común que es el momento donde se derrama el Espíritu Santo en la comunidad, sin la enseñanza apostólica adecuada, sin celebrar con preparación y como culmen de nuestra vida a la eucaristía, no podemos entrar en comunión con los demás y por eso se dan tantos pleitos, chismes, rencores, separaciones, búsquedas de poder, orgullo, presunción, vanidad y soberbia en nuestras parroquias. Entonces nadie se sentirá a gusto porque si no hay comunión seria como ir a la casa de nuestros enemigos esperando que al voltearnos nos den una puñalada, por eso mejor muchos no acuden ni se acercan al trabajo pastoral en su parroquia, por estos atentados a la comunión de los que seguro en alguna ocasión hemos sido protagonistas.


Contra la falta de Comunión.- Estas cuatro características harían de las parroquias centros en donde se irradiara la luz de Cristo a todos los habitantes a su alrededor, lograríamos lo que nunca se ha logrado, atraer a una gran cantidad de hombres que están confundidos, necesitados, enfermos, esclavos de los vicios y las pasiones del mundo a los brazos de Jesús que los conduciría a su propia salvación y les daría una vida nueva si deciden tenerlo como Señor. También lograríamos encender los corazones ya apagados de tantos católicos que viven una vida aburrida y sin Dios, triste y en la total depresión o libertina y desenfrenada. Ganaríamos muchas almas para Cristo en vez de perder día con día una mas y ver tristemente las bancas de nuestros templos cada vez mas vacías.

CUARTA RAZON:
DESCONOCER MI PROPIA FE

Un hombre sin fe es un hombre peligroso porque no respeta nada ni tiene límites morales de lo que puede o no puede hacer, es capaz de todo. Pero un hombre que no le interesa su fe es un hombre libertino, hipócrita, perezoso, sinvergüenza, es del todo incapaz de hacer cualquier cosa por su salvación porque no le importa. Este es el gran problema de la mayoría de católicos, simplemente no les importa la gran riqueza que Dios les ha querido heredar a través de su hijo amado.

Dijo San Jerónimo que desconocer las escrituras es desconocer a Cristo y es verdad dogmatica de la Dei Verbum del Vaticano II, y puesto que la mayoría de católicos ni siquiera abren la Biblia que tienen en su casa como adorno más que como Palabra de Dios mediante la cual nos instruye y nos comunica su voluntad, podríamos decir que la mayoría de católicos no conocen a Cristo aunque se llamen orgullosamente cristianos.

La gran mayoría de católicos desprecian su propia fe y dicen ser creyentes pero no practicantes, como si fuera una vergüenza pertenecer a Cristo. Dice la teología dogmatica que hay tres tipos de ateos: Positivos, Negativos y Prácticos. Los ateos negativos son los que nunca han tenido la idea de Dios. Los ateos positivos son los que teniendo la idea de Dios niegan su existencia. Por último los más peligrosos, llamados ateos prácticos son los que admitiendo la existencia de Dios, la niegan con sus obras, porque viven como si Dios no existiera. Estos ateos prácticos son muchos desgraciadamente, casi todos los católicos. El ateísmo práctico no es un tipo de pensamiento u opinión, sino un modo de vida”. Esta clase puede ser más adecuadamente llamada como, según queda descrito, conducta sin dios, que no se fija en ninguna filosofía o ética, o fe religiosa. Son muchos los que viven tan olvidados de Dios, que obran a cada paso como ateos en sus vida particular, con sus amigos, con su familia, en su trabajo, etc; como si Dios no existiera.

Contra el desconocer mi propia fe.- Existen dos tipos de fe, el primero es la fe natural que es propia del hombre y a través de la cual creo y confío en todo lo que me rodea, lo que ven mis ojos, lo que sienten mis manos, lo que escucho, lo que huelo incluso lo que pienso y que mi razón me confirma, esta fe es un valor humano. El segundo tipo es la fe sobrenatural que únicamente es suscitada por Dios en el hombre, es decir; es un don de Dios. A este don se refiere Jesús cuando dice en el evangelio: «Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes» (Mt 17,20). Asi que para incrementar nuestra fe, recobrarla o hacerla surgir en nosotros si no la tenemos basta pedirle a Dios en oración que su Espíritu Santo nos llene y nos regale el don de la Fe, para que nada se nos haga imposible y seamos capaces de hacer grandes cosas.


QUINTA RAZON:
HOY LA FE SE OFRECE COMO UNA MERCANCÍA.

En nuestros días encontramos cada vez mas grupos religiosos cristianos, mas de 35,000 denominaciones cristianas desde que Lutero y los reformadores se separaron del tronco de la vid verdadera a que se refiere el capitulo 15 del Evangelio de San Juan que es la Iglesia que Jesús fundo, la que después seria llamada Católica. Estos nuevos grupos tienen una carrera y competencia contra la Iglesia para ganar más miembros, arrancando del núcleo católico a los mas ignorantes y faltos de fe que están dispuestos a cambiarse de religión por desconocer la suya propia como ya explique en el punto anterior. Esto claramente por intereses económicos más que evangélicos, ya que en estas sectas cada integrante debe dar el diez por ciento de lo que gana (y comprobado con recibo de pago). Estas sectas hacen todo lo posible por ganarse el gusto de los insensatos pseudocatolicos que van a misa pero desconocen todo con respecto a su fe y por eso aceptan cualquier oferta más atractiva mundanamente.

Y es que la fe para muchos es un negocio redituable y bastante. Muchos pastores y supuestos apóstoles o profetas (así se llaman a si mismos) protestantes se han vuelto ricos con la fe del pueblo, deformando el mensaje de Jesús y adecuándolo a sus necesidades egoístas y avariciosas. Esto se llama prostituir la fe al poder del dinero y de esto son protagonistas lamentablemente todos los pastores protestantes que olvidan que uno de los principios evangélicos es la pobreza, Jesús fue pobre entre los pobres, miserable entre los más miserables, y enseño que en los pobres debe haber una dicha y felicidad muy grandes ya que de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3); también Jesús enseña que no se puede servir a dos amos por lo tanto debemos servir a Dios o al dinero, quien quiere servir a los dos con alguno queda mal (Mt 6,24); asi mismo Jesus dijo que es mas fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios (Mc 10,25) y algunos piensan que entonces hay una posibilidad de ser rico y llegar al cielo, a ellos respondo que es un hebraísmo antiguo, quiere decir que es imposible para un hombre adinerado entrar en el Reino de Dios a menos que renuncie a su injusta riqueza y colabore con la justicia verdadera entregando a los mas necesitados su dinero.

Estos falsos pastores utilizan todos los medios de comunicación como internet, periódicos, revistas, televisión, radio, libros, etc; para atraer nuevas personas a sus sectas, y le llevan a la Iglesia muchísima ventaja en esto. Independientemente del origen de sus recursos y los fines que busquen, iglesias como la Universal del Reino de Dios o Pare de Sufrir, tiene presencia constante y efectiva en radio y televisión y la mercancía que ofrece es justo la que quiere una persona que está sumida en problemas que no tiene solución humana. ¿O qué decir del culto a la santa muerte? Una “devoción” justo a la medida para “complacer” a los sectores urbanos más necesitados como las personas subempleadas, de educación y preparación nula o escasa, ladrones, secuestradores y toda clase de delincuentes que forman el crimen organizado. Es decir, las sectas cristianas y las no cristianas ofrecen a la fe como un producto de consumo. Hacen comerciales con toda la mercadotecnia posible, engañando a la gente para que les compren su producto: Una fe deformada pero adecuada a los gustos del consumidor hasta en las mas minúsculas circunstancias. Además no son improvisados sino verdaderamente vendedores profesionales capaces de vender hasta el articulo mas innecesario e inútil a muy alto precio y como si fuera una ganga, ese es el drama de la fe moderna deformada a nuestro placer por los “vendedores de Dios”, los “estafadores expertos” que utilizan la fe para llegar al bolsillo de los mas crédulos y les sacan hasta el último centavo. Qué tristeza que la fe sea utilizada como un negocio y se quiera cobrar por lo que debe ser gratuito, dice la Escritura: “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8).

SEXTA RAZON:
LA FALTA DE LA PRESENCIA DE DIOS.

La sexta razón es que los católicos no nos atrevemos a ir mas alla, a remar mar adentro y descubrir lo mas profundo de nuestra fe, no nos atrevemos a entregarnos y caminar en una fe totalmente confiada en Dios. No somos capaces de darle a Dios nuestra vida y dejar que reine el y solo el en nuestro corazón, no dejamos que Cristo invada nuestro corazón y tome posesión de todos los rincones, sanando lo que esta lastimado y renovando lo que ya se ha perdido.
Un ejemplo de esto son las declaraciones de Mons. Walmor Oliveira de Azevedo, Obispo de Belo Horizonte, Brasil, quien afirmó, en el marco del sínodo de los obispos que se realiza en Roma, que las sectas siguen siendo un desafío porque el católico no ve en la Iglesia la presencia de Dios.  Y es que la diócesis de Belo Horizonte registra una de las tasas más altas de fieles que dejan el catolicismo. Su obispo afirma que no es un problema teológico, sino de método: “Muchas veces la gente sencilla que abandona nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos no católicos creen, sino fundamentalmente por cómo viven esa pertenencia, no por motivaciones dogmáticas, sino pastorales, no por problemas teológicos, sino de método dentro de nuestra Iglesia“. 
El Arzobispo destacó que “muchos de los que se pasan a las sectas no quieren abandonar nuestra Iglesia, pero buscan sinceramente a Dios“. Mons. Oliveira de Azevedo destacó que por este motivo, “las sectas siguen siendo un enorme desafío para la Iglesia católica y para afrontarlas es necesaria una estrecha conexión entre el ministerio celebrado y el ministerio testimoniado, entre la palabra proclamada y escuchada y el testimonio personal“. El Arzobispo subrayó que las personas que llenan las sectas en América Latina provienen del catolicismo e hizo hincapié en que “basta que se pasen a esas sectas, para que cambien el modo de comportarse”, pues “asumen un digno comportamiento moral, dejando a un lado todo lo que parece indigno en la nueva vida de creyentes. La Palabra que escuchan es formativa para sus vida, alimenta sus espíritus y testimonian los valores religiosos que ahora interiorizan”. Mons. Oliveria de Azevedo señaló que es necesario preguntarse qué encuentran estos fieles en las sectas, “este es un punto en el que hay que reflexionar”, concluyo.

Y no es que Dios no esté presente en la Iglesia católica que Jesús mismo fundó sino que el catolicismo aparte de ignorante es apático, conformista, perezoso, antipático y desinteresado; por lo que Dios no es una realidad presente en los que no quieren acercarse a él aunque tengan todos los medios y herramientas para ello. El Señor nos quiere fieles o infieles, comprometidos o desinteresados, con fe o sin ella, es decir sinceros, no quiere hipócritas en su Iglesia, quiere fríos o calientes, porque a los tibios los vomita (Ap 3,16).

Contra la falta de presencia de Dios.- Nada mas bueno para que Dios haga presencia en mi vida y la transforme que entregársela completamente y sin limitaciones, que decidirnos por Cristo en vez de por el mundo, que pasar de centrarnos en las creaturas a tener a Dios como lo mas importante en nuestra vida, como el centro de nosotros mismos. Por eso si no hay entrega no hay presencia, no porque Dios no pueda entrar en nuestros corazones sino porque respeta nuestra decisión y nunca nos obliga a nada, ni a salvarnos. Pero quiere que nos salvemos porque nos ama.

Victor Hugo Mena Hernandez