¿Dios
Prohíbe en la Biblia hacer Imágenes? ¿No son los Católicos Idolatras porque
adoran imágenes?
Estimados
hermanos recientemente me llego una petición de contestar a esta interrogante
planteada por un Pastor Protestante quien incluso escribe un artículo que
carece de el más mínimo esfuerzo por querer interpretar correctamente la
Sagrada Escritura y hace interpretaciones por demás aberrantes de la enseñanza
de Dios en cuanto a las imágenes sin ninguna seriedad en querer estudiar lo que
Dios realmente enseña y solamente ensañado en confundir. Es por eso que me doy
a la labor de contestarla y publicarla en mi celo como evangelizador y biblista
de dar a conocer la verdad y denunciar la mentira de estas sectas peligrosas
que amenazan la fe de la única Iglesia que Jesús fundo.
Primero
quisiera mencionar el texto bíblico en donde de acuerdo a los hermanos
protestantes está fundada la prohibición:
“No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de
lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra,
en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy
el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los
hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo
misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis
mandamientos.” (Ex 20, 4-6)
Pareciera
al leer este texto que Dios prohíbe las imágenes y que por tanto los católicos
somos idolatras, pero en realidad aquí encontramos una vez más el clásico error
de los protestantes el interpretar la Biblia llamado “fundamentalismo”, es decir; interpretar un texto fuera de su
contexto y literalmente, sin tomar en cuenta el lenguaje en que fue escrito,
los destinatarios, la intención del escritor sagrado, el mensaje teológico de
todo el libro que se está citando y de toda la biblia, y sin tomar en cuenta el
lugar, tiempo y situación en que se encuentran los personajes y el pasaje de la
biblia.
La exclusividad del
culto a Dios origen de la restricción de imágenes de Ex 20,4-6.

Si escuchan mi voz y
observan mi alianza, serán mi propiedad
exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes
serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada».
En este ofrecimiento Dios le da a conocer a Moisés el carácter exclusivo
de la alianza y el culto especial y excluyente que el Señor quiere del pueblo
de Israel que al escuchar la voz de Dios y observar la alianza se convertiría
en “propiedad exclusiva” del Señor,
como un pueblo que entre todos los demás Dios podría llamar de una manera
específica, personal y especialísima “suyo”, ya que todos los pueblos le
pertenecen, pero el Señor habla de una pertenecía no solo de hecho sino
voluntaria, en la entrega de Israel a la voluntad de Dios y su consagración
única para solo adorarlo a Él. Después en el texto bíblico vendrán las
purificaciones como preparación a la Teofanía de Dios, es decir; a las
manifestaciones poderosas y sorprendentes como Dios se presenta al pueblo antes
de la alianza: Se presenta en medio de una densa nube (Ex 19,9), en medio de
truenos, relámpagos y un fuerte sonido de trompeta (Ex 19,16), el humo que
cubre toda la montaña, el fuego que baja de ella y el temblor violento de la
montaña (Ex 19,18); en medio de esta teofanía el Señor se manifiesta primero a Moisés
y luego le manda a que baje y vuelva a subir trayendo consigo solo a Aarón, es
en ese momento que Dios dictara sus mandamientos en medio de un pueblo estupefacto
y temeroso por lo que sucedía.
Es
decir que Dios le lleva al pueblo a descubrir a través de purificaciones y
maravillosas teofanías que es un Dios poderoso, fuerte, imponente, grande,
majestuoso, que manda sobre toda la tierra y controla los elementos más
atemorizantes de la naturaleza, todo esto será preparación para enseñar el
objeto de la Alianza del Sinaí. Ahora bien, ¿Cuál es el objeto de la Alianza
del Sinaí? En el capítulo 20 del Éxodo versículos del uno al tres Dios dará un
mandamiento previo a la Alianza que es el objeto de ella:
“Entonces Dios
pronunció estas palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de
Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí.”
En
este texto previo al que citan los hermanos protestantes encontramos la razón
fundamental de lo que se dirá en los versículos 4 al 6 en donde se prohíbe la
idolatría. Lo que Dios prohíbe no son en esencia las imágenes sino el culto a
otros dioses, el politeísmo, la idolatría, el creer y adorar a otros dioses
fuera del Dios único que es Yahveh. Es por eso que dice “Yo soy el Señor” no un señor de entre muchos, sino “el que domina, el dueño absoluto de todo”,
pues Él es el único Señor que existe y agrega “tu Dios” enfatizando la pertenencia de Dios al pueblo que Él ha
elegido, para que también a su vez todos los israelitas fueran suyos, esta
relación de pertenencia entre Dios y el hombre evoca la relación originaria del
hombre en el Génesis cuando Dios y el hombre se pertenecen en la verdad, en la
justicia, en el amor, en la fe. De aquí que Dios diga: “No tendrás otros dioses delante de mí”, porque el pueblo de Israel
convivía con los pueblos vecinos que eran idolatras y politeístas pero cuyo
culto era muy atractivo para el pueblo de Dios. Lo que Dios está en verdad
prohibiendo no es en este caso las imágenes sino lo que se hace con ellas. Dios
es el Señor, el dueño de todo lo que existe y es quien controla todos los
poderes de la naturaleza, por eso prohíbe el culto a los falsos dioses que
fundamentalmente se daba a través de adorar “Ídolos”
que eran creaturas que los hombres habían divinizado como el sol, la luna, las
estrellas. Lo que Dios pide es que Israel se convierta en un pueblo
verdaderamente suyo por elección y entrega, tras reconocer que es Él y
solamente Él quien puede y debe llamarse a si mismo Dios y recibir de las
creaturas por Él creadas la adoración y gloria y que nada, ni nadie debe ocupar
ese sitio exclusivo para Dios.
El
Señor se presenta como un Dios celoso, que no acepta doblez en cuanto a la
costumbre de ese tiempo de darle culto a uno y otro dios indistintamente de
acuerdo al estado de ánimo y de la propia conveniencia de quienes acudían a
ellos, Él busca un culto exclusivo y único y pide la renuncia a creer en otro
poder y en otra deidad. Por esto prescribe al pueblo:“No te harás ninguna escultura y
ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o
debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás
culto” (Ex 20,4-5). Hay que entender la mentalidad de
Israel para entender estos conceptos de los que Dios les habla y de que cosas
en específico es que Dios prohíbe hacer imágenes y estatuas que después sean
objeto de postración y adoración por parte del pueblo de Israel.
a) Lo que está en el
Cielo.
En hebreo la palabra “Hashamáim” significa
“Cielo” y designa no el lugar donde Dios habita como entendemos hoy en
día, sino un lugar físico entre la tierra y las aguas del cielo, el hombre
hebreo pensaba que existía un “firmamento”,
es decir; algo muy firme, que era como una capa invisible, pero tan dura
como el acero, que se encontraba entre el cielo y la tierra, que sostenía las
aguas del cielo para que no se precipitaran sobre la tierra y que poseía
compuertas que al abrirse dejarían el agua libre para caer hacia la tierra,
creían que a esto se debía que lloviera. También creían en esta cultura antigua
que las estrellas y todos los astros del cielo se encontraban pegados a este
firmamento. Existía para ellos otro lugar “el
cielo de los cielos”, el lugar más alto que existía y en donde habitaban
sus deidades. Cuando el texto del Ex 20,4 dice “no harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo
que hay arriba, en el cielo…” se refiere al cielo del firmamento donde colgaban todos los astros del
cielo y estaban fijos en el, por tanto el texto prohíbe el culto al sol, la
luna, las estrellas, los planetas, las constelaciones y todos los astros del
cielo que eran adorados por los pueblos antiguos, esto era “lo que estaba en el cielo de los hebreos”, y por eso a eso se
refiere el texto, es de importancia señalar que en ningún momento se refiere a
seres espirituales del concepto de cielo que tenemos en nuestra mentalidad
occidental sino a realidades físicas presentes en la mentalidad de ese tiempo
de los pueblos provenientes de las tribus semíticas antiguas cuya cosmogonía se
muestra en la imagen siguiente:
En
hebreo la palabra “Haáretz” significa “Tierra”. Designa a la tierra no entendida
como suelo o polvo, sino todo el conjunto de lo que hoy conocemos como planeta
tierra, con montañas, extensiones de tierra, campos, etc. La tierra para los
hebreos era una gigantesca masa continental que terminaba en montañas de uno y
otro lado de la tierra y que después de estas montañas estaba el abismo. Es
decir, que cuando el texto manda a no hacer imágenes “de lo que está abajo, en la tierra” se refiere a animales,
personas, objetos, cosas, plantas, lugares, etc. Recordemos que casi todos los
pueblos antiguos adoraban animales como vacas y elefantes (India), monos
(China), serpientes (Fenicios), gatos y toros (Egipto), águilas, lechuzas,
tortugas (Mixtecos-Zapotecas), Abejas, murciélagos (Mayas), Jaguares (Aztecas),
etc; y que muchos pueblos de la antigüedad adoraban a sus reyes creyendo que
estos eran dioses; y así encontramos como todo lo que encuentra el hombre a su
paso por el mundo puede ser objeto de un culto erróneo por lo que Dios prohíbe
hacer imágenes de esto cuando se hacen con fines de adoración.
c) Lo que está debajo
de la Tierra, en las aguas.
Para la mentalidad semítica antigua de donde viene el pueblo de Israel
debajo de la tierra existían las aguas del abismo, no se refiere a los mares
que están en la superficie sino a las aguas de por debajo de la tierra, en
ellas existía el lugar de los muertos, en hebreo el “Sheol”. En su mentalidad no se concibe cielo e infierno, estos
conceptos vendrán más tarde a partir de la Revelación de Dios, para el hombre
que abandonaba este mundo solo existía el Sheol, era el lugar en donde buenos y
malos iban a parar, esto es lo que hay debajo de la “Haáretz”
de la tierra y al decir “No te harás
imagen alguna ni escultura de lo que hay debajo de la tierra, en las aguas”
se refiere el texto sagrado a los muertos, por tanto para Dios está prohibido
adorar a los muertos, situación que era muy común en los pueblos antiguos
principalmente entre Griegos y Romanos.
Más
allá de todo esto, Moisés mismo en su instrucción a las tribus de transjordania
antes de que entren en la tierra prometida y debido a que el no entrara, explica
la doctrina que Dios le revelo sobre la idolatría y a que se refería Dios con
sus prescripciones:
“Tengan cuidado de
ustedes mismos. Cuando el Señor les habló desde el fuego, en el Horeb, ustedes
no vieron ninguna figura. No vayan a pervertirse, entonces, haciéndose ídolos
de cualquier clase, que tengan figura de hombre o de mujer. De animales que viven
en la tierra o de aves que vuelan por el espacio. De reptiles que se arrastran
por el suelo, o de peces que viven en las aguas, debajo de la tierra. Y cuando
levantes los ojos hacia el cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo
el Ejército de los cielos, no te dejes seducir ni te postres para rendirles
culto. Porque ellos son la parte que el Señor, tu Dios, ha dado a todos los
pueblos que están bajo el cielo”. (Dt 4,15-19)
Resumiendo, Dios no está prohibiendo hacer imágenes de cualquier cosa,
sino que es específico con las “cosas”
de las que prohíbe hacer imágenes y estatuas para adorarlas o postrarse ante ellas.
Esto lo entendemos ya que…
En
otros textos de la Sagrada Escritura Dios manda a hacer imágenes.
En
efecto en la Biblia Dios manda a construir imágenes y erigir estatuas cuatro
veces. A continuación expongo las citas bíblicas donde encontramos que Dios
expresamente manda a hacer imágenes:
1. Los Dos Querubines
del Arca de la Alianza. En el mismo libro del Éxodo citado
tantas veces por los protestantes para
fundamentar el culto a las imágenes encontramos que en Ex. 25,18-20 dice:
“y en sus dos extremos forjarás a martillo dos querubines de oro macizo. El
primer querubín estará en un extremo y el segundo en el otro, y los harás de
tal manera que formen una sola pieza con la tapa. Ellos tendrán las alas
extendidas hacia arriba, cubriendo con ellas la tapa; y estarán uno frente a
otro, con sus rostros vueltos hacia ella.”
¡Qué curioso! ¿Sería posible que Dios primero prohíba las imágenes y las
estatuas en el capítulo 20 del Éxodo y más adelante en el capítulo 25, el mismo
Dios mande a construir dos? ¿Acaso Dios se equivoco? ¿Dios se contradijo a sí
mismo? ¿Se olvido de lo que Él mismo había prescrito a los judíos? No queridos
hermanos Dios no se equivoca, ni se olvida de lo que dijo, ni se contradice, lo
que sucede es que en el capítulo 20 no prohíbe las imágenes sino la adoración
de otros dioses representados por estas. Tan es así que como el arca de la
alianza representaba la presencia del Dios único y verdadero (Sal 132,7-8; 1 Re
8,6) los judíos le rendirán culto y le adoraran. Se postraban ante el arca y
cantaban y bailaban delante de ella:
“Pusieron el Arca de
Dios sobre un carro nuevo y la llevaron desde la casa de Abinadab. Uzá y Ajió
conducían el carro, mientras David y todo Israel bailaban con todas sus fuerzas
delante de Dios, cantando y tocando cítaras, arpas, tamboriles, címbalos y
trompetas.” (1 Cro 13,7-8)
Entonces no es posible
que Dios prohibiera que se postraran ante una imagen en el capítulo 20 y aquí
lo permita, porque nunca hubo un reclamo por parte de Dios en contra del culto
al Arca de la Alianza o de los dos Querubines del Arca, porque simbolizaban su
presencia. Dios en el culto exclusivo que pide al pueblo no prohibiría aquellas
imágenes que directa (Representación de Dios mismo) o indirectamente
(Querubines, seres celestiales) representaran su grandeza.
2. La Serpiente de
Bronce en el Desierto. En Números 21, 8-9: Por los
pecados del pueblo y para que todos se arrepintieran de ellos:
“y
el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y
todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado». Moisés hizo una
serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por
una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.”
Aquí
otro ejemplo de cómo Dios no prohíbe las imágenes que el mismo manda a
construir, en este caso el pueblo iba bordeando el mar rojo para no pasar por
la tierra de Edom, los Israelitas se desesperaron por el tiempo y la distancia
perdiendo la paciencia, entonces comenzaron a hablar mal de Dios y de Moisés
diciendo: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el
desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida
miserable!». (Num 21,5) Entonces Dios manda contra ellos a las serpientes
abrasadoras que mordieran a muchos y estos murieron. Solo entonces el pueblo se
arrepiente y se acerca a Moisés pidiéndole que interceda por ellos para que
Dios les perdone. Dios acepta y manda a construir la serpiente de bronce para
que el que la mirara quedara curado. Esta serpiente levantada sobre un hasta
que salva de la muerte a los que la miran es tipo de Cristo que cargara los
pecados de todos los hombres de todos los tiempo (Por eso la figura de la Serpiente)
y será levantado en la Cruz, todo el que lo vea (testigo) y crea (acepte) se
salvara. Por eso dice la Biblia: "Así como la serpiente fue levantada
en el desierto, así el hijo del hombre será levantado para que todo el que crea
en él tenga vida eterna" (Jn 3,14-16).
Pero
cuando la imagen es tomada como poderosa y aislada de su significado original,
entonces es mala para nuestro culto a Dios, por eso en la Biblia el Señor a
través del joven Rey Ezequías, “Quien
hacia lo recto a los ojos de Dios” (2 Re 18,3), destruye esa misma
serpiente de bronce que antes había mandado a hacer, porque cuando en vez de
representar el perdón de Dios y la salvación por el arrepentimiento se
convierte en objeto de culto, se debe cancelar esta desviación del pueblo: “Hizo desaparecer los lugares
altos, rompió las piedras conmemorativas, taló el poste sagrado e hizo pedazos
la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta esos días los
israelitas le quemaban incienso; se la llamaba Nejustán” (2 Re 18,4).
3. Los Leones y Toros
del Mar de Bronce en el Templo de Jerusalén. Esto lo encontramos
en 1 Re 7,25: “El Mar estaba asentado
sobre doce toros, tres vueltos hacia el norte, tres hacia el oeste, tres hacia
el sur y tres hacia el este. El Mar se elevaba por encima de ellos, que estaban
con sus partes traseras vueltas hacia el interior.” En el interior del
Templo de Jerusalén Salomón construye un mar de bronce que contiene toros: “Debajo del borde, todo alrededor, había
unas figuras de toros –diez cada cinco metros– que rodeaban todo el contorno
del Mar; había dos hileras de toros, fundidos con el Mar en una sola pieza” (2
Cro 4,3). Y también construyo otras figuras: “…sobre esos paneles había figuras de leones, de toros y de querubines,
y lo mismo sobre el armazón. Tanto arriba como abajo de los leones y toros
había unos adornos en bajorrelieve” (1 Re 7,29).
Es decir que Dios no solo
permite que se construyan estas imágenes en el Templo Sagrado, en su propia
casa, sino que además está de acuerdo con ellas y en vez de mandar a quitarlas,
desciende sobre el templo y lo consagra para que en el todo hombre encuentre la
presencia de Dios, la Biblia menciona el momento donde Dios desciende y toma
posesión de su Templo:
“A partir de ahora,
mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la súplica que se haga en este
lugar. Y a partir de ahora, yo he elegido y consagrado esta Casa, a fin de que
mi Nombre resida en ella para siempre: mis ojos y mi corazón estarán allí todos
los días”. (2 Cro 7,15-16)
Aquí
vemos como Dios no prohíbe las imágenes, las acepta de acuerdo a lo que
representen.
4. Los Querubines de
Madera del Templo. En
1 Re 6,23, nos dice que Dios hizo en su templo dos Querubines de
madera para el Lugar Santísimo, y antes en el versículo 18 dice que el
revestimiento tenía tallas de flores y frutos.
Como
pueden ver Dios lo que prohíbe es la Idolatría, es decir que rindamos
a cualquier cosa o persona, el culto solo debido a él. Dios no podría prohibir
solo las imágenes porque como hemos visto la serpiente de bronce, los toros y los
leones pertenecen a los animales que viven en la tierra, por tanto es una
imagen de lo que está en la tierra, pero no las manda a hacer para adorarlas,
sino como una representación de su presencia de gloria y majestad (Los
Querubines), de un atributo del mismo Dios (La Serpiente de Bronce), o bien por
lo que significan para el pueblo (Leones, Toros).
Quince Razones por las
que Dios no prohíbe las Imágenes
Si
Dios prohibiera toda imagen, estaríamos excluidos de todo contacto con las
imágenes en el mundo moderno por lo tanto no podríamos:
1. Ver la Televisión
pues solo transmite imágenes, por lo que cancelaríamos este entretenimiento de
nuestra vida y los canales que mas nos gustan incluyendo el “canal enlace” de los protestantes.
2. Comprar el Periódico pues
contiene muchas imágenes y por tanto no podríamos estar informados de nada.
3. Estudiar en la escuela primaria ya
que sería necesario consultar para
el estudio y las tareas los libros de texto que no solo contienen texto sino
que son ricos en imágenes que ilustran la enseñanza, como mapas, ilustraciones,
cuadros sinópticos, retratos, dibujos, laminas.
4. Ir al Cine
pues solo proyecta imágenes.
5. Admirar el Arte
ya que se trata de representaciones o imágenes de la realidad, por lo que no
podríamos ir a ninguna exposición, de pintura o escultura, ni tener ni cuadros
en casa, ni ningún tipo de figurilla que nos sirviera como adorno pues de
acuerdo a estos protestantes Dios lo prohíbe.
6. Tener o usar una Computadora
pues se trata de imágenes digitales.
7. Tener Fotografías en casa
de familiares, amigos o propias porque se trataría de simples imágenes, ni
siquiera de nuestra madre podríamos tener. No podríamos entonces titularnos,
tener maestría o doctorado porque para los títulos de grado nos piden una foto.
8. Tener Dinero porque
tanto en billetes como en monedas encontramos imágenes de personajes celebres
de la historia de un país. Por tanto tendríamos que morirnos de hambre por no
poder comprar comida, andar desnudos o con la misma y única ropa de siempre y
esta debería ser regalada porque no tendríamos dinero para comprarla, vivir en
la calle, enfrentando el frio y la lluvia porque no tendríamos dinero para
comprar una casa o pagar una renta o un hotel donde quedarnos.
9. Comprar a nuestros hijos juguetes ya
que como serian unas figuras que solo representaran la realidad o sirvieran de
imágenes de algo que existe o que no existe pues estarían prohibidas.
10. Tener
un teléfono celular ya que estos contienen diversas
imágenes de logos, aplicaciones, fotos del perfil de usuarios, fotos sacadas
con el mismo celular, etc. Y los mismos teléfonos son una imagen de una persona
que no está ahí pero sin embargo hablamos con ella.
11. Tener
playeras o ropa estampada porque como imágenes estarían
prohibidas, pero… ¿y si solo tengo ropa estampada? ¿Debo andar desnudo? Qué
tontería.
12. Celebrar
El día del Amor y la amistad, ya que esta
celebración está llena de abundantes imágenes relativas al amor como los
corazones, los osos o muñecos de peluche, etc.
13. Celebrar
la Navidad, porque en nuestra cultura
latinoamericana y católica celebramos la llegada del Señor a este mundo con
muchas imágenes como adornos de todo tipo, nacimientos con figurillas que
representan los episodios del evangelio que nos hablan del tiempo y forma en
que nació Jesús.
14. Estaríamos
cancelados y prohibidos nosotros mismos porque la Biblia dice
que somos imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27), entonces estimado lector
tendría usted que aventarse a un pozo o quemarse porque siguiendo la
interpretación fundamentalista de los protestantes la biblia dice en Dt 7,25
que hay que quemar las imágenes y esculturas de otros dioses. Entonces cada
Pastor protestante debería ser el primero en dar el ejemplo y prenderse fuego
siguiendo esta interpretación aberrante de la Biblia. Y lo verdaderamente peor
y más frustrante:
15. Jesús
mismo estaría prohibido ya que la Biblia menciona que
Cristo es la imagen visible del Dios invisible (Col 1,15). Entonces no podría
haber cristianismo porque Jesús está prohibido, ni podría haber protestantes
que se llamen a sí mismos cristianos porque Cristo está prohibido de acuerdo a
su propia interpretación desviada de la verdad.
¿Entonces
Dios se contradice en la Biblia?
No, de ninguna manera, Dios no se
equivoca, ni se contradice, los que si nos equivocamos somos nosotros al
interpretar su Palabra tan descuidadamente y sin importancia como hacemos con
nuestra propia espiritualidad. Inventándonos explicaciones y criterios tan
errados que nos ciegan de la verdad aunque se nos explique.
¿Qué es entonces lo que la Iglesia enseña sobre las Imágenes? ¿Cuál es
el culto que se les da?
En nuestro estudio las imágenes por sí
mismas no son malas, lo malo es usarlas para el culto de idolatría. Entendamos
muy bien esto. ¿Qué es la idolatría? ¿Qué es la Adoración? ¿Qué culto le da la
Iglesia católica a las imágenes de los santos, María, los Ángeles y Jesús?
¿Está permitida en la Iglesia la Idolatría? Respondo brevemente:
¿Qué es la idolatría?
El
origen del concepto viene del Griego eidololatria.
Etimológicamente significa adoración divina otorgada a una imagen, pero su
significado ha sido extendido a toda adoración divina otorgada a cualquier
persona o cosa distinta del verdadero Dios. Sto. Tomás (Summa Theologica,
II-II, q. xciv) lo trata como una especie del género superstición, que es un
vicio opuesto a la virtud de la religión y consiste en dar el honor divino (cultus) a cosas que no son Dios, o a
Dios mismo de una manera equivocada. Lo específico de la idolatría es su
directa oposición al objeto primario de la adoración Divina; se confiere a una
criatura la reverencia sólo debida a Dios. Se hace esto de diversas maneras. La
criatura es a menudo representada por una imagen, un ídolo. “Algunos, mediante
artes infames, hacen ciertas imágenes, las cuales, a través del poder del
demonio, producen ciertos efectos de donde ellos piensan que esas imágenes
contienen algo divino y como consecuencia de tal divinidad, son merecedores de
adoración.” Esta era la opinión de Hermes Trismegistus. Otros otorgan honores
Divinos no a las imágenes sino a las criaturas que ellas representan. Ambos
tipos son insinuados por el Apóstol Pablo (Rom., I, 23-25), quien dice del
primero: “Ellos cambiaron la gloria del
Dios incorruptible a la copia de la imagen de hombre corruptible, y de pájaros,
y de bestias cuadrúpedas, y de cosas rastreras”, y de la segunda: “Ellos adoran y sirven a la criatura en
lugar de al Creador”. Estos adoradores de criaturas eran de tres tipos.
a) Algunos
sostenían que ciertos hombres eran dioses, y estos eran honrados a través de
sus estatuas. e.g., Júpiter y Mercurio.
b) Otros
opinaban que todo el mundo era un Dios, Dios que era concebido como el alma
racional del mundo corporal. Por tanto adoraban al mundo y a todas sus partes,
el aire, el agua y todo el resto; sus ídolos, de acuerdo con Varro, como es
reportado por San Agustín (De Civitas Dei, VIII, xxi, xxii), eran la expresión
de esta creencia.
c) Otros
en tanto, seguidores de Platón, admitían un solo Dios supremo, causa de todas
las cosas, y debajo de Él ubicaban ciertas sustancias de su creación y que
participaban de su divinidad, estas sustancias eran llamadas por ellos dioses;
y por debajo ponían las almas de cuerpos celestes y, otra vez debajo de estos
los demonios los que, pensaban, eran una especie de seres vivientes aéreos (animalia). En el lugar más bajo de todos
ubicaban las almas humanas, las que, de acuerdo con sus méritos o deméritos
compartirían la sociedad ya con los dioses o con los demonios. A todos ellos
atribuían adoración Divina, como dice San Agustín (De Civ. Dei, VIII, 14).
Existe
una diferencia esencial entre la idolatría y la veneración de imágenes
practicada en la Iglesia Católica, ya que mientras el idólatra atribuye
divinidad o poderes divinos a la imagen que reverencia, el Católico sabe “que
en las imágenes no hay divinidad ni virtud debido a la cual deban ser adoradas,
que no se puede dirigir peticiones a ellas, y que no debe depositarse confianza
en ellas... que el honor que se les brinda a ellos está referido a los objetos
(prototypa) que representan, de modo
tal que a través de las imágenes que besamos, y delante de las cuales nos
descubrimos las cabezas y arrodillamos, adoramos a Cristo y veneramos a los
santos cuya similitud representan” (Conc. find., Sess. XXV, "de Invocatione
Sanctorum").
Considerada
en sí misma, la idolatría es más grande de los pecados mortales. Esto es así,
porque es, por definición, una invasión a la Soberanía de Dios sobre el mundo,
un atentado a Su Divina Majestad, una rebelde ubicación de una criatura sobre
el trono que pertenece solamente a Dios. Aún la simulación de idolatría, a fin
de escapar de la muerte durante persecución, es un pecado mortal, debido a la
perniciosa falsedad que involucra y el escándalo que causa. San Agustín dice,
refiriéndose a Seneca quien, contra su mejor juicio, participó de adoraciones
idólatras: “Él merece más ser condenado por hacer mendazmente lo que la gente
creía que hacía sinceramente”. La culpa de la idolatría, sin embargo, no debe
ser evaluada solamente por su naturaleza abstracta; la forma concreta que asume
en la conciencia del pecador es el elemento realmente importante. Ningún pecado
es mortal, es decir, que excluye al hombre de alcanzar el fin para el cual fue
creado; si no fue cometido con claro conocimiento y libre determinación. Pero,
¿Cuántos muchos, o pocos, de los incontables millones de idólatras son, o han
sido, capaces de distinguir entre el Creador de todas las cosas y sus
criaturas? y habiendo hecho la distinción ¿cuantos han sido lo suficientemente
perversos para adorar a la criatura con preferencia al Creador? Es razonable, Cristiano,
y caritativo suponer que los “falsos dioses” de los paganos eran, en sus
conciencias, el único dios verdadero que conocían, y que su adoración al ser
correcta en su intención, se elevaba al único Dios verdadero, junto con la de
los Judíos y los Cristianos a los que Él se les había revelado. “En el día en que Dios venga a juzgar los
secretos de los hombres por Jesucristo... los gentiles que no hayan tenido la
ley, serán juzgados por sus conciencias (Rom., 2, 14-16). Dios, que desea
que todos los hombres se salven, y Cristo, que murió por todos los que pecaron
en Adán, se sentirían frustrados en sus designios misericordiosos si el
príncipe de este mundo se fuera a llevar a todos los idólatras.
¿Qué es la Adoración?
En
sentido estricto, es un acto de religión que se ofrece
a Dios en reconocimiento de su suprema perfección y dominio, y de que
todas las criaturas dependen de Él; en un sentido más amplio, la reverencia
mostrada a cualquier persona u objeto que posee inherentemente o por
asociación, un carácter sagrado o un alto grado de excelencia moral. La
creatura racional, al levantar la vista hacia Dios, a quien
la razón y la revelación muestran ser infinitamente
perfecto, no puede, en derecho y justicia mantener una actitud
de indiferencia. Esa perfección, que es infinita en sí misma y la
fuente y cumplimiento de todo el bien que poseemos o que poseeremos, es la
que debemos adorar reconociendo su inmensidad y sometiéndonos a su supremacía.
Esta adoración requerida por Dios, y dada exclusivamente a Él como Dios, es
designada por los griegos como “latreia” (latinizada, latría), para la cual la mejor
traducción que ofrece nuestra lengua es la palabra adoración. También
enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:
“La adoración es el
primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como
Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor
infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto”
(Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13). Adorar a Dios es
reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo
existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo,
como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho
grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración
del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud
del pecado y de la idolatría del mundo” (Números 2096 y 2097 del Catecismo de
la Iglesia Católica).
¿Qué culto le da la Iglesia católica a las imágenes de los santos,
María, los Ángeles y Jesús?
Un
lejano concilio, el Segundo Concilio de Nicea en el año 787, definió la
corrección del uso de las imágenes en la Iglesia, poniendo autorizadamente fin
a las tentaciones “iconoclastas” que satanizaban el uso de las imágenes. Reproduzco
su definición en contra de la herejía iconoclasta:
“Aquel que nos ha
regalado la luz de su conocimiento y nos ha liberado de las tinieblas y de la
locura de los ídolos, Cristo nuestro Dios, habiendo hecho su esposa a la santa
iglesia católica sin mancha ni arruga (Ef 5,27),
prometió conservarla de este modo. Confirmó esta promesa diciendo a sus
discípulos: yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt
28,20). Pero esta promesa no la hizo solamente a ellos, sino también a
nosotros, que a través de ellos hemos creído en su nombre (Jn 17,20). Pero hay
algunos hombres que, descuidando este don, embrujados por los engaños del
enemigo, se han desviado de la recta razón y en su rebelión respecto a la
tradición de la iglesia católica han fracasado en su comprensión de la verdad.
Como dice el proverbio, han ido errando por las sendas de su propio campo y han
llenado sus manos de esterilidad porque han intentado desacreditar las sagradas
imágenes, convenientes al culto de Dios. Ellos pretenden ser sacerdotes, pero
no lo son, como dice el Señor por boca del profeta: Muchos pastores han
devastado mi viña, han pisoteado mi campo (Jr 12,10). Siguiendo a hombres que
escuchan sólo a sus propias pasiones, han acusado a la Santa Iglesia, esposa de
Cristo nuestro Dios, y no han distinguido entre lo sagrado y lo profano
(Ez 22,26), poniendo en el mismo plano las imágenes de Dios y de sus santos y
las estatuas de los ídolos diabólicos.
Por esto, el señor
Dios, no pudiendo soportar más que sus fieles fueran contagiados por semejante
peste, nos ha convocado de todas partes a nosotros los obispos, mediante el
ferviente celo y la invitación de Constantino e Irene, nuestros fidelísimos
emperadores, con la finalidad de reforzar con un voto común la divina tradición
de la iglesia católica. Después de investigaciones y discusiones profundas, con
el único objetivo de seguir la verdad, nosotros no quitamos ni agregamos nada,
sino que conservamos intacto el patrimonio doctrinal de la iglesia católica, en
el surco de los seis santos concilios ecuménicos, y especialmente de aquel
reunido en la espléndida sede metropolitana de Nicea y del otro, celebrado más
tarde, en la ciudad imperial que Dios protege: Creemos en un solo Dios...De tal
modo, procediendo sobre la vía regia, siguiendo la doctrina divinamente
inspirada de nuestros santos padres y la tradición de la iglesia católica
–reconocemos de hecho, que el Espíritu Santo habita en ella– nosotros definimos con todo rigor y cuidado
que, a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, del
mismo modo las venerables y santas imágenes, tanto pintadas como realizadas en
mosaico o en cualquier otro material apto, deben ser expuestas en las santas
iglesias de Dios, sobre los vasos y vestiduras sagrados, sobre las
paredes y tablas, en las casas y en los caminos; ya se trate de la imagen del
Señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o la de la inmaculada Señora nuestra,
la santa Madre de Dios, de los santos ángeles, de todos los santos y justos.
De hecho, cuanto más
frecuentemente son contempladas estas imágenes, tanto más son llevados aquellos
que las contemplan al recuerdo y al deseo de los modelos originales y a
tributarles, besándolas, con respeto y veneración. No se trata, ciertamente, de una verdadera adoración [latría],
reservada por nuestra fe solamente a la naturaleza divina, sino de un culto
similar a aquel que se tributa a la imagen de la cruz preciosa y vivificante, a
los santos evangelios y a los demás objetos sagrados, honrándolos con el
ofrecimiento de incienso o de luces según la piadosa costumbre de los antiguos.
En realidad, el honor tributado a la
imagen pertenece a quien en ella está representado y quien venera a la imagen,
venera la realidad de quien en ella está reproducido.
De este modo se
refuerza la enseñanza de nuestros santos padres, o sea la tradición
de la iglesia universal, que ha recibido el Evangelio de un confín al otro de
la tierra. Así somos seguidores de Pablo, que ha hablado en Cristo, del divino Colegio
Apostólico, y de los Santos Padres, manteniendo las tradiciones que hemos
recibido (2 Tes 2,15). Así podemos cantar a la iglesia los himnos triunfales a
la manera del profeta: Alégrate, hija de Sión exulta hija de
Jerusalén; goza y alégrate con todo el corazón; el Señor ha quitado de en medio
de ti las iniquidades de tus adversarios, has sido liberada de las manos de tus
enemigos. Dios, tu rey, está en medio de ti; ya no serás más
oprimida por el mal (Sof 3,14ss), y la paz habite contigo para siempre.
Quien osase pensar o
enseñar de otro modo, o, siguiendo a los impíos herejes, violase las
tradiciones de la iglesia o inventase novedades o rechazase algo de lo que ha
sido confiado a la iglesia, como el Evangelio, la representación de la cruz,
las imágenes pintadas o las santas reliquias de los mártires; quien pensase
subvertir con astutos embrollos cualquiera de las legítimas tradiciones de la
iglesia universal; o quien usase para usos profanos los vasos sagrados o los
venerables monasterios, nosotros decretamos que, si es obispo o clérigo, sea
depuesto, si es monje o laico sea excluido de la comunión.”
Las
imágenes sagradas se colocan en el mismo plano que la representación de la
cruz, y a semejanza de la cruz deben ser expuestas en todo lugar: en el
contexto de la liturgia, en los lugares sagrados, pero también en la vida
cotidiana, en los lugares privados como las casas, y en los lugares públicos
como las calles. La universalidad del mensaje cristiano indica la medida de los
lugares en los que exponer las imágenes, es decir, todos los lugares. Las
imágenes sagradas deben además estar presentes en los ornamentos sagrados y
también en las vestiduras. No se detalla la técnica, de hecho las imágenes
pueden ser pintadas, en mosaico, o en cualquier otra técnica oportuna, pero se
precisa el sujeto: que sean la
imagen del señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o la de la Inmaculada
Señora nuestra, la Santa Madre de Dios, de los santos ángeles, de todos los
santos y justos. Por tanto se trata claramente de imágenes que representan
prioritariamente a Jesucristo, cuya encarnación es el principio fundacional del
arte sacro figurativo, y también la Madre del Señor, los ángeles, los santos y
los justos, es decir, todo el cuerpo de la Iglesia, su misterio y su historia.
El
Concilio precisa también los motivos y las finalidades de las imágenes
sagradas: “De hecho, cuando
más prudentemente estas imágenes son contempladas, tanto más quienes las
contemplan son llevados al recuerdo y al deseo de los modelos originales y a
tributarles, besándolas, respeto y veneración”. La contemplación de
las imágenes induce al recuerdo y al deseo de los sujetos representados; se
trata por tanto de una dinámica cognoscitiva y afectiva, que parte de la imagen
representada pero termina en el sujeto real; es análoga, podríamos decir, a la
función que tienen las fotografías de nuestros seres queridos, que nos
recuerdan a las personas amadas. Mantener vivo el recuerdo y el deseo
constituye un cuidado importante de la propia fe, el cultivo de la propia vida
espiritual.
Se
trata de una relación no idolátrica, porque el fin de la adoración no es la
imagen, sino el sujeto representado. De hecho, el Concilio pone cuidado en
prevenir y dejar al margen los excesos que habían estado presentes en el
Oriente cristiano, y que habían también inducido, por contraste, la reacción
iconoclasta. “No se trata,
ciertamente, de una verdadera adoración (latría), reservada por nuestra fe sólo
a la naturaleza divina… El honor hecho a la imagen, en realidad, pertenece a
aquel que está representado, y quien venera la imagen, venera la realidad de
quien en ella está reproducido.” Se trata por tanto de un honor hecho
a la realidad y no a la representación, sino que a través del culto hecho a la
imagen se alimenta y se expresa la adoración hacia Dios, el único digno de ser
adorado. Observemos que el correcto parámetro del culto de la imagen está
constituido por el culto de la cruz, preciosa y vivificante, y puesto en
analogía con el culto que se da al Evangelio, que obviamente no significa
adoración del libro sino de la Palabra de Dios.
El
Concilio subraya que el culto de las imágenes forma parte de la tradición de la
Iglesia, por tanto las imágenes pintadas forman parte del depósito de la Fe, de
lo que ha sido “confiado” a la
Iglesia, huyendo en consecuencia al arbitrio de los hombres: nadie puede
decidir que se puede minusvalorar el culto de las imágenes.
La
tradición del culto de las imágenes es ininterrumpida en la Iglesia católica
que, al contrario, encuentra en esta práctica un signo de distinción de las
tendencias iconoclastas propias de de muchas corrientes protestantes. El
Concilio Vaticano II se coloca en continuidad con la tradición, y en la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum
Concilium afirma: «Manténgase
firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los
fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido
orden» (Const. Sacrosanctum Concilium, n. 125). Análogamente al Concilio de
Nicea, precisa que la devoción debe ser correcta, y sobre todo que el
sentimiento que se suscite no sea la admiración hacia la imagen, sino la
veneración de los sujetos presentados: “que
sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no
causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa.”
Quizás
una de las reflexiones más claras y profundas sobre el uso de las imágenes
sagradas la proporciona la introducción al Compendio del Catecismo de la
Iglesia Católica (20 de marzo de 2005): “[las
imágenes] provienen del riquísimo patrimonio de la iconografía cristiana. De la
secular tradición conciliar aprendemos que también la imagen es predicación
evangélica. Los artistas de todos los tiempos han ofrecido, para contemplación
y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del misterio de la
salvación, presentándolos en el esplendor del color y la perfección de la
belleza. Es éste un indicio de cómo hoy más que nunca, en la civilización de la
imagen, la imagen sagrada puede expresar mucho más que la misma palabra,
dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del
mensaje evangélico” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica n. 5).
¿Está permitida en la Iglesia la Idolatría?
La
Iglesia siguiendo la enseñanza de la Sagrada Escritura y como intérprete legitima
de la Revelación de Dios confiada por Cristo a sus Apóstoles, enseña la
doctrina de la Biblia que es muy clara con respecto a la idolatría:
“Los ídolos de las
naciones son plata y oro, obra de las manos de los hombres: tienen boca, pero
no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen, y no hay
aliento en su boca. ¡Qué sean como ellos los que los fabrican, y también los
que confían en ellos!” (Sal 135,15-18).
De acuerdo a la Sagrada Escritura la Iglesia enseña que el culto a los ídolos
no sirve de nada, que es un culto vacio y sin sentido, que están muertos y no
pueden ver, ni hablar, ni oír y que no hay vida en ellos. Y anticipa que todo
el que los fabrica y el que confía en ellos es como ellos, es decir; esta
muerto en su interior. Por lo tanto la Santa madre Iglesia a través del
documento magisterial que mas plenamente enseña la doctrina de la Iglesia “El Catecismo de la Iglesia Católica” (Que
claramente desconocen los protestantes) condena en sus números 2110, 2112,
2113, 2114, 2129, 21130, 2131 y 2132 la idolatría. Así mismo en sus números 2084,
2085 y 2086 declara que el culto de Adoración en la Iglesia Católica solo está
reservado para Dios.
El mismo Señor Jesús, y con él la única Iglesia enseña que la adoración
es exclusiva de Dios:
“Jesús le respondió: Retírate,
Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo
rendirás culto". (Mt 4,10)
Desde
los tiempos de los Apóstoles, la Iglesia Católica ha condenado clara
y consistentemente al pecado de idolatría. La Iglesia primitiva de los primeros
Padres nos advierte contra este pecado, y los concilios de la Iglesia también
se ocuparon de este tema.
El
catecismo del Concilio de Trento (1566) enseñó que se comete idolatría “adorando ídolos e imágenes como si fueran
Dios, o creyendo que ellos poseen alguna divinidad o virtudes que les dé
derecho a recibir nuestra adoración, a elevarle nuestras oraciones o a poner
nuestra confianza en ellos” (p. 374).
El
Catecismo de la Iglesia Católica (1993) como hemos visto explica que “la
Escritura constantemente nos recuerda que hay que rechazar los ídolos que son la
obra de manos de los hombres.
“La idolatría es una
perversión del sentido religioso innato del hombre, un idolatra es alguien que
transfiere su indestructible noción de Dios a cualquier otra cosa que no sea
Dios” (CIC 2112-2114, citando Orígenes, Contra Celso
2:40).
De
todo esto vemos como la Iglesia condena la Idolatría y no la permite ni mucho
menos la propone a los fieles cristianos. Por lo tanto lo que afirman
temerariamente los protestantes acerca de que la Iglesia Católica es idolatra
es una completa falsedad y una mentira insidiosa con fines de confundir a los
miembros de la Iglesia para que apostaten de su fe y abandonen la comunión de
esta adhiriéndose a una secta protestante.
CONCLUSIÓN
La
imagen durante los siglos ha logrado transmitir los hechos sobresalientes del
misterio de la salvación, y mucho más hoy, en la civilización de la imagen,
debe saber recuperar su propia importancia fundamental, en cuanto que la imagen
transmite más que las propias palabras, en un dinamismo de comunicación y transmisión
de la Buena Noticia.
Si
en nuestro corazón, sabemos que solo Dios es Dios, lo adoramos solo a él y
lo amamos con todo el corazón, toda el alma, toda la mente y todas nuestras
fuerzas, nada debemos temer. El Espíritu de Dios es un espíritu de amor,
no de temor. No nos dejemos apantallar por los protestantes que quieren
confundirnos, ni creamos en interpretaciones de textos de nuestra Iglesia dados
por hombres ajenos a ella, quien sabrá más de mi propia casa ¿Yo y mi familia?
¿O alguien que se fue del hogar?, porque estos hermanos citan a Pedro, Juan,
Santiago, Pablo y los demás apóstoles sin entender que ellos mismos son los
primeros cristianos que no quisieron la separación ni hablaron nada ni
escribieron nada en contra de la Iglesia que para ellos era madre, maestra,
casa y cuerpo de Cristo.
Por último les recuerdo
que en el Génesis dice que Dios hizo todas las cosas y "vio Dios que eran buenas", es nuestro corazón
pecador quien nos lleva a idolatrar falsos dioses y a utilizar para el mal todo
lo creado, es nuestro pecado y el interior del corazón del hombre donde radica
en verdad la idolatría, en nuestro amor al dinero, al poder, al placer, al
poseer muchas cosas materiales innecesarias, muchas veces nuestra idolatría es
tan fuerte en nosotros por el amor a nosotros mismos ya que nos hemos puesto
por encima de Dios y queremos vivir nuestra vida de acuerdo a nuestra propia
voluntad, esto no solo constituye el pecado original sino que es la raíz de que
la mayoría sea idolatra en su corazón.
Victor Hugo Mena Hernández