jueves, 30 de mayo de 2013



PREGUNTA: ¿ESTA PERMITIDO A UN LAICO IMPONER LAS MANOS?


Bien hermana aunque no me dejaste información suficiente sobre el momento o uso de esa imposición de las manos sobre la que preguntas, supongo que eres del movimiento de la Renovación Carismática y te refieres al conflicto que hay en muchas comunidades acerca de que está prohibido para los laicos imponer las manos. Quiero dedicar esta respuesta a todas las comunidades que a lo largo de la republica tienen dudas acerca de esta acción de imponer manos y a todos mis hermanos sacerdotes que desconocen el tema a profundidad, espero mis palabras sirvan de guía para esclarecer este conflicto. Pero antes de dar una respuesta directa vale especificar algunos conceptos para entrar en materia, aunque la explicación sea un poco larga, conviene leerla para entender la respuesta que doy al final:


¿QUE ES LA IMPOSICIÓN DE MANOS?

La imposición de manos es un acto amor y de servicio de uno a otro que se produce cuando una persona pone su mano o ambas manos sobre el cuerpo de otra persona por un propósito definido espiritualmente. La imposición de manos es una costumbre existente en el pueblo de Israel que se remonta al Antiguo Testamento, (Aunque no solo el pueblo de Dios tenia esta costumbre sino también los pueblos vecinos a este, principalmente los de mesopotamia) quizá el origen de esta tradición dentro de Israel se remonte a la Etapa Patriarcal aproximadamente hacia el 1850 a.C. o anterior a esta, cuando algunos patriarcas pedían la bendición y consagración a Dios de sus primogénitos (Génesis 48,14). También para la consagración de los sacerdotes (Num 8,10; 27,18.23). Pero el estar permitido o no actualmente para el laico, depende del uso que se le da y lo que significa. Algo que nos ayuda a entender que hay muchas funciones de este gesto y no solo una, es el sentido que la Biblia le da a tal expresión de fe, por eso conviene entender los diferentes significados del mismo texto para después especificar con qué sentido y que uso debe dársele por parte del laico. En efecto, la imposición de las manos tiene en la Sagrada Escritura, los siguientes significados:

LA IMPOSICIÓN DE MANOS EN EL A.T.

La Transmisión de Pecados y Ofrecimiento para purificación de los demás

Con frecuencia la imposición de las manos tiene un tono sacrificial. Se hace el gesto, por parte del sacerdote o de los asistentes, sobre la cabeza del animal que va a ser sacrificado. Es algo más que el mero señalar: de alguna manera se quiere indicar que las personas se quieren identificar con el animal ofrendado a Dios (cfr., por ejemplo, Éx 29,10-21; Lev 1,4; 3,2; 4,15 8,14.18.22). En el Antiguo Testamento el rito más solemne sucede en la fiesta del Yom Kippur (día de la Gran Expiación) cuando un macho cabrío es enviado al desierto "cargado con los pecados del pueblo”, cosa que se simboliza con la imposición de manos: "imponiendo ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, hará confesión sobre él de todas las iniquidades de los hijos de Israel y de todas las rebeldías y todos los pecados de ellos, y cargándolas sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto" (Lv 16,21-26; 2 Cro 29,23). También se ofrecía un novillo por los pecados de los sacerdotes, Núm 8,12: Los levitas impondrán sus manos sobre las cabezas de los novillos: uno será ofrecido al Señor como sacrificio por el pecado, y el otro como holocausto, a fin de practicar el rito de expiación en favor de los levitas.”

Signo de condenación

Lev 24,14: “Saca el blasfemo fuera del campamento; que todos los que lo oyeron, pongan las manos sobre su cabeza, y que toda la comunidad lo mate a pedradas.”

Para Consagrar A Un Líder

Otras veces el gesto quiere indicar la consagración para una tarea, la designación de una persona para una misión. Moisés, por ejemplo, y por encargo de Yahvé, eligió a Josué como sucesor suyo, y delante de todo el pueblo "le impuso su mano" y le transmitió las órdenes divinas, para que condujera a su pueblo con autoridad (Núm 27,15-23). Por eso se podrá decir después: "Josué estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos" (Deut 34,9; Josué 1,16-17; Núm 8,10; 27,23). 

El gesto simbólico significa, pues, según las circunstancias, la invocación de los dones divinos sobre una persona, su designación y consagración para una tarea oficial, la elección y consagración de una ofrenda sacrificial, la comunicación de poderes y fuerzas... 

Para Bendecir

Jacob (Israel) impartió una bendición profética final a sus nietos, Efraím y Manases, por oración y la imposición de las manos. Así Jacob bendice a sus nietos Efraím y Manasés, los hijos de José, "extendiendo su diestra y poniéndola sobre la cabeza de Efraím, y su izquierda sobre la de Manasés", mientras pronunciaba las palabras de bendición: "Dios... bendiga a estos muchachos, y multiplíquense y crezcan en medio de la tierra" (Génesis 48,14). También Aarón, en su calidad de sacerdote, "alzando las manos hacia el pueblo, le bendijo" (Lev 9,22). 


LA IMPOSICIÓN DE MANOS EN EL N.T.

En el N.T. la acción de imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene también significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. 

Signo de Bendición

Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él, en último término, la benevolencia de Dios. Así Cristo Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos (Mt 19,13-15) En los textos paralelos se dice que la gente le presentaba los niños "para que los tocara", y él "abrazaba a los niños y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos" (Mc 10,13-16): La imposición era, pues, también contacto fisco. La despedida de Jesús, en su Ascensión, se expresa también con el mismo gesto: "alzando sus manos, los bendijo" (Lc 24,50). 

Para Sanar Enfermos

Es una expresión que muy frecuentemente va unida a la idea y a la realidad de una curación. Jairo pide a Jesús: "mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se cure y viva" (Mc 5,23). Le presentan al sordomudo de la Decápolis "y le ruegan que imponga sus manos sobre él" (Mc 7,32), y asimismo al ciego de Betsaida: "le impuso las manos y le preguntó... después le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente" (Mc 8,23-25). Era el gesto más repetido en las curaciones: "todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban, y poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba" (Lc 4,40). No es de extrañar que la expresividad del signo se prolongue en el encargo que Jesús hace a sus discípulos: "los que crean... impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16,18). Pablo, que fue curado precisamente por la imposición de manos por parte de Ananías (Hch 9,12-17), curará a su vez al padre de Publio: "entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y curó" (Hch 28,8-9). 

Así, Jesús cuando sano muchos enfermos utilizo el signo de la imposición de las manos. Era normal que los ancianos ungieran a un enfermo con aceite, impusieran sus manos y oraran por su sanación (Mc 6,5; Lc 13,13; St 5,14-16).

Para Transmitir La Paz

Jesús puso su mano encima de Juan y dijo, "no tengas miedo," (Ap 1,17).

Para Pedir el Bautismo en El Espíritu Santo

Creyentes y sus líderes igual practicaban la imposición de manos para comunicar el bautismo en el Espíritu Santo. (Hch 8,14-24; 9,10-17; 19,6). El Espíritu de Dios se da a una persona o a una comunidad íntima y misteriosamente. Pero por lo general hay un signo exterior que expresa esta donación, y a la vez la mediación eclesial. Es el caso de los bautizados de Samaria, que reciben la visita de los apóstoles Pedro y Juan para completar su iniciación cristiana: "les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo" (Hch 8,17). Lo mismo sucedió con los discípulos de Efeso, "habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar" (Hch 19,6). 

Para Conferir Dones Espirituales

Hubo varios casos en que los dones y carismas de Dios fueron transmitidos por el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos. 1 Timoteo 4,14: "no descuides el don que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros" (cfr. 2 Tim 1,6; Romanos 1,11).

Para Enviar Misioneros

En Hechos 13,1-4 Pablo y Bernabé son apartados a la obra misionera por la imposición de las manos, así recibieron una unción especial para llevar a cabo ese trabajo. El gesto es expresivo: "después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron" (Hch 13,3).

Para Ordenar Ministros y Servidores En La Iglesia

Los apóstoles escogen y ordenan a siete diáconos de la Iglesia en Hechos 6,1-6, para que se separaran a cumplir con una encomienda de trabajo para que los apóstoles pudieran dedicarse a la Oración y la Predicación de la Palabra, "hicieron oración y les impusieron las manos".

También aquí es polivalente el gesto simbólico, pero siempre expresivo de una transmisión de algo oculto: una bendición, el don del Espíritu, la fuerza divina para una misión, la curación espiritual y corporal... 

Así puede terminar su estudio sobre la imposición de las manos un autor como Coppens, en 1925, con estas palabras: "la imposición de manos es un antiquísimo rito de bendición y consagración que expresa la toma de posesión por Dios de una persona o de una cosa, y por la que queda llena del Espíritu Santo"
Con el tiempo, el uso y la importancia que se le dio, era lógico que la imposición de las manos empezara a formar parte importante dentro de la celebración de los sacramentos, iniciando este uso sacramental exclusivo del clero, como una tendencia de exclusividad general.

LA IMPOSICIÓN DE MANOS EN NUESTROS SACRAMENTOS

Actualmente y principalmente debido a la Constitución Litúrgica Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, todos los Sacramentos han incorporado, con mayor o menor centralidad, la imposición de manos en su lenguaje simbólico, lo cual, a la vista de su sentido bíblico, no es de extrañar. Como dice la monición del gesto en el Rito de la Confirmación: "la imposición de manos es uno de los gestos que aparecen habitualmente en la historia de la salvación y en la liturgia para indicar la transmisión de un poder o de una fuerza o de unos derechos"

·       Bautismo: En el Bautismo, la imposición de manos puede sustituir a la primera unción, la que está señalada para antes del bautizo. Las palabras que la ilustran son claras: "Os fortalezca el poder de Cristo Salvador".

·       Confirmación: El Ritual de la Confirmación le da más relieve a pesar de que, por decisión de Pablo VI, el rito sacramental propiamente dicho es la unción, sin embargo "la imposición de las manos, aunque no pertenece a la validez del sacramento, tiene gran importancia para la integridad del rito y para una más plena comprensión del sacramento" (n. 9). "Por la imposición de las manos sobre los confirmandos hecha por el Obispo y por los sacerdotes concelebrantes, se actualiza el gesto bíblico, con el que se invoca el don del Espíritu Santo de un modo muy acomodado a la comprensión del pueblo cristiano" (n. 9). La oración con la que el Obispo acompaña la imposición de las manos le da este significado: "Dios todopoderoso... escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo, llénalos de espíritu de sabiduría..." 

·       Eucaristía: Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis. Ante todo, cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo". La segunda invocación del Espíritu, hacia el final de la misma Plegaria, esta vez sobre la comunidad, aunque es evidente su paralelismo con la primera, no suele acompañarse del clásico gesto. Sí, en cambio, en la bendición final cuando se quiere hacer con más solemnidad. La triple invocación de bienes sobre la asamblea queda así muy bien subrayada por una imposición de manos hacia ella. 

·       Reconciliación: Ha sido una novedad el que también se recuperara para el sacramento de la Penitencia la imposición de manos. En vez de hacer sólo la señal de la cruz sobre el penitente, ahora el sacerdote pronuncia las palabras del perdón, "yo te absuelvo..." con la imposición de las manos. Y esto no sólo en la forma “C”, cuando la absolución es colectiva, sino también en la “A” y en la “B”, cuando se absuelve a cada penitente en particular: "extendiendo ambas manos, o al menos la derecha, sobre la cabeza del penitente". Es un gesto muy expresivo de la reconciliación que el ministro de la Iglesia, personificando a Cristo, concede al penitente. 

·       Unción de los Enfermos: El que el sacramento de la Unción de enfermos también incluya la imposición de manos es consecuente con todo lo que hemos visto en el N.T. La curación de los enfermos se acompañaba, tanto por parte de Cristo como de los apóstoles, de la oración y de la imposición de manos. Cuando el sacerdote, después de las letanías de invocación, impone la mano sobre la cabeza del enfermo, está en realidad prolongando y visibilizando la fuerza salvadora de Cristo sobre un cristiano que necesita en estos momentos de modo particular su apoyo y su gracia. 

·       Orden Sacerdotal: Tal vez el sacramento en que más énfasis tiene la imposición de las manos es el del Orden. El Obispo las impone sobre la cabeza de cada uno de los que van a recibir el presbiterado. Luego, todavía con las manos extendidas hacia todos ellos, pronuncia la oración consecratoria: "Te pedimos... que concedas a estos tus siervos la dignidad del presbiterado, infunde en su interior el Espíritu Santo...". Es una clarísima acción simbólica de la transmisión de la gracia y de la misión ministerial en la Iglesia, razón por la cual muchos sacerdotes son muy celosos de este gesto.

·       Matrimonio: También el Matrimonio conoce la imposición de las manos. Después del Padrenuestro, el sacerdote extiende sobre los novios sus manos y dice su oración: "extiende tu mano protectora sobre estos hijos tuyos... cólmales de tus bendiciones" (fórmula 2), "descienda, Señor, sobre ellos tu abundante bendición" (fórmula 3). 

Ahora si después de haber estudiado el tema contesto la pregunta…


Bien, contesto: No existe norma alguna en la Iglesia que impida tácitamente a cualquier laico imponer las manos (entendiendo que laico todo fiel de la Iglesia católica que no es clérigo según la definición del canon 207 numeral 1 del Código de Derecho Canónico), ni en el Titulo II del Libro II, del Código de Derecho Canónico que trata “De las Obligaciones y Derechos de los Fieles Laicos” y que corresponde a los canones 224-231; ni en la constitución ni en ningún otro ordenamiento eclesiástico existe esta prohibición, sin embargo es un hecho que los sacerdotes y laicos comprometidos de algunos lugares lo prohíban,  por las siguientes razones:

a)    La mayoría de los líderes, coordinadores o servidores de algunos movimientos que prohíben a los demás servidores laicos el imponer las manos sobre sus hermanos obedece a que lo han escuchado comentar de sus sacerdotes o incluso han recibido órdenes explicitas de cancelar esa práctica. Hace tiempo cuando surgió la Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo que popularizo esta práctica entre los laicos, se temía por las implicancias posteriores que le podían producir a la persona que lo hacía, como que el mal se le iba a pasar al que impusiese las manos, pero esto era más por superstición que por cautela pastoral o también, que sólo era un gesto propio de los obispos y sacerdotes, esta creencia por ignorancia de las Sagradas Escrituras y de los diversos significados que ya mencione, o porque se sospechaba que después de este gesto podía generarse una relación equivocada con la persona que solicitaba este acto, esta observación es cierta sin embargo casi nunca se imponen manos entre los laicos por solicitud, sino dentro de oraciones especificas y en línea con ellas, y se ha procurado desde entonces capacitar a los que intercederán por los hermanos imponiendo las manos sobre ellos (Esta capacitación es en extremo necesaria, ya que sin ella seria imponer manos sin sentido y en ese caso perdería el signo su significado y se volvería inservible e innecesario) o porque se asustaban de los efectos a veces desconcertantes que esto producía en los creyentes (miedo que siempre resulto absurdo) y también porque más de uno imponía manos en donde no debía (por poner a cualquier persona a imponer manos solo por imponerlas y para que se vea más impactante alguna oración imitando las practicas protestantes)...etc

b)    La mayoría de los sacerdotes que prohíben la imposición de las manos por parte de los laicos es por ignorancia, ya que vinculan esta expresión de fe de los laicos con el signo litúrgico de la imposición de las manos, que es semejante pero no igual y que el hecho de que lleve el mismo nombre solo hace referencia al gesto como tal y a su forma, mas no al significado del gesto, explico: Litúrgicamente, dentro de la celebración de un sacramento la imposición de las manos está reservada sólo para los sacerdotes; y aunque el canon 230 numeral 3, del Código de Derecho Canónico, permite al laico, únicamente cuando haya una necesidad y no existan ministros, el ejercitar el ministerio de la Palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada comunión; dentro de estas permisiones jamás está la de imponer las manos en las celebraciones litúrgicas. Un seglar no puede imponer las manos cuando se está recibiendo un sacramento. Por eso en estas permisiones mencionadas el laico solo pone las manos juntas durante la celebración pero nunca las impone, aun así la experiencia de participar en la liturgia siendo laicos es verdaderamente hermosa.

Lo que sucede es que todo por dejar de usar se olvida…

Estas y parecidas objeciones tenían su fundamento y su aspecto positivo también, pero se debía al abandono o al vacío entorno de este gesto y se parecía a cuando uno deja, (por ejemplo), mucho tiempo sin usar una máquina, y que al quererla poner nuevamente en movimiento, uno no recuerda muchos detalles para hacerla funcionar o directamente no marcha por el desuso, entonces uno al hacerla funcionar como mejor le parece, comete errores, olvidos e imprecisiones y así sucedió con la imposición de las manos: se dejó de usar en forma normal y constante en la Iglesia por mucho tiempo, reduciéndose en la totalidad de las veces a cuando se administraban algunos de los santos sacramentos, especialmente en la ordenación sacerdotal, donde el gesto es muy claro y solemne; después del Concilio Vaticano II se insertó en la bendición final de la Santa Misa y en el Sacramento de la Confesión, en la Confirmación y en algún otro momento de la liturgia pero en forma, muchas veces, optativa por parte del sacerdote, pero del resto no se decía nada, dejándolo a la deriva y tal vez esperando que se cometiera algún error, para inmediatamente corregir o prohibir, que fue lo más común pero nunca se dijo nada de la forma que cualquier cristiano podía usarlo y dejando así en la penumbra un gesto tan bíblico y usado por la cristiandad desde los mismos orígenes de la Iglesia.

Diferencia entre la Imposición de las Manos por parte del Sacerdote y la que realiza el Laico

Imponer las manos sobre la cabeza de una persona por parte de un sacerdote, significa entonces transmitir la gracia de Dios y el Don del Espíritu Santo para una misión determinada. En cambio, Imponer las manos sobre la cabeza de una persona por parte de un laico, significa entonces invocar la gracia de Dios sobre el que la necesita y está dispuesto a recibirla e invocar también el Don del Espíritu Santo para su vida. Creer que son dos acciones iguales y por esta razón prohibirlas es tan ilógico como querer equiparar un exorcismo a una oración de liberación que son completamente diferentes, ya que en el exorcismo el exorcista ordena al demonio gracias a la potestad que ha adquirido de la Iglesia el abandonar a una persona y en la oración de liberación los que la realizan piden a Cristo con toda su fe que libere a la persona atormentada por el Diablo. Como se ve hay una diferencia entre TRANSMITIR e INVOCAR, la imposición de las manos de un presbítero TRANSMITE CON LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA las gracias sacramentales, cosa que no puede hacer un laico porque no es un ministro ordenado por la Santa Madre Iglesia, mientras que la de un laico INVOCA y PIDE, CON TODA SU FE la invasión de la gracia en persona determinada. Queda bastante claro.

Ahora bien, lo mismo que no toda agua es agua bendita, ni todo pan es la Eucaristía, así tampoco debemos considerar como sacramento, o con grado de sacramento todo gesto de imposición de manos, y esto implica dos cosas, una para quien lo da, y otra para quien lo recibe.

El laico que hace ese gesto debe hacerlo sin pretensión alguna, con sencillez e informalidad, sin darle el carácter de un exorcismo o de una unción o de cualquier otro sacramento. El estilo debería ser de énfasis en la cercanía, la solidaridad y el deseo de apoyar y proteger. Debe evitarse el estilo de "ordenar" (como en las ordenaciones que hacen los obispos) y tampoco es bueno acostumbrarse a hacer oraciones inusuales que supongan un "poder" de la persona que impone manos (dejemos esas fantasías y divagaciones que buscan la sugestión en la gente al ambiente protestante y no imitemos nada de ello). Me refiero a casos como oraciones en lenguas que generen desconfianza o distracción en los participantes o querer interpretar estas lenguas inventando un significado, o aquellos casos en que se transmiten visiones para la persona a la que se le imponen las manos, o querer dictar una profecía de parte de Dios para ella, en fin, cosas así.

La persona que recibe una oración siéntase ante todo acompañada, apoyada por un hermano o hermana, y ponga su esperanza en la oración de la Iglesia entera y en la piedad de Dios, sin darle demasiado protagonismo a tal o cual hermano o hermana. De preferencia que no se sepa quien impuso las manos para evitar toda tentación de protagonismo.

Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran de parte de Dios. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas. 

La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar. En cambio, un laico puede imponer las manos como señal de deseo de bendición de Dios para otra persona, por ejemplo cuando se está orando en grupo, preparaciones a las celebraciones comunitarias del perdón, pero no cuando se está administrando un sacramento.

La imposición de manos por parte de los laicos es un Signo de oración que no está prohibido por la Iglesia. Es como juntar las manos o levantarlas, un simple gesto, solo que las personas deben de estar claras que este gesto de Oración NO IMPARTE GRACIA como el que hacen los Sacerdotes en los Sacramentos, pero que si es señal de deseo de bendición de Dios para otra persona, por ejemplo cuando se está orando en grupo, preparaciones a las celebraciones comunitarias del perdón, durante una oración de sanación interior, durante la oración de Efusión del Espíritu Santo."

Es necesario dejar muy claro que cuando un laico impone las manos en oración, no tiene nada que ver con la imposición de manos litúrgica que por supuesto le esta prohibida.

¿Qué sucede cuando un Laico impone sus manos en una Oración con toda su Fe?

Gesto plástico, intuitivo, el de la imposición de manos. Fácil de comprender en el contexto de un encuentro con Cristo en Oración, siempre acompañado de una oración espontanea que brota del corazón, pero que tiene objetivos bien claros: La invocación del poder de Dios para Sanar toda enfermedad, dolencia, herida del pasado, trauma mental o aflicción diversa; o pedir al Padre Eterno que por medio de los meritos de su Hijo Amado nos envié la promesa del Padre que actualice las gracias y dones recibidos en el Bautismo y en la Confirmación a través de una Efusión del Espíritu Santo.

Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas, apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre una persona o una cosa, expresando la aplicación y atribución del mismo don divino a estas criaturas. Optimo lenguaje simbólico para significar la eficacia de la acción de Dios en medio de la Oración confiada, sincera y espontanea. 

Por una parte, la imposición de manos nos educa para reconocer que en todo momento dependemos de la fuerza de Dios, que invocamos humildemente. Es la iniciativa de Dios, sus dones continuos, la fuerza de su Espíritu Santo, lo que nos recuerda este gesto. Y a la vez, porque lo está realizando un hombre, normalmente un servidor de Dios, un ministro de la Palabra, un Predicador Laico de la Iglesia, un Coordinador, un Intercesor y en los casos más afortunados un sacerdote; nos hace darnos cuenta también de que los dones de Dios nos vienen en y por medio de la Iglesia, pero de toda la Iglesia y no solo de la Jerarquía: nos educa a apreciar la mediación eclesial, su intercesión maternal. La Iglesia es siempre el "lugar donde florece el Espíritu", la esfera en que nos alcanza su acción vivificadora. 

En el sacramento la imposición de las manos es signo de la mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la mano de un ministro de la Iglesia, extendida con autoridad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar. En cambio la imposición de las manos por parte de un laico es signo de que ha sido bautizado como sacerdote, profeta y rey, y ejerce esta triple facultad del Espíritu Santo, siendo consciente de que el Espíritu de Dios mora en él como en un templo (1 Cor 3,16), este acompañamiento singular de Dios no está reservado solo a los sacerdotes, seria un absurdo pensar en ello, sino que en las manos extendidas con humildad y fe del laico, se denota el sentido maduro de pertenencia a Cristo y de entrega total a su misión de salvar, de la mano de la del Espíritu Santo de sanar y santificar al mundo entero; cuando un laico impone sus manos con toda su fe, se convierte en canal de gracia de Dios por voluntad propia, y cuando realiza este gesto simbólico, debería sentir toda la densidad del momento: él se convierte en instrumento vivo de la transmisión misteriosa de la salvación de Dios sobre ese sobre ese pecador arrepentido, sobre los enfermos, sobre los que están oprimidos por el maligno, sobre los que tienen heridas graves en el corazón, sobre los que quieren consagrarse completamente a Dios, todo esto no lo digo como teorico sino como testigo de esta gran manifestación del poder de Dios en medio de su pueblo, yo mismo he sido instrumento de Dios para consagrar e interceder por tantos y tantos hermanos que imploran a Cristo la sanación de su corazón y esperan con fe la invasión del Espíritu Santo en su corazón. Sin embargo no es parámetro para la recepción de ninguna gracia que Dios da el que se tengan forzosamente que imponer las manos, de otra manera seria limitar la labor del espíritu o circunscribirla al puro ámbito de nuestras limitaciones físicas de llegar a toda la gente. Y cuando los fieles ven cómo un laico realiza esta acción tan gráfica, deberían también alegrarse y sentirse interpelados, porque esa acción les está asegurando que está siempre viva la cercanía de Dios y que sigue actuando sobre nosotros en todo momento el Espíritu Santo, "Señor y dador de vida", que está rompiendo cadenas de pecado, esta santificando, está consumiendo con el fuego de su amor a toda la tierra y está dando vida y vida en abundancia a quien se la pide. 

¿Puede sanarse la persona sin que haya la imposición de manos?.

Por supuesto que sí, la sanación no es un acto mágico, ni la imposición de manos es un ritual de hechicería, la sanación es una obra eminentísima de Dios que no depende de limites humanos, la imposición de manos es más un gesto de amor, nunca es una condición. El que ora por la curación de otro simplemente está allí, cerca o lejos del enfermo, como "instrumento", no tiene forzosamente que tocarlo, pues el poder de sanación no es suyo: es de Dios. Y, como "instrumento", está abierto y atenido a la voluntad de Dios, a lo que Dios desee hacer: sea sanar o no sanar. Y si hay sanación, es Dios quien sanó, nunca la persona, ni la "energía" de la persona o que esta tenga un “carisma” especial que lo haga poderoso. En el Carisma no hay técnica, no tiene que haber contacto, simplemente hay que dejar actuar a Dios y esperar Su voluntad.”

Sacerdotes, en vez de prohibir… ¡Enseñen!

Con todo la imposición de las manos es en nuestros días una “ZONA LIBERADA” que en términos de policiales, quiere decir que se deja una zona “SIN VIGILANCIA”, o sea: “SIN CONSTRUIR LA TORRE DE VIGILANCIA EN MEDIO DE LA VIÑA” y dejar así que suceda lo que suceda, (esto haciendo referencia a una parábola de Jesús). Insisto una vez más: dejamos a la pública rapiña, estos santos y gloriosos gestos de amor y de solidaridad para con las personas, ellas en la mayoría de los casos, atormentadas por dentro, sin paz ni consuelo por el problema que llevan a cuestas, vienen buscando, con ese gesto sencillo, silencioso y ungido por el amor y la fe en la acción vigorosa del Espíritu Santo, el alivio o la sanación y que en más de una ocasión, obtienen verdaderos milagros! Si tenemos paciencia, e investigamos el tema nos encontraremos con detalles increíbles al respecto, tanto del buen uso bíblico como del mal y engañoso uso, cosa que hacen ciertos grupos y organizaciones que no tienen nada que ver con la enseñanza de la Sagrada Biblia y de la Iglesia, sin embargo, ellos los usan a su antojo y nosotros ponemos el fácil comodín de la condena o de la crítica o de la burla ¿y lo que dejó Jesús? Lo dejamos sin usar, que es lo mismo que despreciar, “...dejamos la viña sin torre de vigilancia...

Laico… No Descuides el Don de Dios que hay en Ti

Mi última recomendación para los laicos que oran por la sanación interior, la consagración de un hermano, la paz en su vida, la solución a sus problemas, la intervención de Dios en su vida, la invasión del Espíritu Santo o la liberación del yugo del pecado en otro es que valoren mucho el Don de Ser Hijos de Dios en el Único Hijo Jesucristo. Pablo escribe a Timoteo en 1 Timoteo 4,14: "no descuides el don que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros". Den la importancia al Don depositado en Ustedes para orar por los demás, que es promesa de Dios que todo lo que pidamos en Nombre de Cristo, El nos lo concederá (Jn 14,13) y valoremos también los gestos y con más razón la imposición de las manos.

Recordemos que recomienda Pablo al mismo Timoteo en 1ª Timoteo 5,22: No te apresures a imponer las manos a nadie, y no te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro”.

Nos da a entender que la imposición de las manos, se había convertido en un acto cotidiano y por costumbre, había perdido su sentido profundo y era realizado libremente y por cualquier persona. Y más aun, se realizaba sabiendo que la persona no estaba preparada para el Don de Dios y quizá vivía una vida de pecado a la que no quería renunciar. La imposición de las manos no es milagrosa y mucho menos mágica, depende, pues, de la voluntad de Dios y de la disposición del creyente, que éste reciba un don u otro. Por supuesto, que las personas que imponen las manos, tienen que ser personas muy consagradas y entregadas a Dios, y de preferencia deben conocer bien a aquel, a quien van a realizar tal acto (1ª Timoteo 3,1-13; Tito 1,5-16). No tomemos a la imposición de las manos en la oración como algo sin importancia, ya que Jesús mismo practico este signo de tan profundo sentido. Tampoco las impongamos si no creemos, si no queremos o si vivimos en terrible pecado mortal y ya nos acostumbramos tanto a este que nos hemos vuelto hipócritas y lo ocultamos, en vez de pelear por sacarlo de nuestra vida. Seamos buenos instrumentos de Dios.

El problema con la imposición de las manos no se trata tanto de tener autorización de nuestros dirigentes o no para realizarla, sino de tener consagración, preparación, de vivir de la Palabra, y de demostrar con nuestra conducta que de verdad reflejamos a Cristo y su voluntad en nuestras vidas, pues de lo contrario no daremos buen testimonio de Dios y si nosotros mismos no estamos convertidos, para que pensar siquiera en imponer manos.

Ahora bien, si estamos en lucha contra el pecado y permanecemos en la gracia procurando confesarnos habitualmente, Jesús en el evangelio de San Marcos capitulo 16, versículos 17 y 18 dice: Y estos prodigios acompañarán a los que crean: en mi Nombre… impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”. Existe un don en nuestro interior que desborda todo nuestro ser y es más grande que todo lo que conozcamos, es el Don del Espíritu Santo, si en verdad creemos con una fe que es entrega de toda la vida y no solo de lo que nos sobra, si ejercitamos este fe sobrenatural que es don de Dios, podremos ver milagros. Creamos en que Dios actúa en medio de nuestras necesidades, impongamos las manos con respeto y amor por nuestros hermanos enfermos y pidamos a Dios que los sane.

Atrevámonos a confiar plenamente en Cristo, estas señales aun se dan hoy en día, pero solo son reservadas para los que crean con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente. Solo con estos requisitos se debería imponer las manos. No busquemos sensacionalismo sino la voluntad de Dios, no busquemos milagros externos sino primero la curación interna, y debemos evitar la rutina y el hacer los gestos mecánicamente, sin expresividad. Pero, si hacemos bien esos gestos, las manos nos ayudan a expresar ese encuentro misterioso con
Dios. No deberíamos sentir vergüenza de manifestar exteriormente nuestras actitudes de fe: por ejemplo, cuando nos invitan a decir el Padrenuestro con las manos elevadas. Todo será poco para que nuestra oración sea consciente y alimentadora de nuestra fe.


miércoles, 22 de mayo de 2013



¿Porque cada día mas los párrocos no dedican su tiempo a atender a todos sus feligreses?



Estimado Hermano en Cristo, quizá tu pregunta espere una respuesta como que los sacerdotes son flojos o que no quieren atender a su feligresía, o que ya no se interesan por la gente; pero la respuesta es un poco más complicada, te contestare en dos palabras: Es imposible. Intentare explicar el porqué de mi respuesta tan tajante con una serie de cálculos que aunque no nos gusten las matemáticas son necesarios para comprender el problema del que hablas.

En nuestra Arquidiócesis de Puebla existen 26 decanatos constituidos, teniendo entre los 26 decanatos 250 parroquias. Por otro lado tenemos actualmente 612 sacerdotes atendiendo las necesidades de la población poblana de los cuales 462 son diocesanos y 150 de otras órdenes religiosas, pero esto en el entendido que solo 250 párrocos están destinados a atender directamente a la población católica, los demás están encargados de Pastorales, Institutos, obras de caridad y demás encomiendas de la Iglesia Diocesana. Puesto que Puebla tiene aproximadamente 4,000,000 de habitantes y que solo el 88.3% equivalente a 3,532,000 de habitantes son católicos, esto equivaldría a suponer que a cada decano le tocaría atender a 135,846 católicos y que cada párroco tendría que atender a 14,128 católicos. Por otro lado si queremos saber qué tiempo podría cada párroco dedicar a sus feligreses y tomamos como referencia la jornada laboral de 8 horas, contemplando ya un día de descanso a la semana a que tienen derecho como cualquier trabajador; cada sacerdote tendría 48 horas para atender a sus feligreses esto en el caso de que no tuviera nada que hacer en el día, que es un caso irreal, ya que todos los sacerdotes están saturados de trabajo. Pero aun en este supuesto extremo de servicio por parte de los presbíteros poblanos, tendremos que cada párroco tendría 2,280 minutos o 172,800 segundos para dedicar a los fieles. Ahora bien si dividimos los 172,800 segundos semanales entre la cantidad de fieles por parroquia que es de 14,128; obtenemos la cantidad de 12.23 segundos que a la semana un sacerdote podría dedicarle a cada feligrés, esto es 48.92 segundos al mes y 587.04 segundos al año. Quiere decir que al año un sacerdote podría ofrecerle a cada feligrés si no tuviera absolutamente nada que hacer cada día durante los 365 días del año solo 0.16 horas.

Como se ve en las cuentas que se han hecho, las necesidades de la población han rebasado por mucho y hace ya bastantes años la cantidad de sacerdotes que pudieran atender a los feligreses y poder cubrir las necesidades de evangelización que estos requieren. O cualquier acompañamiento personal que pudieran necesitar. Es por eso que en estos tiempos los laicos comprometidos estamos llamados a atender personalmente a los feligreses que necesiten consejería espiritual y la atención personal en algún problema particular que requiera una cita ya que los sacerdotes aunque quisieran no podrían cubrir esta necesidad y en la práctica les es imposible porque su tiempo está reservado para misas ordinarias, misas de difuntos, atención de enfermos, juntas con todos y cada uno de los diferentes movimientos y grupos de apostolado de su parroquia, celebraciones correspondientes a la religiosidad popular, horas santas, confesiones, bautizos y demás sacramentos y formación en sus parroquias a los laicos comprometidos.

Así que no hay que tomar el rechazo de un tiempo de atención personal o una cita para asunto particular por parte de su párroco como una irresponsabilidad o un desprecio hacia nosotros, más bien comprendamos que su tiempo es tan limitado que siempre andan corriendo.