lunes, 11 de noviembre de 2013


¿Dios Prohíbe en la Biblia hacer Imágenes? ¿No son los Católicos Idolatras porque adoran imágenes?


Estimados hermanos recientemente me llego una petición de contestar a esta interrogante planteada por un Pastor Protestante quien incluso escribe un artículo que carece de el más mínimo esfuerzo por querer interpretar correctamente la Sagrada Escritura y hace interpretaciones por demás aberrantes de la enseñanza de Dios en cuanto a las imágenes sin ninguna seriedad en querer estudiar lo que Dios realmente enseña y solamente ensañado en confundir. Es por eso que me doy a la labor de contestarla y publicarla en mi celo como evangelizador y biblista de dar a conocer la verdad y denunciar la mentira de estas sectas peligrosas que amenazan la fe de la única Iglesia que Jesús fundo.

Primero quisiera mencionar el texto bíblico en donde de acuerdo a los hermanos protestantes está fundada la prohibición:

“No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.” (Ex 20, 4-6)

Pareciera al leer este texto que Dios prohíbe las imágenes y que por tanto los católicos somos idolatras, pero en realidad aquí encontramos una vez más el clásico error de los protestantes el interpretar la Biblia llamado “fundamentalismo”, es decir; interpretar un texto fuera de su contexto y literalmente, sin tomar en cuenta el lenguaje en que fue escrito, los destinatarios, la intención del escritor sagrado, el mensaje teológico de todo el libro que se está citando y de toda la biblia, y sin tomar en cuenta el lugar, tiempo y situación en que se encuentran los personajes y el pasaje de la biblia.


La exclusividad del culto a Dios origen de la restricción de imágenes de Ex 20,4-6.


Para interpretar entonces este pasaje primero debemos entender de que está hablando dicho texto, en este caso el capítulo 19 del libro del éxodo nos habla de una preparación especial que experimenta el pueblo para recibir la alianza del Señor, en donde se encuentra el ofrecimiento de la alianza Ex 19,5-6:

Si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada».

En este ofrecimiento Dios le da a conocer a Moisés el carácter exclusivo de la alianza y el culto especial y excluyente que el Señor quiere del pueblo de Israel que al escuchar la voz de Dios y observar la alianza se convertiría en “propiedad exclusiva” del Señor, como un pueblo que entre todos los demás Dios podría llamar de una manera específica, personal y especialísima  “suyo”, ya que todos los pueblos le pertenecen, pero el Señor habla de una pertenecía no solo de hecho sino voluntaria, en la entrega de Israel a la voluntad de Dios y su consagración única para solo adorarlo a Él. Después en el texto bíblico vendrán las purificaciones como preparación a la Teofanía de Dios, es decir; a las manifestaciones poderosas y sorprendentes como Dios se presenta al pueblo antes de la alianza: Se presenta en medio de una densa nube (Ex 19,9), en medio de truenos, relámpagos y un fuerte sonido de trompeta (Ex 19,16), el humo que cubre toda la montaña, el fuego que baja de ella y el temblor violento de la montaña (Ex 19,18); en medio de esta teofanía el Señor se manifiesta primero a Moisés y luego le manda a que baje y vuelva a subir trayendo consigo solo a Aarón, es en ese momento que Dios dictara sus mandamientos en medio de un pueblo estupefacto y temeroso por lo que sucedía.

Es decir que Dios le lleva al pueblo a descubrir a través de purificaciones y maravillosas teofanías que es un Dios poderoso, fuerte, imponente, grande, majestuoso, que manda sobre toda la tierra y controla los elementos más atemorizantes de la naturaleza, todo esto será preparación para enseñar el objeto de la Alianza del Sinaí. Ahora bien, ¿Cuál es el objeto de la Alianza del Sinaí? En el capítulo 20 del Éxodo versículos del uno al tres Dios dará un mandamiento previo a la Alianza que es el objeto de ella:

“Entonces Dios pronunció estas palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí.”

En este texto previo al que citan los hermanos protestantes encontramos la razón fundamental de lo que se dirá en los versículos 4 al 6 en donde se prohíbe la idolatría. Lo que Dios prohíbe no son en esencia las imágenes sino el culto a otros dioses, el politeísmo, la idolatría, el creer y adorar a otros dioses fuera del Dios único que es Yahveh. Es por eso que dice “Yo soy el Señor” no un señor de entre muchos, sino “el que domina, el dueño absoluto de todo”, pues Él es el único Señor que existe y agrega “tu Dios” enfatizando la pertenencia de Dios al pueblo que Él ha elegido, para que también a su vez todos los israelitas fueran suyos, esta relación de pertenencia entre Dios y el hombre evoca la relación originaria del hombre en el Génesis cuando Dios y el hombre se pertenecen en la verdad, en la justicia, en el amor, en la fe. De aquí que Dios diga: “No tendrás otros dioses delante de mí”, porque el pueblo de Israel convivía con los pueblos vecinos que eran idolatras y politeístas pero cuyo culto era muy atractivo para el pueblo de Dios. Lo que Dios está en verdad prohibiendo no es en este caso las imágenes sino lo que se hace con ellas. Dios es el Señor, el dueño de todo lo que existe y es quien controla todos los poderes de la naturaleza, por eso prohíbe el culto a los falsos dioses que fundamentalmente se daba a través de adorar “Ídolos” que eran creaturas que los hombres habían divinizado como el sol, la luna, las estrellas. Lo que Dios pide es que Israel se convierta en un pueblo verdaderamente suyo por elección y entrega, tras reconocer que es Él y solamente Él quien puede y debe llamarse a si mismo Dios y recibir de las creaturas por Él creadas la adoración y gloria y que nada, ni nadie debe ocupar ese sitio exclusivo para Dios.

El Señor se presenta como un Dios celoso, que no acepta doblez en cuanto a la costumbre de ese tiempo de darle culto a uno y otro dios indistintamente de acuerdo al estado de ánimo y de la propia conveniencia de quienes acudían a ellos, Él busca un culto exclusivo y único y pide la renuncia a creer en otro poder y en otra deidad. Por esto prescribe al pueblo:“No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto” (Ex 20,4-5). Hay que entender la mentalidad de Israel para entender estos conceptos de los que Dios les habla y de que cosas en específico es que Dios prohíbe hacer imágenes y estatuas que después sean objeto de postración y adoración por parte del pueblo de Israel.

a) Lo que está en el Cielo.

En hebreo la palabra “Hashamáim” significa “Cielo” y designa no el lugar donde Dios habita como entendemos hoy en día, sino un lugar físico entre la tierra y las aguas del cielo, el hombre hebreo pensaba que existía un “firmamento”, es decir; algo muy firme, que era como una capa invisible, pero tan dura como el acero, que se encontraba entre el cielo y la tierra, que sostenía las aguas del cielo para que no se precipitaran sobre la tierra y que poseía compuertas que al abrirse dejarían el agua libre para caer hacia la tierra, creían que a esto se debía que lloviera. También creían en esta cultura antigua que las estrellas y todos los astros del cielo se encontraban pegados a este firmamento. Existía para ellos otro lugar “el cielo de los cielos”, el lugar más alto que existía y en donde habitaban sus deidades. Cuando el texto del Ex 20,4 dice “no harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo…” se refiere al cielo del firmamento donde colgaban todos los astros del cielo y estaban fijos en el, por tanto el texto prohíbe el culto al sol, la luna, las estrellas, los planetas, las constelaciones y todos los astros del cielo que eran adorados por los pueblos antiguos, esto era “lo que estaba en el cielo de los hebreos”, y por eso a eso se refiere el texto, es de importancia señalar que en ningún momento se refiere a seres espirituales del concepto de cielo que tenemos en nuestra mentalidad occidental sino a realidades físicas presentes en la mentalidad de ese tiempo de los pueblos provenientes de las tribus semíticas antiguas cuya cosmogonía se muestra en la imagen siguiente:



 b) Lo que está abajo, en la Tierra.

En hebreo la palabra “Haáretz” significa “Tierra”. Designa a la tierra no entendida como suelo o polvo, sino todo el conjunto de lo que hoy conocemos como planeta tierra, con montañas, extensiones de tierra, campos, etc. La tierra para los hebreos era una gigantesca masa continental que terminaba en montañas de uno y otro lado de la tierra y que después de estas montañas estaba el abismo. Es decir, que cuando el texto manda a no hacer imágenes “de lo que está abajo, en la tierra” se refiere a animales, personas, objetos, cosas, plantas, lugares, etc. Recordemos que casi todos los pueblos antiguos adoraban animales como vacas y elefantes (India), monos (China), serpientes (Fenicios), gatos y toros (Egipto), águilas, lechuzas, tortugas (Mixtecos-Zapotecas), Abejas, murciélagos (Mayas), Jaguares (Aztecas), etc; y que muchos pueblos de la antigüedad adoraban a sus reyes creyendo que estos eran dioses; y así encontramos como todo lo que encuentra el hombre a su paso por el mundo puede ser objeto de un culto erróneo por lo que Dios prohíbe hacer imágenes de esto cuando se hacen con fines de adoración.

c) Lo que está debajo de la Tierra, en las aguas.

Para la mentalidad semítica antigua de donde viene el pueblo de Israel debajo de la tierra existían las aguas del abismo, no se refiere a los mares que están en la superficie sino a las aguas de por debajo de la tierra, en ellas existía el lugar de los muertos, en hebreo el “Sheol”. En su mentalidad no se concibe cielo e infierno, estos conceptos vendrán más tarde a partir de la Revelación de Dios, para el hombre que abandonaba este mundo solo existía el Sheol, era el lugar en donde buenos y malos iban a parar, esto es lo que hay debajo de la “Haáretz” de la tierra y al decir “No te harás imagen alguna ni escultura de lo que hay debajo de la tierra, en las aguas” se refiere el texto sagrado a los muertos, por tanto para Dios está prohibido adorar a los muertos, situación que era muy común en los pueblos antiguos principalmente entre Griegos y Romanos.

Más allá de todo esto, Moisés mismo en su instrucción a las tribus de transjordania antes de que entren en la tierra prometida y debido a que el no entrara, explica la doctrina que Dios le revelo sobre la idolatría y a que se refería Dios con sus prescripciones:

“Tengan cuidado de ustedes mismos. Cuando el Señor les habló desde el fuego, en el Horeb, ustedes no vieron ninguna figura. No vayan a pervertirse, entonces, haciéndose ídolos de cualquier clase, que tengan figura de hombre o de mujer. De animales que viven en la tierra o de aves que vuelan por el espacio. De reptiles que se arrastran por el suelo, o de peces que viven en las aguas, debajo de la tierra. Y cuando levantes los ojos hacia el cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el Ejército de los cielos, no te dejes seducir ni te postres para rendirles culto. Porque ellos son la parte que el Señor, tu Dios, ha dado a todos los pueblos que están bajo el cielo”. (Dt 4,15-19)

Resumiendo, Dios no está prohibiendo hacer imágenes de cualquier cosa, sino que es específico con las “cosas” de las que prohíbe hacer imágenes y estatuas para adorarlas o postrarse ante ellas. Esto lo entendemos ya que…
                                  

En otros textos de la Sagrada Escritura Dios manda a hacer imágenes.


En efecto en la Biblia Dios manda a construir imágenes y erigir estatuas cuatro veces. A continuación expongo las citas bíblicas donde encontramos que Dios expresamente manda a hacer imágenes:

1. Los Dos Querubines del Arca de la Alianza. En el mismo libro del Éxodo citado tantas veces  por los protestantes para fundamentar el culto a las imágenes encontramos que en Ex. 25,18-20 dice:

y en sus dos extremos forjarás a martillo dos querubines de oro macizo. El primer querubín estará en un extremo y el segundo en el otro, y los harás de tal manera que formen una sola pieza con la tapa. Ellos tendrán las alas extendidas hacia arriba, cubriendo con ellas la tapa; y estarán uno frente a otro, con sus rostros vueltos hacia ella.”

¡Qué curioso! ¿Sería posible que Dios primero prohíba las imágenes y las estatuas en el capítulo 20 del Éxodo y más adelante en el capítulo 25, el mismo Dios mande a construir dos? ¿Acaso Dios se equivoco? ¿Dios se contradijo a sí mismo? ¿Se olvido de lo que Él mismo había prescrito a los judíos? No queridos hermanos Dios no se equivoca, ni se olvida de lo que dijo, ni se contradice, lo que sucede es que en el capítulo 20 no prohíbe las imágenes sino la adoración de otros dioses representados por estas. Tan es así que como el arca de la alianza representaba la presencia del Dios único y verdadero (Sal 132,7-8; 1 Re 8,6) los judíos le rendirán culto y le adoraran. Se postraban ante el arca y cantaban y bailaban delante de ella:

“Pusieron el Arca de Dios sobre un carro nuevo y la llevaron desde la casa de Abinadab. Uzá y Ajió conducían el carro, mientras David y todo Israel bailaban con todas sus fuerzas delante de Dios, cantando y tocando cítaras, arpas, tamboriles, címbalos y trompetas.” (1 Cro 13,7-8)

Entonces no es posible que Dios prohibiera que se postraran ante una imagen en el capítulo 20 y aquí lo permita, porque nunca hubo un reclamo por parte de Dios en contra del culto al Arca de la Alianza o de los dos Querubines del Arca, porque simbolizaban su presencia. Dios en el culto exclusivo que pide al pueblo no prohibiría aquellas imágenes que directa (Representación de Dios mismo) o indirectamente (Querubines, seres celestiales) representaran su grandeza.
                                                                                                 
2. La Serpiente de Bronce en el Desierto. En Números 21, 8-9: Por los pecados del pueblo y para que todos se arrepintieran de ellos:

“y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado». Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.”


Aquí otro ejemplo de cómo Dios no prohíbe las imágenes que el mismo manda a construir, en este caso el pueblo iba bordeando el mar rojo para no pasar por la tierra de Edom, los Israelitas se desesperaron por el tiempo y la distancia perdiendo la paciencia, entonces comenzaron a hablar mal de Dios y de Moisés diciendo: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!». (Num 21,5) Entonces Dios manda contra ellos a las serpientes abrasadoras que mordieran a muchos y estos murieron. Solo entonces el pueblo se arrepiente y se acerca a Moisés pidiéndole que interceda por ellos para que Dios les perdone. Dios acepta y manda a construir la serpiente de bronce para que el que la mirara quedara curado. Esta serpiente levantada sobre un hasta que salva de la muerte a los que la miran es tipo de Cristo que cargara los pecados de todos los hombres de todos los tiempo (Por eso la figura de la Serpiente) y será levantado en la Cruz, todo el que lo vea (testigo) y crea (acepte) se salvara. Por eso dice la Biblia: "Así como la serpiente fue levantada en el desierto, así el hijo del hombre será levantado para que todo el que crea en él tenga vida eterna" (Jn 3,14-16).

Pero cuando la imagen es tomada como poderosa y aislada de su significado original, entonces es mala para nuestro culto a Dios, por eso en la Biblia el Señor a través del joven Rey Ezequías, “Quien hacia lo recto a los ojos de Dios” (2 Re 18,3), destruye esa misma serpiente de bronce que antes había mandado a hacer, porque cuando en vez de representar el perdón de Dios y la salvación por el arrepentimiento se convierte en objeto de culto, se debe cancelar esta desviación del pueblo: “Hizo desaparecer los lugares altos, rompió las piedras conmemorativas, taló el poste sagrado e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta esos días los israelitas le quemaban incienso; se la llamaba Nejustán” (2 Re 18,4).

3. Los Leones y Toros del Mar de Bronce en el Templo de Jerusalén. Esto lo encontramos en 1 Re 7,25: “El Mar estaba asentado sobre doce toros, tres vueltos hacia el norte, tres hacia el oeste, tres hacia el sur y tres hacia el este. El Mar se elevaba por encima de ellos, que estaban con sus partes traseras vueltas hacia el interior.” En el interior del Templo de Jerusalén Salomón construye un mar de bronce que contiene toros: “Debajo del borde, todo alrededor, había unas figuras de toros –diez cada cinco metros– que rodeaban todo el contorno del Mar; había dos hileras de toros, fundidos con el Mar en una sola pieza” (2 Cro 4,3). Y también construyo otras figuras: “…sobre esos paneles había figuras de leones, de toros y de querubines, y lo mismo sobre el armazón. Tanto arriba como abajo de los leones y toros había unos adornos en bajorrelieve” (1 Re 7,29). 




Es decir que Dios no solo permite que se construyan estas imágenes en el Templo Sagrado, en su propia casa, sino que además está de acuerdo con ellas y en vez de mandar a quitarlas, desciende sobre el templo y lo consagra para que en el todo hombre encuentre la presencia de Dios, la Biblia menciona el momento donde Dios desciende y toma posesión de su Templo:

“A partir de ahora, mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la súplica que se haga en este lugar. Y a partir de ahora, yo he elegido y consagrado esta Casa, a fin de que mi Nombre resida en ella para siempre: mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días”. (2 Cro 7,15-16)
Aquí vemos como Dios no prohíbe las imágenes, las acepta de acuerdo a lo que representen.

4. Los Querubines de Madera del Templo. En 1 Re  6,23, nos dice que Dios hizo en su templo dos Querubines de madera para el Lugar Santísimo, y antes en el versículo 18 dice que el revestimiento tenía tallas de flores y frutos.



Como pueden ver Dios lo que prohíbe es la Idolatría, es decir que rindamos a cualquier cosa o persona, el culto solo debido a él. Dios no podría prohibir solo las imágenes porque como hemos visto la serpiente de bronce, los toros y los leones pertenecen a los animales que viven en la tierra, por tanto es una imagen de lo que está en la tierra, pero no las manda a hacer para adorarlas, sino como una representación de su presencia de gloria y majestad (Los Querubines), de un atributo del mismo Dios (La Serpiente de Bronce), o bien por lo que significan para el pueblo (Leones, Toros).

Quince Razones por las que Dios no prohíbe las Imágenes

Si Dios prohibiera toda imagen, estaríamos excluidos de todo contacto con las imágenes en el mundo moderno por lo tanto no podríamos:

    1.    Ver la Televisión pues solo transmite imágenes, por lo que cancelaríamos este entretenimiento de nuestra vida y los canales que mas nos gustan incluyendo el “canal enlace” de los protestantes.

    2.    Comprar el Periódico pues contiene muchas imágenes y por tanto no podríamos estar informados de nada.

    3.    Estudiar en la escuela primaria ya que sería necesario consultar para el estudio y las tareas los libros de texto que no solo contienen texto sino que son ricos en imágenes que ilustran la enseñanza, como mapas, ilustraciones, cuadros sinópticos, retratos, dibujos, laminas.

    4.    Ir al Cine pues solo proyecta imágenes.
  
   5.    Admirar el Arte ya que se trata de representaciones o imágenes de la realidad, por lo que no podríamos ir a ninguna exposición, de pintura o escultura, ni tener ni cuadros en casa, ni ningún tipo de figurilla que nos sirviera como adorno pues de acuerdo a estos protestantes Dios lo prohíbe.

     6.    Tener o usar una Computadora pues se trata de imágenes digitales.

   7.    Tener Fotografías en casa de familiares, amigos o propias porque se trataría de simples imágenes, ni siquiera de nuestra madre podríamos tener. No podríamos entonces titularnos, tener maestría o doctorado porque para los títulos de grado nos piden una foto.

    8.    Tener Dinero porque tanto en billetes como en monedas encontramos imágenes de personajes celebres de la historia de un país. Por tanto tendríamos que morirnos de hambre por no poder comprar comida, andar desnudos o con la misma y única ropa de siempre y esta debería ser regalada porque no tendríamos dinero para comprarla, vivir en la calle, enfrentando el frio y la lluvia porque no tendríamos dinero para comprar una casa o pagar una renta o un hotel donde quedarnos.

   9.    Comprar a nuestros hijos juguetes ya que como serian unas figuras que solo representaran la realidad o sirvieran de imágenes de algo que existe o que no existe pues estarían prohibidas.

   10.  Tener un teléfono celular ya que estos contienen diversas imágenes de logos, aplicaciones, fotos del perfil de usuarios, fotos sacadas con el mismo celular, etc. Y los mismos teléfonos son una imagen de una persona que no está ahí pero sin embargo hablamos con ella. 

   11. Tener playeras o ropa estampada porque como imágenes estarían prohibidas, pero… ¿y si solo tengo ropa estampada? ¿Debo andar desnudo? Qué tontería.

    12.     Celebrar El día del Amor y la amistad, ya que esta celebración está llena de abundantes imágenes relativas al amor como los corazones, los osos o muñecos de peluche, etc.

    13.    Celebrar la Navidad, porque en nuestra cultura latinoamericana y católica celebramos la llegada del Señor a este mundo con muchas imágenes como adornos de todo tipo, nacimientos con figurillas que representan los episodios del evangelio que nos hablan del tiempo y forma en que nació Jesús.

    14.  Estaríamos cancelados y prohibidos nosotros mismos porque la Biblia dice que somos imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27), entonces estimado lector tendría usted que aventarse a un pozo o quemarse porque siguiendo la interpretación fundamentalista de los protestantes la biblia dice en Dt 7,25 que hay que quemar las imágenes y esculturas de otros dioses. Entonces cada Pastor protestante debería ser el primero en dar el ejemplo y prenderse fuego siguiendo esta interpretación aberrante de la Biblia. Y lo verdaderamente peor y más frustrante:

     15.  Jesús mismo estaría prohibido ya que la Biblia menciona que Cristo es la imagen visible del Dios invisible (Col 1,15). Entonces no podría haber cristianismo porque Jesús está prohibido, ni podría haber protestantes que se llamen a sí mismos cristianos porque Cristo está prohibido de acuerdo a su propia interpretación desviada de la verdad.

¿Entonces Dios se contradice en la Biblia?

No, de ninguna manera, Dios no se equivoca, ni se contradice, los que si nos equivocamos somos nosotros al interpretar su Palabra tan descuidadamente y sin importancia como hacemos con nuestra propia espiritualidad. Inventándonos explicaciones y criterios tan errados que nos ciegan de la verdad aunque se nos explique.

¿Qué es entonces lo que la Iglesia enseña sobre las Imágenes? ¿Cuál es el culto que se les da?

En nuestro estudio las imágenes por sí mismas no son malas, lo malo es usarlas para el culto de idolatría. Entendamos muy bien esto. ¿Qué es la idolatría? ¿Qué es la Adoración? ¿Qué culto le da la Iglesia católica a las imágenes de los santos, María, los Ángeles y Jesús? ¿Está permitida en la Iglesia la Idolatría? Respondo brevemente:

¿Qué es la idolatría?

El origen del concepto viene del Griego eidololatria. Etimológicamente significa adoración divina otorgada a una imagen, pero su significado ha sido extendido a toda adoración divina otorgada a cualquier persona o cosa distinta del verdadero Dios. Sto. Tomás (Summa Theologica, II-II, q. xciv) lo trata como una especie del género superstición, que es un vicio opuesto a la virtud de la religión y consiste en dar el honor divino (cultus) a cosas que no son Dios, o a Dios mismo de una manera equivocada. Lo específico de la idolatría es su directa oposición al objeto primario de la adoración Divina; se confiere a una criatura la reverencia sólo debida a Dios. Se hace esto de diversas maneras. La criatura es a menudo representada por una imagen, un ídolo. “Algunos, mediante artes infames, hacen ciertas imágenes, las cuales, a través del poder del demonio, producen ciertos efectos de donde ellos piensan que esas imágenes contienen algo divino y como consecuencia de tal divinidad, son merecedores de adoración.” Esta era la opinión de Hermes Trismegistus. Otros otorgan honores Divinos no a las imágenes sino a las criaturas que ellas representan. Ambos tipos son insinuados por el Apóstol Pablo (Rom., I, 23-25), quien dice del primero: “Ellos cambiaron la gloria del Dios incorruptible a la copia de la imagen de hombre corruptible, y de pájaros, y de bestias cuadrúpedas, y de cosas rastreras”, y de la segunda: “Ellos adoran y sirven a la criatura en lugar de al Creador”. Estos adoradores de criaturas eran de tres tipos.

    a)    Algunos sostenían que ciertos hombres eran dioses, y estos eran honrados a través de sus estatuas. e.g., Júpiter y Mercurio.

   b)   Otros opinaban que todo el mundo era un Dios, Dios que era concebido como el alma racional del mundo corporal. Por tanto adoraban al mundo y a todas sus partes, el aire, el agua y todo el resto; sus ídolos, de acuerdo con Varro, como es reportado por San Agustín (De Civitas Dei, VIII, xxi, xxii), eran la expresión de esta creencia.

    c)    Otros en tanto, seguidores de Platón, admitían un solo Dios supremo, causa de todas las cosas, y debajo de Él ubicaban ciertas sustancias de su creación y que participaban de su divinidad, estas sustancias eran llamadas por ellos dioses; y por debajo ponían las almas de cuerpos celestes y, otra vez debajo de estos los demonios los que, pensaban, eran una especie de seres vivientes aéreos (animalia). En el lugar más bajo de todos ubicaban las almas humanas, las que, de acuerdo con sus méritos o deméritos compartirían la sociedad ya con los dioses o con los demonios. A todos ellos atribuían adoración Divina, como dice San Agustín (De Civ. Dei, VIII, 14).

Existe una diferencia esencial entre la idolatría y la veneración de imágenes practicada en la Iglesia Católica, ya que mientras el idólatra atribuye divinidad o poderes divinos a la imagen que reverencia, el Católico sabe “que en las imágenes no hay divinidad ni virtud debido a la cual deban ser adoradas, que no se puede dirigir peticiones a ellas, y que no debe depositarse confianza en ellas... que el honor que se les brinda a ellos está referido a los objetos (prototypa) que representan, de modo tal que a través de las imágenes que besamos, y delante de las cuales nos descubrimos las cabezas y arrodillamos, adoramos a Cristo y veneramos a los santos cuya similitud representan” (Conc. find., Sess. XXV, "de Invocatione Sanctorum").

Considerada en sí misma, la idolatría es más grande de los pecados mortales. Esto es así, porque es, por definición, una invasión a la Soberanía de Dios sobre el mundo, un atentado a Su Divina Majestad, una rebelde ubicación de una criatura sobre el trono que pertenece solamente a Dios. Aún la simulación de idolatría, a fin de escapar de la muerte durante persecución, es un pecado mortal, debido a la perniciosa falsedad que involucra y el escándalo que causa. San Agustín dice, refiriéndose a Seneca quien, contra su mejor juicio, participó de adoraciones idólatras: “Él merece más ser condenado por hacer mendazmente lo que la gente creía que hacía sinceramente”. La culpa de la idolatría, sin embargo, no debe ser evaluada solamente por su naturaleza abstracta; la forma concreta que asume en la conciencia del pecador es el elemento realmente importante. Ningún pecado es mortal, es decir, que excluye al hombre de alcanzar el fin para el cual fue creado; si no fue cometido con claro conocimiento y libre determinación. Pero, ¿Cuántos muchos, o pocos, de los incontables millones de idólatras son, o han sido, capaces de distinguir entre el Creador de todas las cosas y sus criaturas? y habiendo hecho la distinción ¿cuantos han sido lo suficientemente perversos para adorar a la criatura con preferencia al Creador? Es razonable, Cristiano, y caritativo suponer que los “falsos dioses” de los paganos eran, en sus conciencias, el único dios verdadero que conocían, y que su adoración al ser correcta en su intención, se elevaba al único Dios verdadero, junto con la de los Judíos y los Cristianos a los que Él se les había revelado. “En el día en que Dios venga a juzgar los secretos de los hombres por Jesucristo... los gentiles que no hayan tenido la ley, serán juzgados por sus conciencias (Rom., 2, 14-16). Dios, que desea que todos los hombres se salven, y Cristo, que murió por todos los que pecaron en Adán, se sentirían frustrados en sus designios misericordiosos si el príncipe de este mundo se fuera a llevar a todos los idólatras.

¿Qué es la Adoración?

En sentido estricto, es un acto de religión que se ofrece a Dios en reconocimiento de su suprema perfección y dominio, y de que todas las criaturas dependen de Él; en un sentido más amplio, la reverencia mostrada a cualquier persona u objeto que posee inherentemente o por asociación, un carácter sagrado o un alto grado de excelencia moral. La creatura racional, al levantar la vista hacia Dios, a quien la razón y la revelación muestran ser infinitamente perfecto, no puede, en derecho y justicia mantener una actitud de indiferencia. Esa perfección, que es infinita en sí misma y la fuente y cumplimiento de todo el bien que poseemos o que poseeremos, es la que debemos adorar reconociendo su inmensidad y sometiéndonos a su supremacía. Esta adoración requerida por Dios, y dada exclusivamente a Él como Dios, es designada por los griegos como “latreia” (latinizada, latría), para la cual la mejor traducción que ofrece nuestra lengua es la palabra adoración. También enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

“La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13). Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo” (Números 2096 y 2097 del Catecismo de la Iglesia Católica).

¿Qué culto le da la Iglesia católica a las imágenes de los santos, María, los Ángeles y Jesús?

Un lejano concilio, el Segundo Concilio de Nicea en el año 787, definió la corrección del uso de las imágenes en la Iglesia, poniendo autorizadamente fin a las tentaciones “iconoclastas” que satanizaban el uso de las imágenes. Reproduzco su definición en contra de la herejía iconoclasta:

“Aquel que nos ha regalado la luz de su conocimiento y nos ha liberado de las tinieblas y de la locura de los ídolos, Cristo nuestro Dios, habiendo hecho su esposa a la santa iglesia católica sin mancha ni arruga (Ef 5,27), prometió conservarla de este modo. Confirmó esta promesa diciendo a sus discípulos: yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Pero esta promesa no la hizo solamente a ellos, sino también a nosotros, que a través de ellos hemos creído en su nombre (Jn 17,20). Pero hay algunos hombres que, descuidando este don, embrujados por los engaños del enemigo, se han desviado de la recta razón y en su rebelión respecto a la tradición de la iglesia católica han fracasado en su comprensión de la verdad. Como dice el proverbio, han ido errando por las sendas de su propio campo y han llenado sus manos de esterilidad porque han intentado desacreditar las sagradas imágenes, convenientes al culto de Dios. Ellos pretenden ser sacerdotes, pero no lo son, como dice el Señor por boca del profeta: Muchos pastores han devastado mi viña, han pisoteado mi campo (Jr 12,10). Siguiendo a hombres que escuchan sólo a sus propias pasiones, han acusado a la Santa Iglesia, esposa de Cristo nuestro Dios, y no han distinguido entre lo sagrado y lo profano (Ez 22,26), poniendo en el mismo plano las imágenes de Dios y de sus santos y las estatuas de los ídolos diabólicos.

Por esto, el señor Dios, no pudiendo soportar más que sus fieles fueran contagiados por semejante peste, nos ha convocado de todas partes a nosotros los obispos, mediante el ferviente celo y la invitación de Constantino e Irene, nuestros fidelísimos emperadores, con la finalidad de reforzar con un voto común la divina tradición de la iglesia católica. Después de investigaciones y discusiones profundas, con el único objetivo de seguir la verdad, nosotros no quitamos ni agregamos nada, sino que conservamos intacto el patrimonio doctrinal de la iglesia católica, en el surco de los seis santos concilios ecuménicos, y especialmente de aquel reunido en la espléndida sede metropolitana de Nicea y del otro, celebrado más tarde, en la ciudad imperial que Dios protege: Creemos en un solo Dios...De tal modo, procediendo sobre la vía regia, siguiendo la doctrina divinamente inspirada de nuestros santos padres y la tradición de la iglesia católica –reconocemos de hecho, que el Espíritu Santo habita en ella– nosotros definimos con todo rigor y cuidado que, a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, del mismo modo las venerables y santas imágenes, tanto pintadas como realizadas en mosaico o en cualquier otro material apto, deben ser expuestas en las santas iglesias de Dios, sobre los vasos  y vestiduras sagrados, sobre las paredes y tablas, en las casas y en los caminos; ya se trate de la imagen del Señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o la de la inmaculada Señora nuestra, la santa Madre de Dios, de los santos ángeles, de todos los santos y justos.

De hecho, cuanto más frecuentemente son contempladas estas imágenes, tanto más son llevados aquellos que las contemplan al recuerdo y al deseo de los modelos originales y a tributarles, besándolas, con respeto y veneración. No se trata, ciertamente, de una verdadera adoración [latría], reservada por nuestra fe solamente a la naturaleza divina, sino de un culto similar a aquel que se tributa a la imagen de la cruz preciosa y vivificante, a los santos evangelios y a los demás objetos sagrados, honrándolos con el ofrecimiento de incienso o de luces según la piadosa costumbre de los antiguos. En realidad, el honor tributado a la imagen pertenece a quien en ella está representado y quien venera a la imagen, venera la realidad de quien en ella está reproducido.

De este modo se refuerza la enseñanza de nuestros santos padres,  o sea la tradición de la iglesia universal, que ha recibido el Evangelio de un confín al otro de la tierra. Así somos seguidores de Pablo, que ha hablado en Cristo, del divino Colegio Apostólico, y de los Santos Padres, manteniendo las tradiciones que hemos recibido (2 Tes 2,15). Así podemos cantar a la iglesia los himnos triunfales a la manera del profeta: Alégrate, hija de Sión  exulta hija de Jerusalén; goza y alégrate con todo el corazón; el Señor ha quitado de en medio de ti las iniquidades de tus adversarios, has sido liberada de las manos de tus enemigos. Dios, tu rey, está en medio de ti;  ya no serás más oprimida por el mal (Sof 3,14ss), y la paz habite contigo para siempre.

Quien osase pensar o enseñar de otro modo, o, siguiendo a los impíos herejes, violase las tradiciones de la iglesia o inventase novedades o rechazase algo de lo que ha sido confiado a la iglesia, como el Evangelio, la representación de la cruz, las imágenes pintadas o las santas reliquias de los mártires; quien pensase subvertir con astutos embrollos cualquiera de las legítimas tradiciones de la iglesia universal; o quien usase para usos profanos los vasos sagrados o los venerables monasterios, nosotros decretamos que, si es obispo o clérigo, sea depuesto, si es monje o laico sea excluido de la comunión.”

Las imágenes sagradas se colocan en el mismo plano que la representación de la cruz, y a semejanza de la cruz deben ser expuestas en todo lugar: en el contexto de la liturgia, en los lugares sagrados, pero también en la vida cotidiana, en los lugares privados como las casas, y en los lugares públicos como las calles. La universalidad del mensaje cristiano indica la medida de los lugares en los que exponer las imágenes, es decir, todos los lugares. Las imágenes sagradas deben además estar presentes en los ornamentos sagrados y también en las vestiduras. No se detalla la técnica, de hecho las imágenes pueden ser pintadas, en mosaico, o en cualquier otra técnica oportuna, pero se precisa el sujeto: que sean la imagen del señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o la de la Inmaculada Señora nuestra, la Santa Madre de Dios, de los santos ángeles, de todos los santos y justos. Por tanto se trata claramente de imágenes que representan prioritariamente a Jesucristo, cuya encarnación es el principio fundacional del arte sacro figurativo, y también la Madre del Señor, los ángeles, los santos y los justos, es decir, todo el cuerpo de la Iglesia, su misterio y su historia.

El Concilio precisa también los motivos y las finalidades de las imágenes sagradas: “De hecho, cuando más prudentemente estas imágenes son contempladas, tanto más quienes las contemplan son llevados al recuerdo y al deseo de los modelos originales y a tributarles, besándolas, respeto y veneración”. La contemplación de las imágenes induce al recuerdo y al deseo de los sujetos representados; se trata por tanto de una dinámica cognoscitiva y afectiva, que parte de la imagen representada pero termina en el sujeto real; es análoga, podríamos decir, a la función que tienen las fotografías de nuestros seres queridos, que nos recuerdan a las personas amadas. Mantener vivo el recuerdo y el deseo constituye un cuidado importante de la propia fe, el cultivo de la propia vida espiritual.

Se trata de una relación no idolátrica, porque el fin de la adoración no es la imagen, sino el sujeto representado. De hecho, el Concilio pone cuidado en prevenir y dejar al margen los excesos que habían estado presentes en el Oriente cristiano, y que habían también inducido, por contraste, la reacción iconoclasta. “No se trata, ciertamente, de una verdadera adoración (latría), reservada por nuestra fe sólo a la naturaleza divina… El honor hecho a la imagen, en realidad, pertenece a aquel que está representado, y quien venera la imagen, venera la realidad de quien en ella está reproducido.” Se trata por tanto de un honor hecho a la realidad y no a la representación, sino que a través del culto hecho a la imagen se alimenta y se expresa la adoración hacia Dios, el único digno de ser adorado. Observemos que el correcto parámetro del culto de la imagen está constituido por el culto de la cruz, preciosa y vivificante, y puesto en analogía con el culto que se da al Evangelio, que obviamente no significa adoración del libro sino de la Palabra de Dios.

El Concilio subraya que el culto de las imágenes forma parte de la tradición de la Iglesia, por tanto las imágenes pintadas forman parte del depósito de la Fe, de lo que ha sido “confiado” a la Iglesia, huyendo en consecuencia al arbitrio de los hombres: nadie puede decidir que se puede minusvalorar el culto de las imágenes.

La tradición del culto de las imágenes es ininterrumpida en la Iglesia católica que, al contrario, encuentra en esta práctica un signo de distinción de las tendencias iconoclastas propias de de muchas corrientes protestantes. El Concilio Vaticano II se coloca en continuidad con la tradición, y en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium afirma:  «Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden» (Const. Sacrosanctum Concilium, n. 125). Análogamente al Concilio de Nicea, precisa que la devoción debe ser correcta, y sobre todo que el sentimiento que se suscite no sea la admiración hacia la imagen, sino la veneración de los sujetos presentados: “que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa.”

Quizás una de las reflexiones más claras y profundas sobre el uso de las imágenes sagradas la proporciona la introducción al Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (20 de marzo de 2005): “[las imágenes] provienen del riquísimo patrimonio de la iconografía cristiana. De la secular tradición conciliar aprendemos que también la imagen es predicación evangélica. Los artistas de todos los tiempos han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del misterio de la salvación, presentándolos en el esplendor del color y la perfección de la belleza. Es éste un indicio de cómo hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede expresar mucho más que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del mensaje evangélico” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica n. 5).

¿Está permitida en la Iglesia la Idolatría?

La Iglesia siguiendo la enseñanza de la Sagrada Escritura y como intérprete legitima de la Revelación de Dios confiada por Cristo a sus Apóstoles, enseña la doctrina de la Biblia que es muy clara con respecto a la idolatría:

“Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de las manos de los hombres: tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen, y no hay aliento en su boca. ¡Qué sean como ellos los que los fabrican, y también los que confían en ellos!” (Sal 135,15-18).

De acuerdo a la Sagrada Escritura la Iglesia enseña que el culto a los ídolos no sirve de nada, que es un culto vacio y sin sentido, que están muertos y no pueden ver, ni hablar, ni oír y que no hay vida en ellos. Y anticipa que todo el que los fabrica y el que confía en ellos es como ellos, es decir; esta muerto en su interior. Por lo tanto la Santa madre Iglesia a través del documento magisterial que mas plenamente enseña la doctrina de la Iglesia “El Catecismo de la Iglesia Católica” (Que claramente desconocen los protestantes) condena en sus números 2110, 2112, 2113, 2114, 2129, 21130, 2131 y 2132 la idolatría. Así mismo en sus números 2084, 2085 y 2086 declara que el culto de Adoración en la Iglesia Católica solo está reservado para Dios.

El mismo Señor Jesús, y con él la única Iglesia enseña que la adoración es exclusiva de Dios:

“Jesús le respondió: Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". (Mt 4,10)

Desde los tiempos de los Apóstoles, la Iglesia Católica ha condenado clara y consistentemente al pecado de idolatría. La Iglesia primitiva de los primeros Padres nos advierte contra este pecado, y los concilios de la Iglesia también se ocuparon de este tema.

El catecismo del Concilio de Trento (1566) enseñó que se comete idolatría “adorando ídolos e imágenes como si fueran Dios, o creyendo que ellos poseen alguna divinidad o virtudes que les dé derecho a recibir nuestra adoración, a elevarle nuestras oraciones o a poner nuestra confianza en ellos” (p. 374).

El Catecismo de la Iglesia Católica (1993) como hemos visto explica que “la Escritura constantemente nos recuerda que hay que rechazar los ídolos que son la obra de manos de los hombres.

“La idolatría es una perversión del sentido religioso innato del hombre, un idolatra es alguien que transfiere su indestructible noción de Dios a cualquier otra cosa que no sea Dios” (CIC 2112-2114, citando Orígenes, Contra Celso 2:40).

De todo esto vemos como la Iglesia condena la Idolatría y no la permite ni mucho menos la propone a los fieles cristianos. Por lo tanto lo que afirman temerariamente los protestantes acerca de que la Iglesia Católica es idolatra es una completa falsedad y una mentira insidiosa con fines de confundir a los miembros de la Iglesia para que apostaten de su fe y abandonen la comunión de esta adhiriéndose a una secta protestante.

CONCLUSIÓN

La imagen durante los siglos ha logrado transmitir los hechos sobresalientes del misterio de la salvación, y mucho más hoy, en la civilización de la imagen, debe saber recuperar su propia importancia fundamental, en cuanto que la imagen transmite más que las propias palabras, en un dinamismo de comunicación y transmisión de la Buena Noticia.

Si en nuestro corazón, sabemos que solo Dios es Dios, lo adoramos solo a él y lo amamos con todo el corazón, toda el alma, toda la mente y todas nuestras fuerzas, nada debemos temer. El Espíritu de Dios es un espíritu de amor, no de temor. No nos dejemos apantallar por los protestantes que quieren confundirnos, ni creamos en interpretaciones de textos de nuestra Iglesia dados por hombres ajenos a ella, quien sabrá más de mi propia casa ¿Yo y mi familia? ¿O alguien que se fue del hogar?, porque estos hermanos citan a Pedro, Juan, Santiago, Pablo y los demás apóstoles sin entender que ellos mismos son los primeros cristianos que no quisieron la separación ni hablaron nada ni escribieron nada en contra de la Iglesia que para ellos era madre, maestra, casa y cuerpo de Cristo.

Por último les recuerdo que en el Génesis dice que Dios hizo todas las cosas y "vio Dios que eran buenas", es nuestro corazón pecador quien nos lleva a idolatrar falsos dioses y a utilizar para el mal todo lo creado, es nuestro pecado y el interior del corazón del hombre donde radica en verdad la idolatría, en nuestro amor al dinero, al poder, al placer, al poseer muchas cosas materiales innecesarias, muchas veces nuestra idolatría es tan fuerte en nosotros por el amor a nosotros mismos ya que nos hemos puesto por encima de Dios y queremos vivir nuestra vida de acuerdo a nuestra propia voluntad, esto no solo constituye el pecado original sino que es la raíz de que la mayoría sea idolatra en su corazón.

Victor Hugo Mena Hernández